Escritores de todo el mundo «se han reconocido en Ávila»

D. Casillas
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Sonsoles Sánchez-Reyes recuerda cómo grandes narradores y poetas de todas las épocas plasmaron en su obra la pasión y admiración que sintieron por esta tierra

Sonsoles Sánchez-Reyes, profesora de la Universidad de Salamanca en Ávila, ofreció, dentro del ciclo 'Café cultural' que organiza la propia USAL, una conferencia para la que eligió el tema de 'Avila en la literatura', componiendo para la ocasión un discurso que fue un acercamiento a la forma en la que grandes escritores de todos los tiempos se han aproximado a nuestra ciudad, casi siempre rindiéndose a uno o varios de sus muchos atractivos (a veces coincidentes, a veces no), a través de sus novelas y poemas.

Demostrando no solamente su gran conocimiento del tema, sino también su amor por la literatura y también y especialmente por «esta tierra en la que hemos dado tierra a nuestros seres queridos, hemos amado, hemos soñado, hemos aprendido, hemos asentado lo que llamamos hogar», Sonsoles Sánchez-Reyes afirmó que «cedo mi voz a esos escritores, para que nos presenten Ávila mediante la palabra desnuda, y den forma a este concepto entrañable, verbo y materia, que siempre es más esquivo de delimitar para quienes, día a día, lo observamos desde su interior».

Tras esa introducción, en la que también afirmó que esos escritores que eligieron a Ávila como protagonista de sus obras «son plenamente conscientes de que nuestra ciudad, en su pequeño tamaño, encierra un gran misterio que se esfuerzan por desgranar», la ponente fue recorriendo esas miradas que grandes maestros de la palabra han dedicado a esta tierra, comenzando por Gonzalo de Berceo, que en su obra Vida de Santo Domingo de Silos (del año 1236) «relata el traslado de los restos de los santos Vicente, Sabina y Cristeta de la ciudad de Ávila al monasterio de san Pedro de Arlanza, en Burgos, en 1062».

El impresionante y muy bien hilado despliegue de referencias literarias que regaló Sonsoles Sánchez-Reyes a su auditorio, reunido en torno a un café en el restaurante La Bruja, continuó con el Cancionero musical de Palacio (de finales del siglo XV y principios del XVI), que recoge el célebre villancico anónimo En Ávila, mis ojos (un referente de la lírica española por su intensidad y su capacidad de condensación), para continuar con un abulense contemporáneo y universal como fue José Jiménez Lozano (a quien Ávila le parecía Constantinopla), con el maestro de austeridad formal que fue Azorín, para quien esta ciudad era «una Atenas gótica», y con el no menos maestro Miguel Delibes, que veía a la ciudad amurallada como «una pequeña Jerusalén» a la que eligió para situar la primera parte de su primera novela, La sombra del ciprés es alargada.

el cielo de ávila. Otros autores que plasmaron en sus escritos su admiración, pasión o devoción por esta tierra, siguió explicando la ponente, fueron Gabriela Mistral (dijo que el cielo de Ávila «en un día limpia los ojos del mal mirar»), Gregorio Marañón («Gredos es algo extraordinario; es la suma de todas las cosas sanas y admirables que encierra el clima de montaña»), Enrique Larreta en La gloria de Don Ramiro, Cela («esta ciudad de cuarta y media no cabe en la Historia»), Unamuno («parece una ciudad musical y sonora»), García Lorca («Ávila es una ciudad de ensueño y poesía. Todos deben sentirse débiles en esta ciudad de formidable fuerza»), Galdós (las estrellas «se ven en Ávila más claras que en ningún otro paraje del mundo») o José Agustín Goytisolo (con un poema titulado Nocturno de Ávila).

El despliegue de narradores y poetas que demostraron su pasión por Ávila, en ese discurso enriquecedor que también ayudó al auditorio, y no poco, a ahondar más en una ciudad que ya conocen muy bien, continuó con Gustavo Adolfo Bécquer (quizás su poema Volverán las oscuras golondrinas se inspirase en los vencejos que se enseñorean junto a la Muralla), Pío Baroja, y de nuevo Unamuno (y su «Ávila la casa») y Cela («Ávila es un mundo delicado y durísimo, como el brillante, que no se entrega con facilidad, que pasma al punto pero que tarda en desnudar su corazón»)... y José Zorrilla.

Destacó también la admiración que por Gredos sintió y expresó el Nobel norteamericano Ernest Hemingway (llegó a afirmar que «procedo de Barco de Ávila» y regaló el protagonismo de uno de los personajes de Por quién doblan las campanas a un barcense de ficción), zona a la que también dedicaron loables palabras Unamuno (definió a esa sierra como «santa montaña, roca desnuda, corazón de España»), José Somoza y Alejandro Dumas padre.

Volviendo sobre la capital, el discurso de Sonsoles Sánchez-Reyes incluyó a José Luis López Aranguren («Ávila es para mí como mi madre»), Carmen Conde (gran admiradora de santa Teresa), Leopoldo Panero, Jorge Ruiz de Santayana («ciudad que es toda grandiosidad y granito»), la irlandesa Kate O`Brien (la ciudad le fascinó y la visitó muchas veces), Emilia Pardo Bazán y Concha Espina.

Un espacio especial fue el dedicado, en buena lógica, al gran poeta modernista Rubén Darío, que encontró el amor de su vida en la joven abulense Francisca Sánchez, natural de Navalsauz, a quien visitó en esa localidad (viajó a lomos de burro desde la capital hasta aquel pequeño pueblo en la montaña de Gredos) y a quien dedicó el intenso poema titulado A Francisca.

La charla de Sonsoles Sánchez-Reyes, que además de aportar toda esa información sobre unos escritores que «se reconocieron en el espejo de Ávila» supo contagiar a sus oyentes de la pasión que transmitía, acabó agradeciendo a la USAL la oportunidad que le había dado y al público su presencia allí, y reivindicando la implicación de los abulenses con su ciudad porque «cuanto más conozcamos nuestra herencia, más la querremos y cuidaremos, más fuertes seremos, más dignos de ella, más sabremos hacia dónde encaminar nuestro pasos comunes».