Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


Respetar y valorar al otro

18/06/2021

No resulta fácil reconocerlo, pero una de las tareas pendientes que siempre tenemos los seres humanos, es el aprendizaje que nos lleve a respetar y valorar a los otros. Incluso en los contextos más íntimos y familiares es una realidad que hemos de cuidar para que no se generen conflictos o situaciones de difícil solución.
Aceptar al otro tal como es resulta siempre una aventura fascinante y arriesgada a la vez. No es una empresa fácil, ni mucho menos, especialmente cuando no hay unos vínculos familiares o afectivos que acompañen el proceso. O cuando se nos ha metido en la cabeza la idea de que, quien no piensa como yo, es mi enemigo.
Por otro lado, la complejidad de las relaciones humanas sanas y positivas, es algo inherente a nuestra condición humana. Cada uno de nosotros tenemos una visión de la vida única y original, aunque en tantos aspectos podamos concordar con otros. Aun así, cada uno ha recibido una formación, un ambiente familiar y cultural que dejan su huella en el individuo. Pero, incluso en el caso que estos factores fuesen iguales o semejantes, el modo de asumirlos y asimilarlos es diferente en cada sujeto humano. El carácter, la psicología, la sensibilidad, etc… nos llevan a cada uno a vivir de manera diferente realidades similares. 
Reconocer esta realidad y tenerla en cuenta en las relaciones humanas, será un factor determinante para disponerse a respetar y valorar a los otros en su peculiaridad. Es el punto de partida imprescindible para comenzar a ver al otro como un sujeto con una experiencia única y particular, diferente pero no opuesta, y, por lo tanto, capaz de enriquecer mi visión y perspectiva del mundo, de las cosas, de las ideas. Tendría que ser un principio básico en la educación en todas las fases de la vida.
Es cierto que, al menos inicialmente, nos resulta más fácil relacionarnos con sujetos que tienen los mismos gustos, ideas parecidas o una sensibilidad semejante. Compartir lo que uno es con alguien que, pensamos que valora y aprecia lo que somos, nos resulta ciertamente más sencillo. Pero tampoco es extraordinario encontrarse con amigos, o parejas que tienen personalidades muy diferentes entre sí, casi contrarias, pero que se complementan mutuamente de una manera eficaz. Quizás, porque se sienten beneficiados por la presencia del otro, y no ven la diferencia como obstáculo, sino como oportunidad de enriquecimiento mutuo. Es más, es en estos contextos donde, quizás se ejercita el amor más profundo, ya que supone un extra de acoger al otro en su diversidad.
Llevarse bien con todo el mundo, es posiblemente una misión imposible, y nadie está obligado a simpatizar con toda la gente. Pero el respeto es una actitud que va más allá de las simpatías: significa reconocer al otro en su peculiaridad, aceptar que, ni puedo cambiarlo, ni tengo porqué caerle bien, y no hacer un drama de todo ello. Simplemente acontece así. Y que si me cierra las puertas, el respeto implicará aceptarlo. Esta actitud madura conlleva, además, la valoración del otro en su particularidad, sin que ello signifique que comparta sus ideas o su manera de ser. El otro simplemente es, más allá de mis juicios o mi manera de verlo. Tener esto en cuenta y disponernos a acoger al otro, al diferente, con esta actitud interior, es la base de comunidades y sociedades sanas, maduras y solidarias.