Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Mundos revueltos

22/11/2022

Hoy muchos posan sus ojos en el mundial de fútbol. La distracción por excelencia. Otros aún en la retina el ya permanente conflicto bélico que ha desatado Rusia en Ucrania. Pero ya no abre telediarios. El ser humano distingue y consume muy bien lo que es noticia, noticiable y lo que pronto cansa. Productoras y guionistas lo saben bien en la industria de la información pero sobre todo del entretenimiento.
Hoy todos quizá con el mundial nos volvemos más cínicos y cuestionamos que se celebre y juegue allí, mientras callamos durante una década y el tiempo transcurrido desde que se le concedió. Y nos acordamos de los derechos humanos, del autoritarismo, de la posición de la mujer, de los homosexuales y todo un largo etcétera que culmina con la trágica cifra que algunos han hecho casualmente transcurrir por las noticias de todo el mundo de los muertos trabajadores construyendo los estadios y demás espacios que, por un mes, lavarán o tejerán nuevas visiones, imágenes de un país, un emirato, que como los demás, en donde además se ha marchado a vivir el anterior jefe de estado, -y no hay casualidades legales ni oportunismos para los vericuetos judiciales- brilla por su ausencia de valores democráticos. Algunos dirán que no son homologables a occidente. Por supuesto que eso lo sabemos, como también que en 2008 aquellas olimpiadas no hubo empacho en celebrarlas en China, paladín como sabemos de las libertades y los derechos.
Es el alto grado de cinismo que el poder económico y los intereses tienen y no deploran. Tampoco censuran. Todos se rinden. De poco o nada sirve que apaguen los televisores en las transmisiones deportivas. Juegue o no España y su mediático entrenador metido ahora a streamer geográfico y deportivo.
Malos tiempos para la crítica y la ejemplificación de los valores. No venden y eso que el ejemplo ha sido de suyo, el principal y primer educador. No se educa. Se adoctrina. Y lo llevamos consintiendo sine die. Así nos va y así nos irá o a nuestros hijos y nietos. Seducir en valores ya no vende. Cansa y hastía a sociedades líquidas de pensamiento, acríticas de humanidad y rancias o vetustas en todo lo que suponga valores. Todo se queda en esa nebulosa mezclada de displicente oportunismo y pretéritas ocurrencias que tienen y mantienen al personal entretenido. Y mientras lo esté, no molesta. Viva la idiocia consentida y la estulticia aplaudida que donde hay listos, zorros no crecen.
Mundo revuelto y vacío al mismo tiempo en un cascarón poco flotable y atravesado de mediocridad y mucha hojarasca por doquier. No se piensa, no se reflexiona, no se habla en voz alta. Aquí cada uno a lo suyo, pero poco o nada hacia lo de los demás y la sociedad. Silencio en platea. Que el que se mueve no sale en la foto. El resto, silencio gratuito de lo importante, y griterío de lo banal y superfluo.