La santa paciencia de Felipe VI

Pilar Cernuda
-

Desde que Pedro Sánchez gobierna en coalición con Podemos han sido innumerables las incorrecciones que ha permitido, o que él mismo ha protagonizado, contra la figura del Rey de España

El jefe del Estado ha sufrido que los socios del Ejecutivo se salten el protocolo para expresar su animadversión hacia él. - Foto: EFE

Solo alguien que, desde que levanta un palmo del suelo, ha sido educado para ejercer la Jefatura del Estado puede aguantar la carga que lleva el Rey Felipe sobre sus hombros. Cuenta con muchos privilegios, muchísimos, la mayoría de ellos envidiables para la mayoría de los ciudadanos, pero también son incontables las obligaciones, deberes y dificultades que está obligado a asumir porque así lo marca una Constitución de la que no se aleja ni un milímetro aunque desde el propio Gobierno se la saltan cuando les conviene. Y encima, incluso, le exigen que responda de buen grado, con una sonrisa si puede, a las dificultades que se le presentan.

Sin ninguna duda, los problemas familiares son los que más le afectan. Las relaciones extramatrimoniales de su padre y el dolor de su madre han sido un peso que le acompañan desde su adolescencia, por no mencionar las noticias sobre los dineros de Don Juan Carlos, sus problemas con los fiscales y con Hacienda por esos ingresos no declarados o con un origen que ofrecía toda clase de dudas. A ello, se ha sumado la situación de la infanta Cristina, hermana y compañera queridísima, con la que se vio obligado a cortar todos los lazos por el apoyo inamovible a su marido acusado y condenado por infringir la Ley. 

La familia del Rey Felipe hoy está rota, su padre en Abu Dabi y su madre en Zarzuela, con algún viaje esporádico a Grecia donde vive su hermano Constantino con la salud muy quebrada. La relación de Don Felipe con sus hermanas es inexistente y también ha cortado con algunos de los que habían sido sus mejores amigos por distintas circunstancias. Las mantiene, muy fluidas, con varios de sus compañeros militares, con los que se reúne prácticamente todos los meses. 

El Gobierno de Pedro Sánchez, y el propio presidente, cada vez que se les preguntaba por el regreso del Rey Juan Carlos respondían que era una decisión que competía exclusivamente a la Casa Real, a padre e hijo. No era cierto, ni lo ha sido nunca. Siempre explicaron que fue el propio Rey Emérito quien tomó la decisión de marcharse de España y en las filas de Podemos se pronunciaba la palabra «huido», cuando está constatado que la entonces vicepresidenta Carmen Calvo le trasladó a Jaime Alfonsín, Jefe de la Casa de S.M. el Rey, que era deseo del Gobierno que abandonara España mientras se aclaraba su situación. Lo único que eligió fue su destino, Abu Dabi, previo acuerdo con el Jeque Zayed Al Nahayan, amigo personal, con el que mantenía, más ahora todavía, un trato casi familiar. El jeque instaló a Don Juan Carlos en un lujoso hotel perteneciente a la familia real, y después en una villa igualmente lujosa situada en una isla mínima en la que la privacidad y la seguridad estaban garantizadas.

El deseo del Soberano Emérito de regresar a España y sus intentos de pasar aquí las dos últimas navidades son conocidos, pero el Rey Felipe VI -y en eso sí estaba de acuerdo el Gobierno- no lo consideraba conveniente mientras tuviera causas pendientes con la Justicia y no se conociera el resultado de las investigaciones de la Fiscalía.

Con el tiempo, a medida que aparecían nuevas noticias sobre supuestas operaciones económicas, sus dos regularizaciones con Hacienda, se conocía que los fiscales habían decidido el archivo de la causa abierta porque no existían pruebas sobre algunos de los presuntos delitos, otros habían prescrito o bien estaban afectados por la inviolabilidad del Rey. 

