Unas Luminarias más íntimas

E.C.B
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El fuego volvió a iluminar la noche de San Bartolomé de Pinares con la celebración, tras un año de ausencia por la pandemia, de una de las fiestas más tradicionales de la provincia. Este año, por primera vez, la mayordoma y las juradas fueron mujeres

Unas Luminarias más íntimas - Foto: Isabel García

El fuego purificador volvió a iluminar la noche en San Bartolomé de Pinares con la celebración, tras un año de ausencia por la pandemia, de una de las fiestas más tradicionales de la provincia, las Luminarias, en la previa de San Antón.

Las hogueras que iluminan el pueblo, los caballos que pasan por ellas y la cena posterior aprovechando las brasas son todo un acontecimiento que, no obstante, este año tuvo que reducirse más al ambito local para evitar grandes aglomeraciones. Y aunque hubo una buena afluencia de público en las calles porque «había muchas ganas de celebración tras tener que suspenderse el año pasado», explica la alcaldesa, Ana Isabel Gómez, «la gente fue bastante respetuosa en líneas generales con las medidas sanitarias, como el uso de mascarilla y la no confluencia de muchas personas en los mismos lugares».  

Pero estos condicionantes derivados de las exigencias sanitarias no fueron la única singularidad de esta edición, pues por primera vez  en esta fiesta la mayorodoma y las juradas fueron mujeres, «algo que nunca había ocurrido, aunque sí en alguna ocasión había habido alguna mayordoma o jurada, pero nunca las tres», comentó la regidora que aseguró que «como mujer, me siento muy orgullosa de ello».

Tras unos días de intensos preparativos, en los que grupos de maigos, peñistas y vecinos acudieron al monte a recoger los ramos, ya el domingo se celebró la misa previa de los mayordomos por las calles, pero sin el tradicional beso al Santo, y las carreras de cintas.

Pero fue con la llegada de la noche cuando esta celebración se vivió en todo su esplendor, con los jinetes, este año en torno a unos 130, se reunieron en las proximidades de la iglesia para recibir la bendición del párroco, para después iniciar su paso por las distintas hogueras encendidas en diferentes puntos del pueblo, buscando, como es tradición, la purificación del humo.

Un ritual que jinetes y caballos repitieron en diferentes ocasiones, unas veces pasando por el interior de las hogueras y otras rodeándolas, ante la atenta mirada de su vecinos, grandes y pequeños, que se congregaban a lo largo del recorrido por las calles de San Bartolomé de Pinares.

Y tras este singular espectáculo, llegó otro de los momentos ya clásicos en esta cita, las cenas familiares y de peñas en torno a las brasas que quedan de las hogueras que, en esta ocasión, también fueron más reducidas en número. Así se cerró una gran fiesta en la que, como apuntó la alcaldesa, «no hubo incidentes reseñables».