Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Democracia imperfecta

07/03/2023

Me alejo de la política porque me da alergia; otros tienen alergia al pólen o a los pistachos, y se ponen muy malitos. Esto no quita que el pólen sea necesario y los pistachos muy ricos, como también puede serlo la política, pero si te da alergia, ni tocarlo. Pero lo que pasa en el mundo, o aquí en nuestra piel de toro o país de los conejos, aunque desde la mixomatosis se ven pocos, que a lo mejor se podía cambiar el nombre del país, llamado así por los fenicios que así la nombraron Sphania, a este pedacito de tierra, y tras pasar por los romanos, que siguieron llamándola Hispania y hasta hoy, vete a saber mañana, se la ha llamado España; pues lo que pasa no nos es ajeno, y nos afecta directa, indirecta o circunstancialmente.
Hemos pasado por tribus con un jefe, o colonizados por gente de fuera, o por señores con escudo, castillo y derecho de pernada, o por reyes casi absolutos, por emperadores, todos por la G. de D., como se ponía en las monedas, incluso en las de Franco, por dictaduras, militares o mixtas, por repúblicas, y hoy por democracias parlamentarias, con un rey como jefe de Estado, que no manda nada. El caso es que siempre manda alguien, los menos, y otros obedecen, los mas. Y parece ser que la democracia es la mejor forma de gobierno para un país, de todas las inventadas por el hombre, o la menos mala. Porque por fin ¡manda el pueblo! ¡toma ya! y yo sin enterarme. Oiga, explíquemelo, porque soy un analfabeto político, amén de otras cosas, y tengo tantas preguntas, que no sé por dónde empezar ¿cree que con diez minutos será suficiente? Me han dicho que hay parlamentarios que tardan mucho menos para tener sillón. Bien, como hay que empezar por algo, dígame ¿Qué es eso de que manda el pueblo? Pues verá. Todo el pueblo sí, pero no. Como todos es imposible, pues sería un guirigay, aunque en algunos sitios se intenta, cuando no son muchos, con eso de la mano alzada y contar a ojo de buen cubero, o también lo que llaman un plebiscito o referéndum para un tema concreto, como hacían en Atenas y hoy en Suiza, lo normal es la democracia indirecta; es decir, todos, en teoría, eligen a unos pocos y estos son los que mandan. Bueno, solo a partir de una cierta edad, aunque con doce años sepan mas que uno de cuarenta, exceptuando también a los locos (vete a saber) y los condenados con privación de voto. El voto en España es universal, es decir, votan, hombres, mujeres, mediopensionistas, blancos, negros, pobres y ricos, católicos y ateos, sanos y enfermos; vamos, casi todos que estén en lo que se llama censo electoral. ¿y a quien se elige? Pues para eso están los partidos políticos, pues en cuanto hay alguna idea genial que va a arreglar el mundo o este país, forman un grupo y de aquí un partido, con sus partidarios y sus ideas, acatando algunas normas, y también tienen un jefe, que es el que dice por votación interna o porque sí, quienes van a representarlos. ¿Y estos son los mejores, los mas listos, los que mas saben de política, los mas sensatos? Y ¡yo que se! A lo mejor son los mas guapos, los que levantan mas la voz, los que mejor saben hacer trampas, los mas mentirosos, los rácanos que se las saben todas, los que hablan bla, bla, bla, sin que se sepa que dicen, aunque digan hoy una cosa y mañana otra distinta; o no, y son al menos, honrados, honestos, puros, con dos carreras, tres másteres y cuatro idiomas. Y ya tenemos a quien elegir, a los que ya han sido elegidos por sus partidos. Y se convocan elecciones, después de cumplir los candidatos una serie de requisitos, mas bien burocráticos, se les hace una foto para un cartel de propaganda, y ¡hala! a hacer campaña, a la que siempre van los suyos y nadie mas; a hacer promesas y promesas, que después resulta que son mentiras o imposibles. Y a votar, de forma voluntaria, que contabilizados vienen a ser un 30, un 50 o un 70 por ciento, de todos los convocados. ¿y el resto? ¡ah! Que hubiesen votado, y que después no se quejen. De los resultados, según la norma D'Hondt que premia a las minorías, surge la mayoría parlamentaria, regla suprema de la democracia, mandan los que mas votos tienen, aunque se junten piezas como Frankenstein. ¿es esto justo? ¿la mayoría tiene siempre la razón y ser poseedora de la verdad? Pues no, ya que no es una regla científica. De ahí que se intente corregir con la división de poderes en equilibrio inestable: el legislativo, formado por los representantes del pueblo, para hacer leyes. El ejecutivo, vamos, los que mandan salidos de las urnas y que forman una mayoría respecto al resto de partidos, y que son los que aplican leyes aprobadas, y que antes las han parido ellos en petit comité, y nos quedan otras cien leyes o decretos-leyes, que es lo facilón, hasta fin de año. Y el judicial, formados por jueces que no deberían estar contaminados, para que actuasen con imparcialidad. El caso es que estos tres poderes están hoy en un totum revolutum, por lo que la teórica democracia está también contaminada, con una imperfección inaguantable. Y de nada sirven los comentarios hablados, escritos o televisados, a veces muy duros, que no se si los leen los interesados o les importa un rábano lo que digan. Pero ¡todo esto por la convivencia! ¡todo por la paz social!  ¡ya se arreglará en próximas elecciones! aunque vuelva a la paja el burro. Y yo me pregunto ¿es que no hay otros valores, superiores a la paz?