Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


No me pises que llevo chanclas

22/02/2022

Nadie hubiera podido acertar –ni Tezanos– que el resultado electoral en Castila y León de hace poco más de una semana provocara todo lo que se ha liado incompresiblemente en el partido ganador de unos comicios a los que les queda aún muchas semanas para formar un gobierno autonómico que dure cuatro años.  Lo sucedido en Madrid –no puede abstraerse– va a tener trascendencia en lo que acontezca en las negociaciones que ayer comenzaron para votar al único que puede ser presidente autonómico. Mientras las dudas –en contenidos, estrategias y personas– se mantengan en la dirección nacional del partido popular las exigencias de los partidos regionales van a condicionar cualquier acuerdo, no siendo descartable que al unísono quieran forzar, ante esa aparente debilidad, una repetición electoral.
Veremos cuál es la opción definitiva que se elige para dar la solidez de gobierno pedida y no conseguida en la campaña electoral, pero si la única opción numéricamente posible –PP-VOX– que han dejado las urnas no se culmina de una u otra manera satisfactoria, el Partido Popular debe ser consciente de que en apenas un año puede perder alcaldías y diputaciones provinciales que hoy gobiernan, bien porque los votos azules se tiñan de verde, bien porque esos mismos votos verdes se entreguen a otras formaciones. Este puede ser el escenario de la Capital de Ávila donde los resultados han convertido a Por Ávila en la fuerza más votada y aunque necesitaría, de repetirse resultados, el concurso de otra (Vox fue cuarta) para retener el sillón municipal, ya han anunciado que no son partidarios de hacer ningún cordón sanitario a la formación ultranacionalista y populista por evidentes razones de sintonía en contenidos y formas.
Esta cuestión del pacto o acuerdo entre las derechas –la mas liberal y centrista con la más radical y reaccionara– no es pacífica en el seno de un Partido Popular cuyo principal problema ahora es una subsistencia que dependerá de inmediatas decisiones internas y del acierto en las próximas urnas. Pretender que no se hable de ello no resuelve un problema que esta vez no ha originado ningún adversario político, que esperan sentados a ver pasar el cadáver del enemigo, como dice el refrán. 
En la pasada campaña electoral todas las formaciones tuvieron la presencia de los más destacables dirigentes de cada una de ellas a modo de reclamo para unas urnas decisivas, y bien que lo han sido. Ávila fue una de esas plazas de acogida donde Casado y Ayuso (ambos íntimamente ligados con Ávila) ejercitaron sus cualidades mitineras. La madrileña-sotillana, menos asidua, al aire libre en plena plaza de Adolfo Suarez exhortó a los asistentes a elegir la libertad –no tener miedo– y no renegó de una alianza –insinuada incluso antes de saberse los resultados– con el partido Vox. Ambos mítines contaron con notable asistencia de un público, si bien en el caso de Ayuso me sorprendió, como hacía tiempo no había visto en ningún líder político –generalmente desprestigiados–, el fervor, la excitación y entusiasmo que desprendía por igual entre hombres y mujeres. 
A finales de los ochenta el grupo agropop  No me pises que llevo chanclas hizo popular la letra de la canción:«Y tú, ¿ de quién eres? De Marujita…, de Josefita…, de Miguelina…» No parece ni oportuno, ni conveniente que sigan pasando días, semanas o meses con el estribillo de esta cantinela instalada mientras se negocia un gobierno regional o se tiene que decidir estrategias y candidatos para unas elecciones municipales que están a la vuelta.