Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


La España hipotecada

02/12/2022

El poder político, que se le supone democrático, se hipoteca tanto en su propio ámbito de gestión como en el desarrollo de la misma a lo largo de su mandato. Las dependencias surgen desde el nombramiento de un presidente de Gobierno, ya sea por los resultados de las urnas o por la comunidad de intereses políticos entre partidos. Nada se comenta de si van a gobernar para los ciudadanos, si se van a consolidar en el poder por no perderlo o si, finalmente, han engañado a todo el mundo y van a cambiar el modelo de Estado existente.
Desde hace cuatro años, Moncloa se ha convertido en una casa de subastas. Basta con leer su catálogo de obras que tienen a su disposición los parlamentarios para darnos cuenta de que la oferta es muy variada en objetos, figuras y lienzos.
Está claro que cada paso que da el presidente del Gobierno y su cohorte de ministros supone para el resto de los españoles encontrar más vacío su bolsillo.
Los apoyos que tiene el Gobierno en esta legislatura han descubierto cómo crecer y alcanzar más poder a base de pedir siempre lo «mejor para sus votantes». Claro que, según los resultados de las últimas elecciones generales (2019), «sus votantes» no son más que el  13, 33% de los votantes españoles (3.201.124 votos). Esto supone que, al margen de la intervención de Unidas Podemos y grupos satélites, realmente los representantes de dichos partidos (ERC-Sobiranistes, JxCat-Junts, PNV, EH Bildu, Más País, CUP, Grupo Canario, BNG, PRC, Teruel Existe, Más País) son los que gobiernan al resto de españoles y, especialmente, están consiguiendo desequilibrar el reparto equitativo de todos los territorios autonómicos.
De un tiempo a esta parte vemos que Sánchez aparece y desaparece por diversos rincones de España. Ni se anuncia su llegada –solo lo saben los que deben saberlo para no crear situaciones anómalas– ni los medios saben por dónde le llevará su equipo. Por eso, a partir de las imágenes y notas de prensa que se difunden a «presencia» pasada, sabemos que lleva una agenda trepidante: un acto de partido, la visita a una fábrica automovilística, una reunión internacional, un viaje aventurero por aquí y por allá. Sánchez se adapta a todo y a cualquier territorio como el camaleón.
La hipoteca de España es superior a la de la mayoría de los países europeos. Las familias saben que cuando se suben los tipos de interés sus viviendas se ven afectadas directamente y solo piensa cómo hacer frente a esa subida mensualmente. Al Gobierno esto no le afecta, ni le quita el sueño, porque sabe que puede buscar dinero en inversores extranjeros que actuarán como auténticos vampiros llegado el momento. La debilidad económica de España no pasa por los bolsillos de los gestores gubernamentales, sino por las columnas vitales de los españoles. Es así como no deja de subir nuestra deuda sin solución alguna (en septiembre pasado superó la barrera del 1,5 billones de euros).
No obstante, a la hipoteca económica debemos añadir la política (¡gracias, Zapatero!). Cuando un partido gobierna un país dependiendo de un conjunto de pequeñas agrupaciones de intereses es sabido que el resultado es una subordinación a quienes te dan el apoyo para que puedas gobernar. Así ha sido siempre, así es ahora.
Por eso no nos sorprenderá que cuando se aproximan unas nuevas elecciones los fondos públicos se dirijan hacia unos intereses que nada tienen que ver con la gestión social del país, ya que los impuestos de los ciudadanos se encaminan a la perpetuación del dirigente que en ese momento está al frente del Gobierno.
Desde hace poco más de un siglo, Benavente nos recuerda en su famosa obra ('Los intereses creados') que los afectos no llevan a ninguna parte, que solo los intereses pueden ayudar a seguir adelante. Esta idea que desarrolla el pícaro Crispín –en una acción que transcurre en la Italia del siglo XVII– se asemeja a la actualidad que vivimos los españoles, pues Sánchez sabe cómo ha de actuar para eliminar lazos de amistad, especialmente los que le han ayudado a alcanzar su poltrona, y mostrar con total transparencia (es lo único que sabemos) cuáles son sus intereses. Y todo ello sin inmutarse e hipotecando a los españoles.