M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


Las manos

28/12/2021

Ha sido concedido el Nobel de Medicina de este año a un par de científicos norteamericanos por sus descubrimientos acerca de cómo el sistema nervioso siente el frío, el calor y los impulsos mecánicos a través del sentido del tacto, presente en la piel de nuestro cuerpo con intensidad variable, siendo los labios y las manos donde ese sentido es más intenso y donde puede expresarse con gestos, movimientos y acciones.

Se ha considerado el tacto un sentido menor junto al gusto y el olfato. No sé quien propuso tal tesis, que puede parecer del todo inadecuada. Por ejemplo, cuando una persona pierde el sentido de la vista, el sentido que más se va a desarrollar -pues será el que nos dé una información cercana a la que nos ofrecía la vista-, va a ser el tacto.

Durante la pandemia, las manos han sido y son un peligro de transmisión del virus. Hemos dejado de saludarnos con un apretón de manos o los abrazos en los que las manos acariciaban la espalda del amigo, pasaron a ser acto poco recomendable. Como medio de comunicación y expresión de la amistad, las manos han sufrido un destierro. Pero nunca han dejado de actuar, de ser el principal instrumento de acción y construcción humana.

El galardonado Patapoutian, según los méritos publicados para la concesión del premio, investiga las bases moleculares del tacto para saber cómo se produce la llamada transducción sensorial, que es cuando los receptores de la piel transforman los estímulos sensoriales en potenciales de acción. Y aunque el nombre que han puesto los fisiólogos a ese hecho que inconscientemente funciona en nuestro cuerpo sea poco poético, no por eso deja de tener algo de mágico que podamos vivir en un cuerpo capaz de regalarnos las maravillas del tacto, de hacernos sentir tantas sensaciones y reaccionar a ellas.

Las manos laboran, acarician, escriben, crean: son la herramienta más perfecta que dispone el ser humano para estas lides. Y también son manos las que maltratan, hieren, roban o destrozan. Y pocos castigos hay tan terribles como cortar las manos a alguien, tal como ocurre en aquellos lugares que aplican de modo cruel la Sharía islámica. La persona, sin manos, queda sin capacidad de valerse por sí misma.

También las manos pueden ayudar a la mente y al estado emocional. Lanza del Vasto, el introductor del pacifismo de Gandhi en el mundo occidental, en su Umbral de la vida interior, asocia cada dedo de ambas manos a un valor que al ser humano lo puede ayudar a ser más consciente de su presencia y, por tanto, a ganar en calidad, bienestar y trascendencia. Cada dedo lo liga a una cualidad que nos centra en la existencia: atención, respiración, distensión, dignidad, meditación, ritmo… En la tradición oriental tenemos los mudras, posturas que se hacen con manos y dedos y que basan su efecto sobre la mente y la salud en las terminaciones nerviosas que cada dedo tiene, y que enlazan con áreas concretas del cerebro.

La evolución humana y las civilizaciones no pueden entenderse sin el papel de las manos. Y hace 64.800 años, algún neandertal ya dejó grabada una de sus manos en negativo en la cueva de Maltravieso, Cáceres, siendo quizás la primera muestra de arte hasta ahora encontrada. Por eso, no es de extrañar que el poeta Ernesto Cardenal dijera que "Todo lo que es hecho, todo lo humano de la Tierra, es hecho por manos."

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