Recuerdos sobre Emilio Rodríguez Almeida entre amigos

E.C.B
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Nuevo encuentro en torno a una mesa para rememorar el legado de Rodríguez Almeida, esta vez a través de la arquitectura y la naturaleza de la mano de Vicente García y Arturo Blanco

Recuerdos sobre Emilio Rodríguez Almeida entre amigos

Como cada 21 de febrero desde hace cuatro años, amigos, familiares y alumnos de Emilio Rodríguez Almeida volvieron a reunirse este viernes en el Episcopio en torno a una mesa para rememorar al profesor a través de sus vivencias y recuerdos.

Y como en anteriores ocasiones, nuevos ponentes se sumaron a este encuentro abierto para poner de relieve otras visiones sobre su figura y su enorme y polifacético trabajo. Así, este año acudieron a esta cita entre amigos Vicente García, jefe de informática de Diario de Ávila y naturalista que trabajó con Emilio Rodríguez Almeida y Arturo Blanco, arquitecto abulense de prestigio internacional que siempre mostró especial admiración por el arqueólogo e historiador de Madrigal de las Altas Torres. Y junto a ellos un buen puñado de personas que formaron parte, de una u otra manera, de su intensa vida, entre ellas, como no, su mujer, Juliana Wilhelmsen.

Vicente García recordó sus encuentros con el profesor, destacando sobre todo «su enorme capacidad intelectual y su modestia y sencillez». «Su elocuencia y capacidad de transmisión me transportaban a tiempos pasados, haciéndome contemplar la provincia de forma imaginaria, junto a vettones y romanos e invitándome a tener un mayor interés sobre nuestros antepasados», relató, al tiempo que le definió como una persona «sensible, paciente, sosegada, con voz calmada y relajante, pero cuando se trataba de defender el patrimonio cultural y arqueológico de agresiones, se volvía guerrero y reivindicativo, elevaba el tono y escribía artículos con verdades como murallas».

De igual forma se refirió al Rodríguez Almeida «erudito historiador y arqueólogo, e impresionante ilustrador y dibujante», además de descubrir una faceta menos conocida, la de «un enamorado de la naturaleza, con gran sensibilidad hacia los seres vivos y un conocimiento íntimo a través de la observación de su comportamiento que le convertían en un excelente etólogo capaz de transmitir su amor a través de la palabra y sus escritos, entre ellos alguna fábula sobre animales». «Emilio transmitía sabiamente no sólo conocimientos sino también sentimientos intensos», concluyó.

Por su parte, Arturo Blanco, explicó que su relación con Rodríguez Almeida fue tardía, pero «en pequeños momentos muy intensa, en los que me contaba su metodología de trabajo, cómo le interesaba el día a día de las cosas, las personas y sus relaciones cotidianas que pasan desapercibidas para el resto del mundo».

«Emilio era un hombre de los que ya no existen, un hombre del Renacimiento, pues conocía todos los saberes y su manera de trabajar era dibujando, con una técnica muy precisa, que utilizaba como herramienta para conocer», señaló Arturo Blanco, quien añadió que «estamos empezando a conocer sus estudios y sería importante que las instituciones y los nuevos investigadores se metan en su trabajo y en su persona».