Una corta legislatura herida de muerte

J.M.F. (SPC)
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El último encontronazo entre JxCat y ERC puede ser definitivo y supone la cuenta atrás de unas elecciones que parecen inminentes

Una corta legislatura herida de muerte

Parece que Torra tiene los días contados como president después de que ayer sus socios de Govern le dejaran caer y le pidieran que se eche a un lado para no entorpecer el normal -si puede decirse así- funcionamiento de las instituciones catalanas. La frase, del jefe del Parlament, Roger Torrent, suponía, en cierto modo, su condena a muerte política, como jefe de la Generalitat y, muy posiblemente, como representante de la res publica, en una aventura que toca a su fin y que se inició cuando el que fuera su íntimo amigo Carles Puigdemont le ofreciera sucederle en el cargo, cosa que hizo el 17 de mayo de 2018. 

Era un absoluto desconocido en la Comunidad, un editor modesto y muy radicalizado -con insultos muy graves hacia los españoles, a los que llamaba «bestias taradas»- que había sido presidente de Òmnium Cultural tan solo cinco meses en 2015. Su principal mérito era la lealtad que profesaba a su antecesor. De hecho, nunca ocupó su despacho, dejándoselo libre al que consideraba públicamente como el auténtico president. 

Solo con esta introducción se puede entender cómo se ha llegado a la surrealista situación vivida ayer en la Cámara autonómica, con un Junts per Cat saboteando los Presupuestos que había pactado con su socio de Gobierno, que, a su vez, pedía que se echara a un lado un hombre que ha sido durante todo este tiempo para muchos la marioneta de Carles Puigdemont.

Por eso, la alargada sombra del exalcalde, que es el jefe de la Generalitat en la sombra, ha multiplicado los enfrentamientos con Esquerra, dado que las relaciones entre este y el líder de los republicanos son pésimas desde hace muchos años, sobre todo en el momento en el que el gerundense huyó a Bruselas días después de emitir la Declaración Unilateral de Independencia durante unos segundos. 

Y es que tres días antes de que Junqueras ingresara en prisión el 2 de noviembre de 2017, Puigdemont huía a Bruselas, lo que soliviantó a Esquerra, cuyas relaciones con Quim Torra fueron de mal en peor durante el tiempo que llevan gobernando juntos.   

La desconfianza ha sido la nota dominante desde que en mayo de 2018 echara a andar la Generalitat, estableciéndose por momentos una competición para ver qué partido era más independentista. 

El pacto entre el PSOE y Esquerra parece haber sido la gota que ha colmado la paciencia de Puigdemont, ya que sus órdenes eran una radicalización mayor y quería rentabilizar el sacrificio de Torra como jefe del Govern al ser suspendido por la Junta Electoral.

Desde antes del verano se intuía que iba a haber elecciones regionales, máxime cuando los republicanos tendieron la mano a Sánchez tras los comicios de abril. «Tenemos que hablar», fue lo que le dijo Junqueras a este. Pero no hablaron.

Ahora, la guerra es total, con un Torra que quiere vender el relato de que ha sido traicionado por sus socios y deberá dejar de ser president. Eso sí, tendrá difícil explicar por qué ha tumbado unos Presupuestos que llevan intentando sacar adelante desde hace tres años.      

El exdiputado está amortizado desde hace meses. Puigdemont dejó de confiar en él y apostó incluso por una sustituta en los inminentes comicios: Meritxell Borràs. 

Quizás solo falta saber la fecha de los comicios. Todo dependerá de que Junqueras pueda ser cabeza de cartel, ya que cuenta con un PSC que le ha lanzado diversos guiños.