Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


La mayoría social

18/11/2022

El Gobierno en pleno y los partidos que le acompañan en el saqueo de España no hacen más que poner al frente de sus discursos que solo miran «por el bien de los españoles». Pero la realidad es tozuda y les dice las verdades que no quieren oír.
El problema principal está en la caja que los españoles llenan mensualmente con unos impuestos cada vez más onerosos; y más aún, en que quienes deben utilizar esos fondos adecuadamente los están despilfarrando: su objetivo es romper la barrera del equilibrio presupuestario que tiene cualquier familia, porque como señaló cierta exministra: el dinero público no es de nadie. Bajo este criterio está claro que los españoles pagamos impuestos porque nos gusta, porque no sabemos qué hacer con el dinero que ganamos y, especialmente, porque nos apasiona mantener a miles de vagos que jamás han aportado nada reseñable al bien común, al supuesto «Estado del bienestar».
La mayoría social española no necesita que la defiendan; solo quiere que administren bien sus dineros, que se vea la utilidad de cada partida y que los objetivos sociales nacionales se estén alcanzando.
Pero este no es el caso; la situación de España es cada vez más insostenible. Lo único que hacen es agrandar el agujero de la deuda porque, al contrario de lo que hace cada familia, nuestros dirigentes invierten en acciones efímeras y no quieren que los dineros de todos los españoles reviertan en ellos mismos. Recordemos aquello de que el dinero no debe estar en el bolsillo de los ciudadanos porque ellos no saben administrarlo bien.
El roto está hecho: en octubre pasado se dice que el Estado ha superado el 1,313 billones de euros, la CC.AA. 316 mil millones, la Seguridad Social más de 99 mil millones y las Corporaciones locales más de 22 mil millones; y todo ello sin entrar en la letra pequeña. La brecha se ha agrandado hasta horizontes impensables porque, como ya hemos comentado, nuestros hijos y nietos tendrán que asumir la devolución del despilfarro que está produciendo un grupo de personas que nunca han sabido lo que es ahorrar y sufrir los problemas sociales que sus padres y abuelos han padecido.
La España social que pretende «defender» nuestro presidente no quiere que le digan cómo lo van a hacer, porque ya sabe que las ayudas, subvenciones y dádivas indiscriminadas no sirven para nada; o para poco. Lo que pide es una solución al día a día, a los problemas reales, esos que desconocen porque viven al margen de lo que sucede. Y esa solución llega por tener una empresa que le contrate, un trabajo continuado, unos recursos que le permitan mejorar la vida personal y de su familia, que sus expectativas vitales se consoliden; entre los más jóvenes, sentirse alentado a encontrar una fórmula que le permita acceder a una vivienda, a formar una familia y tener la motivación suficientes como para progresar adecuadamente.
Aquí las dádivas indiscriminadas generan todo lo contrario: desmotivación, desconcierto y agravios comparativos difíciles de sostener. Porque el progresismo no genera más que pobreza, algo que se constata en todo el mundo y en España. Esa pancarta que defienden políticos, sindicatos y rémoras pesebriles lo único que consigue es reforzar los intereses de determinados colectivos e instituciones que dicen defender a la «España social» pero que lo único que logran es consolidarse en el confort de una silla y vegetar a costa de los demás. Véase, sino, como muchos que están o han estado en política no saben cómo enfocar su futuro para no perder ese sillón que les ha mantenido hasta ahora (dígase Yolanda Díaz –Sumar– o el canario Alberto Rodríguez –Proyecto Drago–, quienes con sendos proyectos que apuestan por  la «representación diversa» solo buscan más de lo mismo: su subsistencia).
Los últimos años son un ejemplo más de lo que la mayoría de los españoles -muchos engañados- estamos padeciendo. Nada nuevo en el horizonte. De la pandemia «salimos más fuertes»; ahora en plena recesión «nadie se quedará atrás». Así es la liturgia que repiten cada día. La prosperidad solo se consigue con esfuerzo y trabajo; si te lo ponen todo en la mano, difícilmente buscarás nuevos horizontes.