Luis Miguel Torres

Velay

Luis Miguel Torres


Ruido en la Corte de Valladolid

14/10/2022

La dimensión local define la política autonómica en Castilla y León. Puede parecer un contrasentido, pero basta un poco de perspectiva para comprobar cómo la principal fortaleza del PP en la Comunidad es su arraigo en los ayuntamientos grandes, pequeños y medianos. Es, precisamene, esa falta de identificación con el territorio de las élites madrileñas uno de los factores que explica la aparición de Podemos o Ciudadanos. En la época Rajoy-Sáenz de Santamaría la política española quedó determinada por el interior de la M-30, pero en el mandato de Sánchez-Podemos, etc. pareciera que el país entero vive en Malasaña. Los partidos de la España Vacía responden a la misma lógica de descontento mientras que Vox ha sabido leer en ese cabreo las claves de su discurso. Está por ver si también las de su acción política.
Estos fenómenos urbanitas han pagado en las urnas su desprecio por lo local. Yo mismo escuché a un dirigente autonómico de Ciudadanos vanagloriarse de poder ejecutar un programa porque apenas tenían alcaldes que hicieran de contrafuerza. También, los hechos muestran que sólo donde una IU apegada al territorio mantiene una estructura fuerte hay opciones el espacio a la izquierda del PSOE. Valladolid y Zamora son una buena muestra.
La importancia de lo local es tal que todavía escuece en el PP la pérdida de ocho de las nueve capitales de provincia de la Comunidad, generalmente por (de)méritos propios. Tanto, como sorprende la incapacidad del PSOECyL de articular estos años un frente de alcaldes – tiene cinco en capitales- que pudiera poner en algún aprieto a la Junta. Sin embargo, regidores como los de León, Valladolid o Soria han ido por libre y, a tenor de las impresiones, el balance electoral no es malo.
Por ello, las elecciones locales de mayo del próximo año determinarán la marcha de la Legislatura autonómica dure lo que dure. Es evidente que la maquinaria electoral hace tiempo que trabaja a pleno rendimiento, aunque lo más vistoso sean los nombres. Vox es una incógnita y, a falta de caras, lo fían a las siglas; en el PSOE confían en el tirón de sus cargos ya consolidados, y en el PP – donde algunos de los que no estarán ya lo saben - están obligados a cambiar unas candidaturas municipales en las que últimamente sobran lumbreras y falta solidez.
Pero el último domingo de mayo se juega algo más que el poder municipal. El resultado de los comicios se va a leer tanto en clave nacional como unas primarias de noviembre o diciembre y en clave autonómica como una megaencuesta que pondere el peso de cada una de las fuerzas del Parlamento. En la Corte de Valladolid se hacen apuestas sobre otro posible adelanto electoral dependiendo del desenlace, pero en la cúpula del PP se insiste en la voluntad de agotar la legislatura de la manera que sea. No obstante, unos malos datos de Vox podría provocar algunos movimientos: una modulación del discurso para remarcar su carácter de partido de gobierno haciendo más fácil continuar con la coalición; una acentuación de la retórica esencialista, convirtiéndose en un socio aún más incómodo o una ruptura del Ejecutivo por parte de la formación de Abascal al entender que dentro de la institución no logran sus objetivos.
En todos los casos, en las Cortes no podría conformarse una alternativa ni al tandem PP- Vox ni a un gobierno del PP en solitario porque la oposición no va a ser capaz de enhebrar un modelo alternativo, con el agravante de que, soterradamente, está abierto el melón del cambio en el liderazgo socialista, algo que no se producirá hasta pasadas las elecciones generales, es decir, a media legislatura. Como demuestra la historia del partido, dependiendo del resultado, el-la nuevo/a secretario/a autonómico/a socialista será uno/a u otro/a, aunque el ungimiento pase por la ceremonia de las primarias. Pasados unos meses, todos estarán muy ocupados reubicándose internamente.
Este estado de cosas puede explicar también el ruido en el que se desarrolla la vida pública autonómica, donde los debates principales tienen que ver más con declaraciones, insultos y malas formas que con el contenido de las políticas. Este griterío ensordecedor lo utiliza la Junta para enfatizar el papel institucional del presidente y ubicarlo en la centralidad de la política. Creen que las elecciones se ganan con cosas que entiende la gente, es decir en el territorio, y no con debates que, en el mejor de los casos, sólo llaman la atención de los más avezados entusiastas de esa Corte de Valladolid.