El archivo, sin embargo, se iba aplazando y Don Juan Carlos empezó a barajar la idea de quedarse en Arabia acogido por el jeque. Allí recibía el mejor trato imaginable, incluidas las atenciones médicas necesarias, pero quería que se le diera la posibilidad de viajar a España. Sin residir en la Zarzuela, tenía claro desde hacía tiempo que no se le iba a permitir, como tampoco se le facilitaría que pudiera alojarse en ninguna vivienda de Patrimonio del Estado. Sin embargo, no le faltarían propuestas de amigos, aunque en este año y medio ha perdido muchos de los que consideraba incondicionales y han aparecido otros que le han ofrecido lo que más necesitaba: apoyo emocional.

 

Supervisión

La operación de anunciar la nueva situación de Don Juan Carlos la preparó minuciosamente la Casa Real, con el visto bueno del Ejecutivo. Tuvieron un papel fundamental el abogado Javier Sánchez Junco y el general Sanz Roldán que, en estos meses, se ha convertido en una persona clave. Ha mantenido numerosas entrevistas con Jaime Alfonsín, alguna con Don Felipe, y ha viajado prácticamente todos los meses a Abu Dabi. 

Era importante la fórmula con la que anunciar la decisión, como era importante que se cumpliera el deseo de los dos Reyes, que el comunicado recogiera que era Don Juan Carlos quien quería continuar en Abu Dabi. Por eso, importaba la redacción del comunicado, que se pensaba presentar como una misiva dirigida del padre al hijo. 

La carta la redactaron varias manos, aunque fue Sanz Roldán el que marcó las líneas esenciales del texto, en el que también aportaron ideas Alfonsín y el propio Rey Juan Carlos. Unas letras muy medidas, duras para Don Juan Carlos porque algún párrafo puede considerarse humillante para él, pero impecable en el tono. Una vez redactada, se mostró al Gobierno, que no presentó ninguna queja. Por eso, es sorprendente que el propio presidente declarara que «lo conocido (sobre las cuestiones dinerarias del Rey Juan Carlos) no es de recibo».

Oportunismo

Lo conocido ya lo recoge el informe de la Fiscalía, que archiva las causas pero que, a lo largo de más de 70 folios, habla de todos los asuntos investigados y explica cuáles están prescritos o borrados por la inviolabilidad del Jefe del Estado. Un asunto, el de la inviolabilidad, que irrita sobremanera a Podemos que, sin embargo, considera lógico que los altos cargos, diputados y senadores y miembros de las instituciones del Estado tengan ventajas como que solo pueden ser juzgados con un suplicatorio previo y no por el tribunal que les correspondería, sino por el Supremo. 

Don Felipe cumple fielmente la Constitución y respeta a todos aquellos que han sido elegidos por los españoles, aunque no respeten la Carta Magna como hace él mismo. El propio Sánchez ha permitido que, en su presencia, socios de su Ejecutivo se salten el protocolo para expresar públicamente su animadversión al Jefe del Estado, y él mismo le ha impedido que participe en actos en los que está prevista la presencia del Monarca, o le coloca en situaciones incómodas que pocos Jefes de Estado, de repúblicas y monarquía, soportarían. Desde que el líder socialista gobierna en coalición con Podemos han sido innumerables las incorrecciones que ha permitido, o que él  mismo ha protagonizado, contra la figura del Monarca.

Esta semana, Irene Montero y Yolanda Díaz se sumaron a la delegación oficial del Don Felipe para acudir a la toma de posesión del presidente chileno.  Una actitud que no admitiría ningún presidente de ninguna república, que diría a los ministros que ese tipo de actos oficiales están perfectamente regulados internacionalmente. Van quienes tienen que ir, puede haber invitados ocasionales a sumarse a la comitiva, por razones prácticas, pero ninguno de esos invitados cometería la descortesía de aprovechar el avión desmarcándose del Jefe del Estado.

En los últimos días Don Felipe ha protagonizado una excelente noticia que pone cierto sosiego en lo concerniente a su padre, le permite viajar a España y mantener su vida segura en un lugar donde se le quiere y se le trata bien. Felipe VI ha tragado mucho y ha puesto todo de su parte para desbloquear una situación que parecía no tener salida.  Pero ni siquiera eso valora la izquierda recalcitrante. Ni tampoco el propio presidente de Gobierno.