Editorial

Tras un espejismo de dos años, la estadística censal se nubla

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Tras dos años de moderado optimismo sobre el freno y marcha atrás al persistente goteo estadístico de la despoblación, el comienzo del año 2022 nos devuelve otra vez a la cruda realidad de un problema estructural de nuestra provincia. Los últimos datos hablan de una pérdida de residentes cercana al millar de personas. En el 2020, como consecuencia de las restricciones de la covid, muchos abulenses avecindados fuera de la provincia, y otros habitantes no nacidos en en ella, optaron por 'confinarse' en Ávila. Se ha visto, por tanto, que aquel llamativo incremento poblacional era meramente esporádico. Durante el año siguiente se mantuvo una leve tendencia al crecimiento, pero ahora las aguas demográficas han vuelto a su cauce en nuestra tierra. Efectivamente, el de la despoblación es un problema estructural porque ni es de ahora ni es exclusivo de Ávila. Todo el interior peninsular, y particularmente Castilla y León, sufre desde mediados del siglo pasado un éxodo hacia las 'periferias' industriales y comerciales y hacia la metrópoli madrileña. En el caso de Ávila, el problema es más grave si tenemos en cuenta su alto índice de envejecimiento, su atomización rural, la falta de oportunidades para los jóvenes y la subsiguiente fuga de capital humano, y un deterioro reciente de las comunicaciones con Madrid y el resto de España. Vemos mes tras mes como el crecimiento vegetativo, la fuga de contratos, y la baja natalidad esbozan un horizonte demográfico realmente oscuro.

A pesar de ello, no se aprecia una política decidida, coherente y planificada para repoblar la región y la provincia. Aparte de anuncios rimbombantes, ocurrencias de grueso titular y decisiones de dudoso recorrido, no se aprecian estrategias en primer plano de gobierno, en ninguno de los niveles de responsabilidad, incluiso el estatal. Y es que, al hilo de ello, es muy importante que también en el ámbito provincial se forje un trabajo de consenso entre instituciones, partidos y sociedad destinado a frenar esta sangría y a revertirla en la medida de la posible.

No hay una varita mágica para solucionar este complejo asunto ni a corto ni a medio plazo, pero seguro que pueden concretarse varios objetivos mínimos para los que reservar políticas y recursos presupuestarios año tras año. En primer lugar, parece necesario potenciar las cabeceras de comarca para ofrecer servicios a pueblos de referencia de su radio de acción, imposibles de implementar pueblo a pueblo; mantener en los municipios población joven es otro requisito que nadie discute. Iniciativas como el programa Crecemos son un ejemplo de buena política en ese sentido. En segundo lugar, sin garantizar el futuro del sector agropecuario, todo el edificio rural se viene abajo; y, en tercer lugar, llevar a todos los rincones de la provincia las nuevas tecnologías para modernizar empresas y actividades, fomentar el teletrabajo, y desarrollar el turismo, el ocio y el disfrute es otra de las necesidades más perentorias para no descabalgarse de un mundo que no se va a parar a esperarnos.