Julio Collado

Sostiene Pereira

Julio Collado


Resurrección

18/04/2022

Sostiene Pereira que hace unos días comentaba a sus alumnas que cada día comprende menos lo que pasa en el mundo. Y ponía el ejemplo de lo que ocurre cada año en las calles estos días. Mientras las guerras asolan la tierra y expulsan a mujeres, niños y hombres de su terruño vuelve impasible la Semana Santa con el turismo, los capuchones asustaniños, los destemplados  tambores y cornetas y los pasos barrocos ensangrentados. Años y años, el mismo rito: apresamiento, tortura y muerte en un madero de un joven idealista, pobre, pacífico e inocente. Sus revolucionarias ideas en religión, en economía y en política molestaban a los poderes fácticos y lo condenaron a muerte. Primero, los popes religiosos; después la incuria acomodaticia de los gobernantes; finalmente, la masa popular manipulada por la minoría dirigente. El mundo funciona desde siempre como un gran teatro de marionetas en el que los actores viven contentos creyendo ser libres en el pensar, en el sentir y en el actuar. Puro engaño, como escribió Calderón en La vida es sueño. Por eso, se equivoca y sueña el «pueblo», la gente del común, al creer que hace justicia mientras  condena diariamente a uno de los suyos con su griterío amilanado y teledirigido desde las bambalinas del poder y pide más dureza de las leyes. No saben que caerá el castigo en sus costillas.   
Eso pasó hace ya 2022 años en aquella plaza a la que se asomó el Prefecto de Judea, Poncio Pilatos, y preguntó a la multitud: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? Los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la muchedumbre que pidieran a Barrabás. Y así lo hicieron. ¿Qué haré entonces con Jesús?, preguntó Pilatos. ¡Crucifícalo!, respondieron. Pilatos volvió a preguntar: ¿Qué mal ha hecho? Pero la muchedumbre gritaba más y decía: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Y soltaron al preferido de los jerarcas políticos y religiosos. El ladrón es necesario para el poder porque así decide a quién persigue o a quien perdona. Policías y ladrones, ese es el juego. El rebelde es peligroso porque descubre esa injusticia. 
Cada año, por primavera, cuando la vida bulle y resucita  con todo su esplendor,  se reproduce por estos pagos el trágico episodio de la tortura y la muerte de un hombre por sus ideas. ¿Para qué sirve hoy este rito? ¿Es acaso una celebración contra el abuso de unos hombres sobre otros y una proclama a favor de la libertad, de la vida y del perdón o es sobre todo una promoción del turismo evasivo que dictan los intereses económicos y políticos? Si los «cristos» sufrientes de antes y de ahora no resucitan y vuelven a echar a los mercaderes del templo, sólo queda la representación inocua, pasiva, de unos hechos lejanos con actores impostados: los cofrades que compiten entre sí por que sus «pasos» sean los más llamativos, algunos políticos que buscan votos tras los «pasos» y unos espectadores que miran y aplauden o cambian de calle. Tal vez, por ese modo desviado de celebrarlas, las representaciones semanasanteras contribuyan a que las gentes se acostumbren al sufrimiento injusto, tan presente en la sociedad de antes y de ahora sin ver que a un paso del «paso» malviven muchos inocentes. 
Sería desolador si, al ver caminar por las calles la figura de un torturado por no seguir al rebaño de los rabadanes de turno, no despertara una pizca de pimienta en el paladar del que alegremente toma una caña o un vino en una terraza. Si no se preguntase a cuántos en el mundo les está pasando lo mismo en ese preciso momento y qué podría hacer para cambiar la situación. Lo mismo que oír las declaraciones de Concejales de Turismo felicitándose por la gran afluencia de turistas en estos «días de pasión» y lo bien que vendrá para la economía. ¿A que pasión se refieren y a qué economía?
En fin, ante tantas guerras, tantos exilios, tantas muertes, tantas palabras de odio, que hoy se dicen «sin complejos» y tanta pobreza, que el recuerdo de una muerte absurda e injusta, teatralizada en las calles empedradas de Ávila, suscite el deseo de resucitar entre todos un mundo más justo y más feliz. Un mundo en el que no haya excluidos por sus formas de vivir sino una hermandad de iguales y que el éxito de la Semana Santa abulense no se quede en el prurito de ser Internacional y que acudan muchos turistas y que estos sean de «calidad». Pereira prefiere decir con  Machado:
«Mi corazón espera,  
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera».