'La sonnambula' celebra la Navidad

Ilia Galán
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El Real se entrega a uno de los títulos más bellos de la lírica italiana gracias a un elenco y 'bel canto' de lujo que no hacen más que ensalzar la gran obra de Bellini

La protagonista de la función, Nadine Sierra, en el papel de Amina, junto al grupo de bailarines. - Foto: Javier del Real

Conmueve ver cómo lo mejor del mundo en el universo de la ópera se produce en el Teatro Real y que es así comprendido, orgullo de este país, en tantas cuestiones criticado y demacrado. Ver a casi todo el público en pie y aplaudiendo sin cesar, en interminables ovaciones, alegra. El estreno de La sonnambula de Bellini demuestra, con un reparto de lujo, que lo más difícil y refinado del canto sigue siendo posible, que la belleza, increíble, puede disfrutarse en fecundas sesiones hasta la festividad de los reyes magos, que parecen habernos anticipado este regalo.

Un elenco de lujo lo ha permitido, pues esta ópera solo es posible con los mejores cantantes y es evidente lo mucho que se les exige, de ahí que no sea fácil verla en las tablas. El bel canto aquí resplandece con una de las mejores óperas de uno de los clásicos de esa belleza que se impregna de Romanticismo, Bellini, estrenada con gran éxito en Milán en 1831 y solo tres años después en Madrid. Cuatro después moría en París, donde residía, enterrándose en el cementerio de Père Lachaise cerca de Cherubini y Chopin; un compositor que sería considerado como gloria nacional, hasta el punto de que en Catania puede contemplarse su casa-museo, así como su sepulcro en la catedral, sobre el que se grabaría una inscripción de un texto de esta ópera: No creí veros tan pronto marchitas, flores. Entre santos y ángeles alojado, su sepulcro y casa pude visitar, admirado de la importancia que le otorgaba la ciudad con monumentos o esculturas, el nombre de la plaza del teatro, etc... Lo que demuestra la veneración italiana por sus grandes compositores.

El telón se abrió con la maravillosa Nadine Sierra, como Amina, rodeada de danzarines que parecían muertos o fantasmas, con estética a lo Johnny Depp con Tim Burton, con un largo silencio de movimientos que aparecerá en diferentes momentos. Danza de espectros con atrevidos y exigentes gestos, zombies de cierta elegancia y con gran fuerza... Pero pronto comienza ya el poderoso, asombroso canto de Lisa de extremos agudos, interpretado por la maravillosa soprano, Rocío Pérez, fabulosa, precedida por la vibrante orquesta del compositor siciliano, llena de vida itálica.

Entre trinos

Entre brumas se dan cita los enamorados que se comprometen, preparando las bodas y sellando su compromiso legal. Él ve su alma en la sonrisa y ojos de la amada... Ella habla de primavera: el amor, cantan, ha concedido sus colores a un escenario de grises, pero de cantos más que brillantes. Como ruiseñores, entre trinos y un coro excelente, del Teatro Real, en un no parar de lo mejor y más complejo del canto, se desenvuelve la trama de una mujer que, padeciendo sonambulismo, después de comprometerse, aparece en las estancias del señor conde, sin darse cuenta. Pero Lisa, allí presente, pues le aloja, la denuncia a todo el pueblo que la considera traidora a su novia, pese a que ella no cesa de quejarse por su inocencia, cuando despierta. Un elemento chocante en esta representación es que, pese a lo que canta el conde y lo que dice el libreto, parece que en escena comenzaría a abusar de la joven dormida, aunque es discreta simulación: innecesario elemento que nada tiene que ver con el rumbo y la historia, intromisión contemporánea del mundo de la violación en un contexto donde no tiene lugar y todavía la virtud resplandece, así como mostrar al conde como un ser lascivo, pues luego aparece digno y arrepentido.

El tercer acto tiene lugar en una serrería, con las quejas de amor y desamor, la falta de fe del novio, para luego, en el último acto, junto a una casa, prepararse él a casarse con Lisa, hasta que ven a la inocente sonámbula caminar sobre una peligrosa estructura y reconocer el fenómeno del sonambulismo y que está limpia de las acusaciones, por lo que el novio a sus brazos vuelve. La escenografía reviste cierta sobriedad sobre todo en los últimos actos que apenas se palia con los paisajes nocturnos o la nieve... 

La soprano Nadine Sierra demostró que el milagro es posible, en el papel principal de la sonámbula, Amina, que nos hizo a todos soñar, pero también el donostiarra Xabier Anduaga, en el rol de Elvino, con esa vibrante y metálica voz de gran penetración, que hizo temblar más de un corazón, de perfecto timbre y color, traspasando con la espada de su voz las almas. Esta pareja de enamorados en la escena, ya desde la primera aria, Care compagne..., arrebató al público que se arrancaba a aplausos en tantos momentos, en un no parar de disfrute, cada vez más compenetrados, como creando hoy una leyenda. El conde, el bajo italiano Roberto Tagliavini, también se ganó grandes ovaciones.