Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


Llegaron en Navidad alegrando mi vida, y se acaban de ir 20 años después

30/12/2021

Sólo los que tienen un compañero canino desde hace muchos años pueden comprenden la tristeza de perderlo después de estar más de dos décadas junto a él; pero si encima son dos casi a la vez, madre e hija, la tristeza no sólo es doble sino que se multiplica de forma brutal.

Todo comenzó como un cuento de Navidad, hace 20 años, pero los hechos son totalmente reales:

El día de Nochebuena de entonces con una nevada notable y un frío tremendo, montábamos en el coche en Chamartín para regresar a Ávila, y una pequeña perrita que apenas habíamos visto algunas semanas antes merodeando por la zona saltó una tapia y al abrir la puerta del coche se metió en él aterida de frío y totalmente desesperada. La sacamos fuera y al instante volvió a introducirse de nuevo, y eso que no había visto nunca nuestro automóvil y a nosotros ni nos conocía.

Al verla ya dentro e intentar sacarla otra vez, pudimos comprobar que estaba preñada, y comprendimos su angustia… Tras una rápida e intensa conversación de familia, porque nunca habíamos querido llevar un perro a casa siendo conscientes de la responsabilidad que eso supone, nos dio tanta pena que optamos por traerla a la ciudad.

La acomodamos en una caseta improvisada en el patio lo mejor que pudimos y a la mañana siguiente, el día de Navidad había parido dos cachorros. Uno de ellos nació muerto, probablemente por algún golpe recibido días antes, el otro, una hembra nació sorda, seguramente por la misma circunstancia, porque no todo el mundo considera a los perros como seres vivos, y mucho menos hace dos décadas. ¡Ahora comprendíamos su desesperación por buscar un lugar donde dar a luz!

Una adaptación de urgencia para tratar de protegerlas lo mejor posible del frío consiguió que saliera adelante la cachorrilla con un cuidado exquisito de su madre, pequeña de tamaño pero enorme de corazón, que no se separaba de ella ni un segundo.

A pesar de que la vida de una perra sorda puede ser complicada, sus otros sentidos compensaban la carencia y poco a poco iban creciendo y nosotros cogiéndoles cariño a ambas.

La madre, "Nuca" tardó algunos años en fiarse totalmente de nosotros; a veces en invierno si yo entraba con botas donde ella estaba se asustaba mucho probablemente recordando las patadas de algún indeseable. Poco a poco fue cogiendo confianza, aunque nunca llegó a perder totalmente esa mirada triste con la que llegó a nuestras vidas.

Recuerdo un día en el que la cachorra "Nela" no salía de la caseta. La llamábamos a gritos y pensábamos que estaba muerta. Por suerte al rato apareció tan feliz. Fue cuando nos dimos cuenta de que estaba totalmente sorda. Creo que su madre también lo intuía porque casi desde su nacimiento se convirtió en una sobre-protectora total, hasta el punto de que si sacábamos a su hija a pasear sola, no dejaba de llorar y ladrar hasta que regresábamos con ella.

El tiempo y los años fueron pasando y el afecto mutuo aumentando, 1, 2, 3… así hasta 18 años de Nela, todo un récord para un perro, y los 21 de Nuca, algo más excepcional aún.

La edad no perdona y este mes Nela, la hija tuvo serios problemas, hasta el punto de tener que optar por dormirla para evitar que sufriera más.

Desde entonces su madre notando y sufriendo su ausencia comenzó a decaer, todo el día llorando y aullando; esto unido su avanzada edad, la carencia ya de dientes, ceguera senil y una úlcera en un ojo que no ha cicatrizado ni con el tratamiento intensivo aconsejado por su excelente veterinaria, ha hecho que tuviéramos que dejarla irse también a descansar para siempre, junto a su hija, unos días después de Navidad.

Mientras escribo esto, las lágrimas se deslizan por mis mejillas recordando desde el día que llegaron a mi vida hasta hoy. Algo que posiblemente algunos no comprenderán.

Os echaré mucho de menos.

ARCHIVADO EN: Navidad, Nochebuena, Ávila