Francisco I. Pérez de Pablo

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Francisco I. Pérez de Pablo


Ávila rodeada de AVEs

26/07/2022

«Casi perdida entre la niebla del crepúsculo y encerrada dentro de sus dentellados murallones, la antigua ciudad, patria de Santa Teresa, Ávila, la de las calles oscuras, estrechas y torcidas, la de los balcones con guardapolvo, las esquinas con retablos y los aleros salientes. Allí está la población, hoy como en el siglo XVI, silenciosa y estancada», escribió en 1864 el poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Era la crónica de la inauguración en San Sebastián de la línea ferroviaria del Norte por la reina Isabel I que pasaba por Ávila. El ferrocarril había cambiado la forma de ver paisajes y ciudades.
   Cuando la semana pasada Burgos estrenaba su AVE (90 min. de viaje a Madrid) y la infraestructura –no aún la rapidez– llegaba a Extremadura (Cáceres y Mérida, entre otras), Ávila quedó tan rodeada de AVEs –por sus puntos cardinales– como aislada ferroviariamente. La irrupción de la marca comercial AVE –alta velocidad– suponía que el territorio a donde llegaba se desarrollaría más favorablemente, estaría en la vanguardia tecnológica y su avance sería más dinámico. No todas las localidades por donde pasa y para el AVE han tenido la evolución pretendida ni en su economía, ni tampoco en sus estadísticas poblacionales, pero lo que no cabe duda es que quien no tiene comunicaciones férreas rápidas, sí, se encuentra fuera de todo progreso. Es el caso de Ávila
Desde que hace 30 años se estableciera el primer AVE (Madrid-Sevilla) y comenzara el diseño ferroviario Ávila quedó sentenciada. Lo saben bien los abulenses que, aunque abrigaron alguna esperanza en el Gobierno de Aznar donde se llegó a trazar una lanzadera (ninguno de los gobiernos anteriores o posteriores del PSOE tuvieron el más mínimo interés en poner parada en Ávila), no solo no se consiguió que Ávila se subiera a la alta velocidad, sino que la línea convencional lógicamente se desatendió y hoy es una lacra que va en detrimento y descrédito de una ciudad patrimonio protegida por la Unesco, lo que la hace estar día tras día en clara desventaja.
Cuando alguien pretende analizar sociológicamente el voto de los abulenses en la capital se atiende a todo tipo de motivos y argumentos (candidatos, programas, etc.), pero no se atiende a la realidad, manteniendo así una venda sobre los ojos. La verdadera causa y origen de lo que las urnas han venido reflejando en los diversos comicios está estrechamente vinculado con el tren, pues no en vano el tren es decisión y voluntad política. Los abulenses llevan 30 años cabreados y de momento no han perdonado electoralmente que en los políticos en que más confiaron les defraudaran cuando el tema del AVE estaba en la mesa del consejo de ministros donde se sentaban representantes electos por esta provincia dando lugar, con ello, a un excesivo e inmerecido agravio. 
Hasta ahora todo han sido dejar pasar el tiempo con buenas intenciones o no tan buenas y promesas reiteradamente incumplidas que están dejando un paisaje desolador en una estación, antaño esplendorosa por el tráfico que albergaba, y que hoy no pasa de ser un noble apeadero. Todo ello ha generado un permanente clima de total resentimiento para una tierra que ha aportado a la democracia española mucho más de lo que ha recibido. 
El próximo jueves 28 de julio el presidente autonómico ha anunciado que pretende tratar con el presidente del Gobierno la conexión ferroviaria de Ávila. No debería venirse de vacío, pero no solo de él depende. Mañueco que tiene un especial sentir con Ávila y sus necesidades puede querer conseguir enmendar lo que su propio partido y su antecesor no supieron forjar en épocas anteriores y que es por lo que en Ávila el voto más que útil sigue siendo de castigo (lo elegido tampoco propicia mejora alguna en este asunto).  
No confío demasiado en el resultado final de ese encuentro pues hay una evidencia incontestable y es que el operador ferroviario no tiene proyectado ningún AVE para la Capital que más cerca vive del cielo. Todo pasaría por integrar a Ávila en una red de cercanías con un diseño competitivo en frecuencias y tiempos de viaje con Madrid (45 minutos). España, menos aún Castilla la Vieja, no se puede permitir que esta Ciudad Patrimonio de la Humanidad por excelencia, a 100 km de la Capital del Reino y rodeada por AVEs, tenga a la humanidad a más de dos horas de trayecto en tren.