José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


Sus relativas Majestades

06/01/2023

Todo es relativo: Einstein lo pensaba del tiempo, y Ugo Boncompagni, más conocido como el papa Gregorio XIII, también hizo al calendario civil relativo cuando en 1582 adoptó el que llevaría su nombre, logrando que nuestra Santa falleciese la noche del 4 al 15 de octubre. La iglesia ortodoxa, presente en países que hace más de un siglo aprobaron el cambio, sigue rigiéndose no obstante por el calendario juliano, y eso hace que hoy, día de la Epifanía —revelación de Jesús al mundo, representado por los Magos—, sea para muchos cristianos del este de Europa la víspera de Navidad. Pero sus Majestades de Oriente no conocen relativismo ni calendarios, y esta noche han dejado muchos regalos:
A Konstantyn, carpintero hasta hace un año, le han traído una prótesis ortopédica para el brazo derecho que le cercenó la metralla del obús que estalló sobre su trinchera en Donesk. Todavía no ha podido disfrutar del regalo; sigue sedado con morfina en el hospital de Leopolis donde le llevaron en coma.
Oleksandra y Andriy se han encontrado con un marco de fotos de plata envuelto bajo el árbol. Muy grande, de esos que tiene espacio debajo para grabar alguna leyenda. Están pensando en qué escribir, mientras colocan la foto de Olena, su hija fallecida un mes antes de cumplir los dos años al derrumbarse su casa por el impacto de un misil ruso en Jarkov. El fulgente blanco del marco combina bien con los dorados rizos de la niña.
A Ivanna y a sus tres hijos los han dejado los Reyes cuatro mantas y una caja de velas en el sótano en Kiev. No se pueden comparar con la calefacción central de su piso en el centro de la capital ucraniana, ni les permitirán volver a usar la televisión o los electrodomésticos, pero al menos valdrán para que las temperaturas bajo cero sean menos duras, arrebujados mientras leen a la luz del pabilo del improvisado candelabro en una botella.
Mariya llora desconsolada frente al osito de peluche que le han regalado. Ella había pedido en su carta que volviese su padre, Viktor, y disfrutar esta mañana de su calor y cariño mientras la columpiaba hasta el cielo del parque. Pero los Magos, a pesar de ser magos, no han podido encontrar el cuerpo, todavía sepultado en alguna fosa común de Bucha.
Valentyna mira en silencio el estuche envuelto en seda sobre la chimenea. Como reza el tango, la vieja moscovita de canas muy blancas se ha quedado muy sola con esa medalla que por un hijo héroe —Nikolai— la premió la madre Rusia. La chapa es bonita, reluce casi tanto como la abrasada cabina del tanque donde el chaval de dieciocho años murió gritando en un lodazal de Jerson.
Sí, estimados tres lectores, pudiera pensarse que todo es relativo, incluso los regalos de Reyes. Joseph Aloisius Ratzinger, Benedicto XVI, no fue un rey mago, sino otro papa al que ayer enterramos y al que tanto critican ahora los no creyentes. Nos dejó un gran regalo: recordarnos el peligro que para una civilización representa el relativismo moral. Ese que más pronto o más tarde surgirá frente a la guerra de Ucrania, propugnando, en aras de la economía, un final negociado, una paz interesada, cobarde, relativa, como el tiempo, como el calendario, como casi todo. Disfruten de sus regalos, si pueden.