Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


El hambre de los halcones

06/03/2023

El BCE, siguiendo sus reglamentos, tiene una profunda obcecación con el control de la inflación. Tiene lógica, pues la depreciación de nuestras economías es una mala noticia. En el objetivo coincido, pues si a alguien castiga la inflación es a los que menos tienen, ya devaluando sus sueldos, ya minimizando sus pensiones o alejando de su mesa productos de primera necesidad que inciden en la salud y calidad de vida. Lo vemos en la terrible deriva del precio de los alimentos, que para quien tiene mucho significa una pequeña molestia, pero para quien llega con esfuerzo, o no llega, a fin de mes, es un drama. El IPC alimentario ha subido el 18,4% (tasa armonizada) en la UE y el 15,5% en España. Como la subida del salario no llega a estos dígitos, muchas familias para poder comer van a tener que eliminar de su consumo otros productos que eran habituales. 
Por tanto, luchar contra la inflación de acuerdo, pero no como lo hacen, solo con la subida en escalada de los tipos de interés (se acercarán al 4,5% y vienen del 0% en el año 2022), para «amortiguar la demanda y prevenir el riesgo de alzas en las expectativas salariales». Es decir, estamos ante una política económica restrictiva que ya nos suena de los desastres sociales de la crisis del 2008. Esa es la teoría de los halcones (Lagard, Guindos o Klaas Knot, el más voraz, gobernador del banco de Países Bajos). Ven solo estrategias restrictivas, y con frialdad social meten el bisturí donde haga falta sin pensar en las consecuencias. Encima es un contrasentido, pues en esta crisis la inflación se genera por el lado de la oferta (costes energéticos, Ucrania, globalización, decrecimiento de cosechas...etc) y querer dominarla ahogando la demanda, y por ello limitando el crecimiento y aumentando el paro, es como ponerle a la sociedad una mortificación corporal, el cilicio y la disciplina cuyos bienes aún están por descubrir. Además, tanto el FMI como el Instituto Roosevelt, en estudios recientes, relativizan los aumentos salariales como causa inflacionaria.
Pero lo más terrible es que como buenos halcones no piensan en qué hacer con las víctimas de sus decisiones. A una familia que antes llegaba justa a fin de mes, y tiene una hipoteca media variable (125.000 euros según el INE), la inflación ha eliminado su poder de compra más del 30%. Y en estas llega BCE y le da otro palo aumentando en 300 euros la hipoteca. Hoy esa familia tiene la mitad que ayer. Lo triste es que no se realiza un diálogo entre lo macro y lo micro, para que cuando existan estas decisiones que angustian a la sociedad, lleven al lado medidas de compensación para quienes las sufren de una manera cruel. Es de Perogrullo, pero los halcones solo piensan en usar sus garras.