Luis Miguel Torres

Velay

Luis Miguel Torres


Tensiones

06/03/2021

La tensión política se ha mantenido soterrada durante toda la pandemia y ahora, con los primeros atisbos de esperanza, emerge con nervio en una serie de movimientos que afectan a los principales partidos de Castilla y León, que genera un escenario de zozobra inédito y que marcará lo que queda de Legislatura.  
Decía el político italiano Giulio Andreotti que el poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene. Por eso, son más incomprensibles los movimientos de Génova para agitar el proceso congresual del PP de Castilla y León. La cosa, como saben en Ávila y Segovia viene de lejos, pero no creo que como se ha dicho Teo G. Egea quiera moverle ahora la silla a Mañueco. La sacudida tiene que ver con la idea de construir un nuevo modelo de partido, más parecido al actual de Ciudadanos, en el que las organizaciones regionales pierdan autonomía para que Madrid decida todo, especialmente, las listas electorales que es donde se juegan las lealtades. Para ello, deben quitar primero capacidad a los barones regionales y situar en las provincias peones más afines que en el futuro consigan los compromisarios necesarios para cambiar la actual estructura.  
Las suspicacias entre María de Molina –sede del PP de Castilla y León– y Génova vienen de largo y se hicieron evidentes ya en febrero del año pasado con el primer intento de defenestrar al gerente regional Pedro Viñarás, mano derecha de Mañueco en el partido, decisión que finalmente se ejecutó en agosto. Sabían que moviendo al primer fontanero, podían controlar toda la fontanería. Pese al enfado por esta «puñalada innecesaria», los de aquí siempre han mostrado una disposición a negociar con Egea candidaturas de consenso en las provincias que permitieran presentarse como un partido unido con Vox comiéndoles terreno en toda España. Se daba por descontado que en un par de provincias habría más de una lista, pero la eclosión del movimiento crítico en Salamanca, que en la sede regional daban por desactivado hace unas semanas, puede hacer más difícil esa voluntad integradora. No obstante, hay que recordar que las intervenciones genovesas no se caracterizan precisamente por sus éxitos electorales.  
Esta agitación interna en el PP se suma a la preocupación de algunas organizaciones provinciales y cargos intermedios que no terminan de estar cómodo con la rigidez en la gestión y la comunicación de las medidas de la pandemia que creen que está alimentando a Vox. Se quejan del elevado poder del vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, y la consejera de Sanidad, Verónica Casado y la poca capacidad de los consejeros económicos para servir de contrapeso. La sucesión de intervenciones sobre la desescalada ha sido un ejemplo paradigmático de lo que critican y denota, de paso, sensibilidades diferentes de cómo gestionar las cosas en el seno del Gobierno.  
Esta posición del vicepresidente y la consejera tampoco se termina de digerir bien en la parte oficial de su propio partido, Ciudadanos, que también cuestionan lo que consideran un ambiente de bronca permanente con sectores diversos como los sindicatos y empresarios. Algunos en la formación naranja insisten en que, para que el partido resurja de lo que creen que ya son casi cenizas, Igea no puede ser su referente y que, mientras ocupe todo el espacio político, no es posible visibilizar ni las propuestas de su partido ni a sus nuevos líderes.  
Y en esto, suenan tambores de moción de censura por parte del PSOE en un intento por dar más visibilidad al principal partido de la oposición, objetivo que sin duda han conseguido. No creo que el anuncio tenga que ver con el liderazgo de Luis Tudanca, que antes de la pandemia pudo estar en cuestión. De presentarse, que está por ver, no sería tanto contra el PP sino contra Ciudadanos, es decir, con la intención de poner a buena parte de la formación naranja en el espejo de sus contradicciones y, quizá, deseos: dar paso a nuevos liderazgos y desprenderse de incómodas herencias.  
Habría que recordar a los socialistas, que llevan ya quince días con la moción en la boca, que la creación de expectativas genera ilusiones, pero alimentar esperanzas que no se cumplen causa frustraciones y desencanto. Y esto es válido para el resto de actores que están en expectativa.