Más allá de Santiago

Mónica Puras (SPC)
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El 'boca a boca' se ha extendido entre los peregrinos que ahora optan por alargar su aventura del Camino, dispuestos a poner fin a su periplo solo cuando logran contemplar la puesta de sol sobre el océano desde el Cabo del 'Fin de la Tierra'

Más allá de Santiago

Descubrir la inmensidad del Atlántico y llegar hasta el fin del mundo (fisterra, en gallego o finis terrae, en latín) se antoja un reto caprichoso para cualquiera. Un broche que se ha puesto de moda entre los peregrinos, que deciden alargar la maravillosa aventura del Camino e ir más allá de Santiago de Compostela, con el objetivo de completar la senda terrestre y divisar la profundidad del océano. 

Una vez cumplidos con los rituales en la primera meta y cruzar la Puerta Santa de la Catedral, abrazar al Santo, asistir a la Misa del Peregrino, ver el vuelo del Botafumeiro, conseguir la Indulgencia plenaria, subir a las cubiertas del templo, contemplar el pórtico de la Gloria, recoger la Compostela, inmortalizar la llegada al Obradoiro y reponer fuerzas... muchos buscan algo más que hacer. 

La primera opción podría ser volver a casa, pero dejarían atrás otras experiencias que ofrece la ciudad, su entorno, y por extensión, la comunidad autónoma. 

Más allá de SantiagoMás allá de Santiago - Foto: Álvaro Sanmartí

Para los incondicionales, Santiago de Compostela ofrece más que un casco histórico y una Alameda, puesto que contabiliza unos dos millones de metros cuadrados de zonas verdes. 

 Sin ir más lejos, la ciudad está rodeada por ocho montes y hay un recorrido de 34 kilómetros que pasa por todos ellos. Es el conocido como Xiro dos Montes, que parte del Monte Viso y pasa también por el Monte do Gozo, por Monte de Deus, por el Pedroso, por el de Vidán, por el de Conxo, por el de Santas Mariñas y por el Gaiás, con su emblemática Ciudad de la Cultura. 

 Para relajarse tras la tralla de casi 1.000 kilómetros, la capital gallega y su entorno también ofrecen playas fluviales -como la de Chaián, en el municipio vecino de Trazo, y la de Tapia, en Ames y el insigne Bosque do Banquete de Conxo, con un carballo que fue elegido Árbol del Año 2022 en España y quedó segundo en el certamen a nivel europeo. 

Más allá de SantiagoMás allá de Santiago - Foto: M.P.

Un apéndice

Sin embargo, hay muchos caminantes que prefieren experimentar y alargar su estancia en Galicia. La prolongación de la ruta hasta el faro del Cabo de Finisterre recorre 90 kilómetros desde la mítica plaza de Santiago de Compostela. 

La falta de tiempo es muchas veces el único argumento que sirve de impedimento para prolongar la estancia. Para muchos otros que sí disponen de unos días más y, sobre todo de ganas, un mayor contacto con la naturaleza se contempla siempre apetecible. 

Y para ello Galicia se convierte en un paraíso con hasta siete parques naturales, siete reservas de la biosfera, el Geoparque de O Courel, 1.700 kilómetros de costa, 300 afloraciones termales..., sin dejar de mencionar otros itinerarios como la Ruta das Camelias o la de Do Viño, que recorren espacios emblemáticos bordeando las Rías Baixas.

Más allá de SantiagoMás allá de Santiago - Foto: M.P.

Bien es sabido que, al igual que todas las rutas conducen a Roma, el Camino conduce a Santiago. El principio es incierto, sin embargo, el final es el que más consenso reúne: todas sus rutas (francesa, portuguesa, del Norte, primitiva o inglesa) terminan en la Tumba del Apóstol situada en la majestuosa Catedral. Pero muchos ignoran que la senda, la más antigua, concurrida y celebrada del Viejo Continente, tiene una suerte de epílogo. Hasta los pies del Atlántico con una segunda meta en Finisterre o Muxía. Un itinerario mítico y simbólico que atraviesa pueblos pintorescos, iglesias románicas, cementerios peculiares y un litoral tan abrupto como hermoso.

Cumplir el objetivo de alcanzar la Compostela y llegar a Santiago es emocionante, pero continuar la senda hasta el mar es apasionante. Las fisterranas y muxianas, certificaciones de la prolongación del Camino, no hacen sombra a la compostela y anualmente se llegan a entregar unas 100.000.

En Muxía, en el entorno del Santuario de la Virgen de la Barca, el número de turistas al uso se percibe que es superior al de viajeros con la vieira al cuello. 

Hay mucho más qué ver, lugares que hablan, se oyen y se escuchan. Si en la tradicional peregrinación pasas de largo, en este prólogo es más habitual parar el reloj. Sentarse y contemplar. No hay motivo para apurar el tiempo. Alargar el itinerario por voluntad propia. Los bosques y el mar de fondo hipnotizan. Además, la señalización es perfecta, con un mojón cada 500 metros. Imposible perderse. 

Cuatro o cinco días más son los que se tarda en recorrer los 89 kilómetros. A la belleza acumulada aún le quedan por sumar otras postales tan bonitas como la del cruce del río Tambre, el Puente de Negreira, la capilla de San Brais, el pozo de Baladrón, algunos hórreos y también molinos. 

Y algunas interesantes paradas como el baño purificador de los pecados en la playa de Langosteira y la ría de Corcubión, el cementerio de Dumbría y el mítico santuario de la Virgen de la Barca, con grandes connotaciones jacobeas. 

Otra de las rutas anexas es la de Dos Faros, uno de los platos fuertes de la zona, otro itinerario de 200 kilómetros que une Malpica de Bergantiños con Finisterre y que gana potencial de unos años aquí. Preciosos paisajes, playas de vértigo, salvajes e interminables. Y es que las leyendas de la Costa da Morte, sus acantilados, sus mouras (seres míticos gallegos) y sus meigas bien merecen contemplar una puesta de sol. Siempre merece la pena.