Las cien velas de Sole Jiménez

P.P.J.
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Aunque no pudo cumplir el sueño de ser bailarina, esta vecina de Múñez sigue emocionándose cuando escucha un pasodoble y también al sentir el calor de su familia en su cien cumpleaños

Las cien velas de Sole Jiménez

Un Siglo. Un centenario. Soledad Jiménez Jiménez ha cumplido este 16 de octubre cien años de edad. Lo ha celebrado en la localidad de Múñez (Muñana), rodeada por algunos de sus familiares, hijos, nietos y biznietos.

Que la hubiese gustado ser bailarina, le confesó a su nieta días antes del evento. Sole se movía como la seda en sus años de juventud. Aún hoy no puede evitar saltar del sofá para bailar cuando oye un pasodoble o una jota; aunque sus piernas ya no puedan aguantar el peso de la edad ni los pies para acompañar el ritmo de la música. En casa tiene guardado el premio de pasodobles que Ignacio y ella ganaron en octubre del 84. A ambos les apasionaba el folclore castellano, por eso en esa casa nunca han faltado los bailes, las canciones, las jotas, los pasodobles, Manolo Escobar, Lola Flores, Marisol…

Pero Sole, la mayor de tres hermanas, pasó toda su vida trabajando en el campo, primero con sus padres y después con su marido -Ignacio- con quien se casó con 20 años. El campo, su pueblo, Múñez, es el lugar al que quiere volver siempre que puede. Donde se siente segura, libre, ella. Es su refugio. A Sole no le hace falta estudiar Ingeniería Agroalimentaria porque ella ya sabe en qué fase lunar hay que sacar las patatas de la tierra. Tampoco tiene un Cordon Blue, pero hace las mejores patatas revolconas que probaréis jamás. Y habréis probado muchas.

La suya ha sido una vida de mucho sacrificio y lucha por sacar adelante a cinco hijos, aunque de la mayor tuvo que despedirse hace unos años. Tres años después de fallecer su compañero de vida –Ignacio-, tuvo que decir adiós a su hija mayor. Y para ella siguió la vida, o la vida siguió, sin más, aunque ella no quisiera.

Sole es madre de cinco hijos y abuela de 11 nietos, 12 biznietos y 2 tataranietos. Y ni el Covid, ni si quiera aquel catarro por el que tuvieron que ingresarla hace unos meses, o aquella caída tonta al sentarse, pudieron con ella. Sole se levanta cada mañana con sus ya 100 años, se prepara un vaso de leche con cacao, una tostada con mermelada, se "avía" -como dice ella- y a dar un paseo. Porque en eso consiste la vida, hasta el final. En vivir y en sentirse vivo.