Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


Las macrogranjas y la ganadería tradicional

13/01/2022

La política vuelve a entrar de lleno con algunas declaraciones que levantan ampollas; tal vez mal expresadas, mal entendidas o manipuladas y aprovechadas para tratar de sacar renta electoral.

Lo que está claro, y de lo que no hay ninguna duda es que las macrogranjas son una verdadera peste que trata de invadir nuestros campos y sobre todo crea mala fama a nuestra excelente carne de las pequeñas explotaciones familiares y de ganado extensivo.

La irrupción de estas explotaciones nocivas, ya denunciadas desde hace años por organizaciones civiles, grupos ecologistas, e incluso la propia población civil que vive cerca de ellas, ha sido silenciada o minimizada por diferentes grupos políticos incluidos los que en teoría deberían defender el campo y a sus habitantes, y con un Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico que a veces me pregunto si, en algunos temas, en realidad sirve para algo más que hacer corporativismo.

Y es que la propia UE ha llevado a nuestro país ante la justicia por incumplir los límites de contaminación de agua y suelo causados en gran parte por los desechos de la ganadería intensiva.

La concentración de miles de cerdos y vacas en lugares determinados genera, sin ninguna duda, graves dificultades y problemas de gestión de sus desechos. Incluso el propio Ministerio de Transición Ecológica tiene elaborado un informe en el que indica que el 40% de los acuíferos españoles están dañados por restos ganaderos y agrarios. Entonces ¿De qué estamos hablando?

No tiene nada que ver el modelo de ganado extensivo y explotaciones familiares con el macro-industrial. Algunos nos toman por tontos si quieren hacernos ver que la carne producida en un lugar de estos donde el ganado está hacinado y presuntamente inflado a antibióticos puede ser de la misma calidad que la procedente de animales que se mueven y alimentan en pastos amplios, comiendo hierba, moviéndose por el terreno y disfrutando de una vida más o menos saludable. Y todo esto sin entrar en la "otra movida" sobre el bienestar animal de un modelo de producción y el otro, algo que parece que algunos ni se atreven a mencionar o ignoran intencionadamente.

Tampoco es cierto que las macrogranjas generen mucho empleo ya que existen numerosos estudios que muestran que destruyen el triple de lo que crean, ya que son explotaciones muy automatizadas con poca mano de obra y que en lugar de frenar la despoblación, como quieren hacernos ver, la agravan pues acaban con las explotaciones familiares y su cadena de gestión, y además los vecinos de las zonas afectadas huyen, si es que pueden, ante la irrupción de instalaciones de este tipo cerca de sus viviendas.

Casi todos los ganaderos de explotaciones tradicionales están en contra de las macrogranjas, aunque claro, tampoco se les oye mucho porque no tienen el poder mediático en los medios y el empuje que poseen las grandes cadenas industriales. También más de 50 plataformas y asociaciones que forman una Coordinadora contra la ganadería industrial se posicionan a favor de un modelo sostenible como es la ganadería extensiva, que respeta mucho más los recursos naturales, fijan realmente a la población y ofrecen un producto, sin ninguna duda, de calidad superior. Eso no quiere decir que la industrial no respete la legislación vigente y venda carne no apta para el consumo, ni mucho menos; está claro que se vende y que se exporta porque cumple los requisitos tanto legales como sanitarios, pero no puede equipararse ni en calidad nutricional ni en sabor a la de la ganadería tradicional, mucho más natural. Aunque por otra parte tengo serias dudas de que algunas cumplan en condiciones con las garantías medioambientales y de gestión de purines y desechos. Tal vez haría falta una mayor vigilancia e inspección sobre estas enormes instalaciones hacinadoras de cerdos, vacas principalmente.

La intrusión y el aumento de estas macro-instalaciones en nuestro territorio, con miles y miles de animales, podría perjudicar seriamente no sólo a las explotaciones familiares cercanas, sino también a la calidad ambiental del entorno circundante y contaminar las aguas subterráneas y superficiales por emisión de lixiviados…

No hay más que darse una vuelta por los alrededores de alguna de ellas. Afirmar lo contrario es no querer ver una realidad pasmosa, que ahora gracias a la polémica generada, entre unos y otros, se dará a conocer mucho más.