El antiguo Egipto deja su huella en el Museo de Ávila

D. Casillas
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La arqueóloga Gema Menéndez presentó ayer la nueva 'Pieza de otoño' de la institución, un conjunto de figurillas funerarias que fueron creadas para que trabajaran para quien las encargó una vez que este falleciese

El antiguo Egipto deja su huella en el Museo de Ávila

Una conferencia a cargo de Gema Menéndez, egiptóloga, arqueóloga y profesora de la Universidad San Dámaso de Madrid, sirvió este jueves al Museo de Ávila para presentar oficialmente al público su 'Pieza de otoño', un programa expositivo siempre de interés que para esta ocasión ha escogido un conjunto de estatuillas funerarias del Antiguo Egipto que llegaron a la institución cultural abulense, dependiente de la Junta de Castilla y León, dentro del conjunto enorme de piezas que formaban parte de la colección del Marqués de Benavites.

En su charla, titulada 'Shabtis. Sirvientes para la otra vida', la ponente recordó que esas figurillas de pequeño tamaño «forman una parte muy importante del ajuar funerario, y es curioso ver como a través de ellas el Museo de Ávila se encuentra inmerso en el mundo funerario egipcio, algo que nos ha llamado tanto la atención porque en principio uno no se espera encontrar piezas de esa procedencia en un Museo de estas características».

Estas estatuillas, «que llegan a Ávila de manos del marqués de Benavites a finales del siglo XIX, y que a comienzos del siglo XX fueron cedidas al Museo», son «piezas muy interesantes porque son originales, no copias».

Como dato curioso y novedoso, explicó Gema Menéndez, «he encontrado algunas hermanas de estas shabtis del Museo de Ávila en otros museos de Europa, como en el Petrie de Londres, en el Museo de Bolton y en el Museo de Liverpool, es decir, que hay piezas que pertenecieron al mismo propietario con su nombre y su título en otros museos del Reino Unido, y esto creo que es muy interesante».

Este tipo de figurillas, continuó explicando la ponente, «no suelen ir solas en las tumbas sino en grupos, a veces hasta en conjuntos de 365 piezas, una para cada día del año, y su destino era ayudar al difunto en el 'más allá'; ocurría que éste pensaba que tras su muerte iba a tener que seguir trabajando los campos de la misma manera en que los trabajaba en vida terrenal, pero como allí no quería  molestarse en ponerse a trabajar más, y tenía poder económico suficiente, encargaba esos shabtis para que llegado ese momento formasen una cuadrilla de trabajadores a su servicio, cada uno con su azada, con su saquito de semillas, etc».

Alguna de esas figuritas funerarias, que pueden situarse entre los años 1.200 y 30 antes de Cristo, aproximadamente, «están decoradas con jeroglíficos, otras no, y en ellos lo más normal es que se ofrezca el título y el nombre del propietario, el cargo más importante que ejerció en vida; las que tienen un texto más largo incluyen además una especie de conjuro o ensalmo que proviene del Libro de los Muertos, que en realidad lo que hacía era como una fórmula mágica para hacer a la estatuilla revivir y que trabajara para el difunto en el más allá».