Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Un té con ellas

19/03/2022

Me gusta tomar el té con mis amigas, las de papel y tinta, y chismorrear con ellas, sentada en el sofá, calentita y a veces hasta con una manta. Otras veces al aire libre, abanicadas por los árboles mientras las palabras fluyen como las olas del mar cercano. Dialogar con ellas ensancha mi mente, amplía mis horizontes y me da nuevas perspectivas en la vida. Algunas llevan toda la vida conmigo y espero que no nos separemos jamás, pero cada vez son más las voces que se unen a mis sesiones de cotilleo de la hora del té. Bienvenidas sean todas ellas y lo que habrán de regalarme.
Con J. K. hablo de magia y, de vez en cuando, también de las heridas que deja la guerra en los combatientes. Elvira, que prefiere los tintos de verano, solía hablarme de la infancia, pero con el tiempo pasamos a hablar del día a día y de Nueva York. También conocí muy pronto a Jane, que es muy escrupulosa con cómo tomamos el té, pero a veces creo que es por pura ironía, la misma con la que me habla de la sociedad de su época. Agatha apareció relativamente pronto, con ella todo son enigmas, misterios y siempre es capaz de sorprenderte. Más tarde vino Virginia, que cada vez es de una manera. En su habitación propia, tan pronto hablamos de perros, señoras o escritura para, sin más, hablar de la guerra, de la degradación del final… 
Con Rosamunde viajé a Inglaterra y de su mano he llegado a bellos lugares insospechados. También es un placer llamarla cuando necesito calma, valorar las pequeñas cosas de la vida. A Elisabeth Jane hace menos que la conozco, sin embargo me ha acompañado en momentos que todos recordaremos. A Zadie la conocí en una librería en Londres y me habla de las diferencias que se pueden vivir siendo de distinta raza. Lo mismo que Chimmamanda: conocerla fue una experiencia transformadora, ella no solo me habla de la diferencia, también me narra la vida en lugares que no conozco pero que ya siento cercanos. La primera charla con Sahar fue una experiencia muy dura, de esas que te cambian por dentro.
Siri siempre aparece cuando más le necesito, me recuerda quién soy y hacia donde quiero ir y charlar con ella de arte y neurociencia es una auténtica maravilla. Rosalía me habla en gallego y parece que la entiendo; Emilia, sin embargo, lo hace en castellano, aunque alguna palabra en  esa lengua se la escapa de vez en cuando. Con Susanna todo puede pasar, tan pronto hablamos de magia como atravesamos mansiones imposibles, mientras que Donna viene solo una vez cada diez años, pero llena mis días de arte y misterio, me tiene siempre pegada a la silla. Fran es la risa constante, Deborah las ganas de pensar y Laura el surrealismo. con Jhumpa vuelvo a la India, Chiki tiene un cofre de historias que siempre está dispuesta a compartir, Joan me habla de lo que pasa tras la muerte de un ser querido, Joyce siempre es entretenida pero nunca es igual, Irene me habla de literatura, Amélie me cuenta la versión adulta de los cuentos de toda la vida, María de las mujeres del campo, Carmen de Nada…
Cada una tiene una manera de ver la vida, de mostrármela, una voz distinta y alguna de ellas ha pervivido al paso del tiempo. En ellas encuentro nuevas visiones, maneras de enfrentar la vida, de contarla y de vivirla. Llevan años a mi lado, pero ahora recurriré más a ellas. A fin de cuentas en los tiempos difíciles necesitas buenos consejeros.