«La felicidad es la ausencia de dolor, nada más»

David Casillas
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El periodista y novelista Pedro Simón, cuya obra ha conocido importantes éxitos en ambos campos, participó ayer en el ciclo Literarios de Fundación Ávila hablando de su última novela, 'Los incomprendidos', en la que indaga en los problemas

Pedro Simón, periodista de larga trayectoria reconocido con importantes premios (Ortega y Gasset 2015, Mejor Periodista del Año de la APM en 2016 o el Rey de España en 2021) que saltó al mundo de la novela consiguiendo de inmediato igual éxito (Los ingratos, su segunda novela, consiguió en Premio Primavera 2021), participó este lunes en el ciclo Literarios que organiza Fundación Ávila y coordina Gemma Orgaz. En su conferencia, titulada 'Los ruidos del silencio', se centró en el contenido de su última novela publicada, Los incomprendidos, una obra dura y sincera en la que bucea en la realidad de una familia en apariencia normal pero en la que laten pequeñas o grandes desgracias que se mantienen soterradas, al acecho.

Bienvenido a Ávila.

Gracias, es una pasada haber sido invitado a participar en un ciclo literario que ha contado con escritores de mucha altura, y tengo que decir que en comparación con ellos me siento muy pequeño. Además estoy muy contento porque Ávila es una ciudad que me gusta, una ciudad a la que voy de vez en cuando como el típico guiri madrileño que va a pasar un fin de semana, y eso aporta algo más.

La aparente contradicción de las palabras del título de la charla, 'Los ruidos del silencio', es cuando menos tentadora.

La charla se centra en Los incomprendidos, una novela que habla de la incomprensión familiar. Es un libro destilado después de hablar con muchos amigos en sobremesas en las que, a determinada edad como la que vamos teniendo, compruebo que siempre acabamos hablando o bien de nuestros problemas de salud o bien los hijos, y si son hijos en la edad adolescente hablamos con más pasión, con más frustración, con más incomprensión.

Y en el caso de Los incomprendidos, ¿cuál de esos sentimientos predomina?

En esta novela se cuenta la historia de una familia de clase media bien que tiene una hija adolescente y un hijo pequeño, en la cual late una tragedia, un trauma del que no se quiere hablar; no se quiere hablar de ninguna de las cicatrices que hay en la casa, y todo esto lo va enfangando todo. El libro se mueve entre el silencio, las incomprensiones, la culpa y la gestión del trauma.

Dice usted en el libro que «vivir consiste sobre todo en adaptarse», ¿no es esa poca aspiración vital?

Yo creo que la felicidad es la ausencia de dolor, nada más que eso, y es algo que comprobamos cuando nos sucede algo terrible y miramos simplemente al día anterior y vemos que nos estábamos quejando sin motivo. Vivimos como si derrochásemos felicidad, como si la despilfarráramos, y te das cuenta de que la felicidad es que no te duelan las muelas cuando te están doliendo, te das cuenta de que estabas siendo feliz porque no tenías una otitis justo cuando la sufres, pero justo antes no eras consciente de ello, no valorabas esa felicidad.

O sea, que eso de la felicidad es según se mire. 

Sí, eso creo, y mi estándar de la felicidad es bajito, pongo el listón muy bajo, con que no nos duela nada creo que a veces puedo decir que somos felices. Cuando viene el dolor de golpe nos damos cuenta de dónde nos estamos batiendo.

¿Somos ahora más infelices que antes porque parece que nos exigen ser felices siempre y que si no lo conseguimos es un fracaso, una incompetencia personal?

Creo que así es, y especialmente en casos como el de la chica adolescente de la novela, que se llama Inés. Cuando se tiene una personalidad aún no formada y la autoestima está aun por mejorar, todo eso de la mirada del otro que te demanda constante felicidad y constante éxito, que no te permite estar triste, es tremendo, es como la nube de la pantera rosa que te va persiguiendo allá donde te muevas. El padre de la novela reflexiona sobre qué adolescencia es más complicada, si la de nuestros hijos o la que fue la nuestra, y considera que es más difícil la de ellos, algo que yo también  pienso. Creo que esa permanente demanda de felicidad y de alegría a la que estamos sometidos es en realidad terrible; hay una frase de Inés en la novela en la que dice que "la adolescencia puede ser un infierno, basta con el cielo de los otros", basta con que tú a los otros te los imagines muy bien, con más amigos, con más alegría, con más que felicidad que a ti, aunque sea mentira y a priori tu no estés nada mal, para que tu vida la consideres una birria, y eso es algo terrible que creo que en nuestra época no era así.

¿Quizás porque vivíamos menos presionados por lo que ocurría a nuestro alrededor?

Las cosas eran hace unos años más sencillas, y por eso pongo mucho mérito en los adolescentes de hoy. Se les califica muchas veces como 'ninis', se les maltrata y se habla mal de ellos, y creo que es más peligroso hoy en día todo ese cenagal líquido que tiene que ver con la mirada del otro que un parque de la periferia urbana con jeringuillas en los años ochenta del pasado siglo, porque aquello era más evitable, más eludible, más obvio, pero esto de ahora es mucho más sinuoso, más sutil, más complejo de abordar.

¿La familia puede ser un refugio o un infierno soterrado?

Hay muchos infiernos ocultos en el ámbito familiar. Estoy convencido de que todos los lectores de Diario de Ávila podrían ser protagonistas de una novela o de un reportaje, sólo se tiene que dar la condición de que quieran contar la parte de su vida que da para una novela o un reportaje; tú sabes qué parte de tu vida da para eso, lo que pasa es que no estás dispuesto a contarlo en público.

Y de eso va la literatura de verdad, de desnudarse, de contar cosas que nos afectan a todos. No hablo de contar vidas que sean iguales que la tuya, pero sí de vidas en las que se comparten los mismos miedos, las mismas dudas, las mismas soledades..., y cuando algo te interpela de ese modo tan salvaje que piensas que están hablando de ti es que la cosa está funcionando.

¿Cree usted que hay mucha diferencia entre el periodismo y la novela a la hora de contar cosas o que están más cerca de lo que parece?

Yo creo que el periodismo básicamente va de eviscerar al que tienes delante, que es lo que tú estás haciendo conmigo en esta entrevista, pero la novela va de eviscerarte tú ,y eso es más complejo, tiene otro coste emocional. Otra diferencia es que cuando escribes un reportaje o haces una entrevista te sientes como un pequeño esclavo, porque no puedes cambiar lo que yo voy a decir ni puedes cambiar la vida de esa madre con tres hijos y uno de ellos enfermo que se ha quedado sin empleo, eres como un esclavo de la realidad que cuentas; pero cuando eres un narrador te sientes un pequeño Dios porque esa plastilina ya sí que la puedes moldear.

Y una tercera diferencia está en nuestra posición con el lector; yo creo que un periodista tiene que escribir contra el lector, contra su oyente, y es así porque le tienes que sacar de cacho, no tienes que decirle que los suyos son los buenos ni que él es muy guapo, muy listo y muy alto, y lo creo así porque a mí me interesa el periodismo que escribe contra mí de algún modo. Y creo que en literatura es lo contrario, tienes que pensar en el lector y llevarle de la mano, llevarle a puntos de luz, porque estoy convencido de que la literatura tiene que ayudarnos a ser mejores,  al menos a estar más tranquilos, a modo de Orfidal, de bálsamo, y ahí la posición del que escribe debe de ser diferente.