Editorial

Aliento al pueblo ucraniano ante una guerra que no vislumbra su fin

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Este viernes, 24 de febrero, se cumple un año desde que Rusia iniciase su intento de ocupación de Ucrania, que ha derivado en una guerra incruenta, que ha provocado miles de muertos y millones de refugiados ucranianos, que han tenido que abandonar sus hogares y huir a otros lugares de su país o a otros países europeos para poner a salvo su vida.

Un puñado de esos refugiados (144 exactamente) que un día decidieron dejarlo todo, muy a su pesar, para garantizar su seguridad y la de su familia, siguen estando entre otros, intentando recuperarse del shock que los ha supuesto esta guerra y con el deseo, en la mayor parte de los casos, de regresar a su país, a sus hogares, y poder retomar el contacto directo con sus familiares y amigos que o bien no pudieron huir o bien decidieron permanecer allí para defenderse de ese ataque ruso. En muchos casos, esos seres más allegados ya no están, han perdido la vida defendiendo a su país o porque no tuvieron la misma suerte al intentar escapar de esta guerra.

Tras un año de conflicto, el futuro que se vislumbra ofrece más sombras que claros, y nada apunta a que se pueda resolver a corto plazo. Los movimientos internacionales, minuciosos, cada vez implican a más países; todas las grandes potencias están posicionándose, y la demanda de ayuda externa por parte de Ucrania cada vez es más intensa, mientras que Rusia también busca a sus aliados. Todas las actuaciones deben ser medidas de una manera escrupulosa para no alterar más aún un conflicto que va más allá de las fronteras rusas y ucranianas.

Hoy la amenaza de un posible ataque nuclear está sobre la mesa, con todo lo que eso representa, y eso obliga a ejercer la diplomacia internacional con total sabiduría, sin ceder a los chantajes, pero tampoco activando provocaciones que puedan hacer que la guerra adquiera unos tintes mundiales. Todo se mueve sobre un alambre.

Mientras eso ocurre, en nuestro núcleo más próximo el foco se debe poner en atender a esos millones de ucranianos que han decidido huir y hoy están entre nosotros, intentando buscar una estabilidad para encauzar su futuro. Entidades como Cruz Roja están realizando una labor fundamental para que estas personas puedan integrarse en la sociedad, cubriendo sus necesidades más básicas, abriendo la puerta para que los niños y jóvenes puedan continuar con su educación y que los adultos puedan adaptarse a estas comunidades que les han acogido, esperemos que de forma transitoria. Ojalá este mal sueño que están viviendo sea pasajero, y puedan regresar su país, a sus hogares, que es el principal deseo de la mayoría. Pero mientras eso ocurre, debemos realizar todos los esfuerzos posibles para hacer su estancia lo más agradable posible y conseguir que encuentren ese aliento, ese apoyo, que tanto necesitan en estos momentos para hacer frente a la dura vivencia por la que están atravesando los ciudadanos ucranianos. Esa generosidad debe mantenerse en el tiempo.