Condenados a preguntarnos por el paso y el peso del tiempo

D. Casillas
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El poeta abulense presentó ayer, acompañado por el músico Jorge Marazu, su último poemario, 'Las manzanas de Iduna', un libro en el que reflexiona sobre el imposible que supone tratar de entender el paso inclemente de los días

El poeta abulense Daniel Zazo presentó este viernes al público, con la Librería Letras como escenario, su cuarto poemario publicado, un libro de reciente llegada al mercado en el que bajo el título de Las manzanas de Iduna –resonancias de mitología nórdica– reflexiona sobre los efectos que nos provoca «el paso y el peso del tiempo». El acto poético tuvo un interesante acompañamiento musical (no exento de lirismo) de la mano del cantante y compositor Jorge Marazu, que aportó a la cita unas canciones que se acercan a la «intrahistoria» del libro.

Ese acercamiento al devenir que nos fortalece y/o nos desgasta, una constante en todas las culturas de la historia «porque el ser humano siempre ha intentado darle una explicación a lo más irracional», lo ha hecho Zazo desde la perspectiva de «reflexionar sobre el concepto de tiempo, primero desde la memoria sentimental de la infancia, la adolescencia y la juventud, sobre todo en la primera parte del libro, titulada Álbum de fotografías, que es la más íntima porque puedo decir que realizo un desnudo integral, casi rozando lo impúdico». En la segunda y la tercera parte «hay una reflexión un poco más profunda y en un tono un poco más teórico, incluso filosófico, sobre lo que es el tiempo y lo que supone su paso».

No busca el poeta encontrar conclusiones a sus reflexiones, sino que, «como en casi todos mis libros, pretendo casi imposibles; en el segundo, La periferia del deseo, me propuse encontrar cuál era el origen del deseo y me quedé en las afueras, no fui capaz de dar con ello, y en este último me pasa un poco lo mismo, que he intentado detener el tiempo y obviamente es un imposible, o sea que he vuelto a fracasar en lo que pretendía», un ansia ese de atrapar lo inatrapable en el que «las fotografías nos sirven como trampantojo, aunque luego muchas veces nos propinan ese bofetón de realidad cuando las vemos años después».

El ser humano, pensó en voz alta Daniel Zazo, «está de alguna manera condenado a preguntarse siempre el por qué de ese paso del tiempo, porque es un animal que busca respuestas a preguntas profundas, y una de ellas es ese discurrir, que junto con el amor y la muerte son los grandes temas de la literatura, del cine, de la música, del arte en general». Y aunque no consiga entenderlo, «sólo planteárselo puede ayudar a entender un poco mejor la vida, y al final una de las cosas que uno aprende es que ante esa fugacidad hay que aprovechar el tiempo que tenemos, porque esto es finito y no sabemos en qué momento tendremos que abandonar este planeta».

Contar con la participación de Jorge Marazu, «un amigo», significó la presencia de dos creadores «hablando casi de lo mismo, yo desde la literatura y él desde la música, con canciones que tienen un poco que ver con la intrahistoria del libro».

El encuentro no fue solamente poético y musical, ya que se enriqueció con la proyección de imágenes que «tienen que ver con algunos aspectos importantes del libro, referencias a la mitología, al arte, de láminas de autores citados o de películas».