Editorial

Las fiestas de La Santa tienen que implicar a la ciudadanía

DAV
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La ciudad de Ávila sigue teniendo en su debe la organización de unas fiestas patronales que se vivan como tal. Y para eso hay que implicar a la ciudadanía, porque fiestas y vivir la calle son sinónimos que en nuestra capital no se acaban de dar.

La excusa de la climatología, independientemente de la bonanza que parece vamos a disfrutar este año, ya está fuera de lugar. Porque algún otro rincón de España que también arrastra climas poco amables, sí computan sus fiestas como referentes. Esas cuya población está deseando y anhela porque el disfrute es tan grande como necesario en esos días puntuales.

No parece a estas alturas cuestión de un equipo de gobierno u otro, ya que han sido muchas las personas que han pasado al frente de la Concejalía de Fiestas desde que tenemos memoria y no se ha terminado de dar con la tecla, más allá de que haya conciertos o espectáculos que generen más o menos interés, con artistas que están más o menos de moda. Si alguien se detiene en el programa festivo de este año, los actos previstos parecen más bien convocatorias que por el hecho de celebrarse en los días previos o siguientes al 15 de octubre se engloban bajo el paraguas de Santa Teresa.

Alguna actividad sí va irrenunciablemente unida a esta festividad, y alguna otra sí está pensada para dar oportunidades a gente de diferentes edades, como concursos, competiciones, conciertos, toros, juegos u oficios y ofrendas arraigadas y que hay que seguir conservando. Pero cuando para animar unas fiestas hay que forzar a las peñas de la ciudad a participar en actividades concretas, algo mal se está haciendo. Las peñas deberían estar ansiosas de que llegaran estos días de ocio, disfrute y, por qué no, algo de despendole. 

Ávila vive más como una fiesta sus jornadas medievales que las de La Santa, porque, ahí sí, los ciudadanos se despiertan con ganas de jolgorio, de ser partícipes de los pasacalles, las actividades y del mercado, y además se muestran orgullosos de formar parte de esta fiesta de cara a sus amigos, conocidos y familiares.

Han sido muchos los empeños y compromisos por convertir la fiesta local en lo que debe ser, pero siguen pasando los años, y al margen de la banal discusión de que los conciertos sean de pago o gratuitos, no se acaba de encontrar la fórmula de convertir la fiesta en lo que ha de ser. Y no será fácil, pero tampoco ha de ser imposible. Hay que meter ganas y marcar prioridades.

Los pueblos de Ávila generan una actividad festiva durante el verano que son ejemplares, y que desplazan a muchos abulenses de la capital hasta el medio rural para disfrutar del paraguas festivo que se genera en los municipios de las diferentes comarcas de la provincia. Por algo será, y algo se podrá hacer. 

Si no, de qué servirá ese mantra de «dejar todo para después de La Santa». ¿Qué más da si las fiestas se disfrutan casi sin pena ni gloria?