"La gente se va muy agradecida y eso no está pagado"

M.E
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Nombrada 'Capitana Optimista' por la empatía y alegría que lleva a pacientes y familiares en la planta sexta del hospital, Raquel Jiménez Rilo declara su amor por su profesión de auxiliar de enfermería y aboga por poner el plano humano en el centro

"La gente se va muy agradecida y eso no está pagado" - Foto: David Castro

Raquel Jiménez Rilo (Ávila, 1974) es nuestra protagonista de hoy y está de enhorabuena, al acabar de ganar el premio Capitana Optimista de 2022. Probablemente a algunos les sonará a chino, pero los que estén familiarizados con el mundo de la salud y los cuidados seguro que valoran como se merece una distinción nacional que la Fundación Hospital Optimista concede desde hace años al profesional de todo el país que destaque por lo que indica su nombre, llevar su optimismo a su labor diaria y, con ello, su alegría, su empatía, su compañerismo y una forma de ver la vida que aliente y ayude, que acompañe, que escuche y, en definitiva, que haga más llevadera su estancia a pacientes y familiares en el centro médico.
Los que la conocen aseguran que el premio le va como anillo al dedo y en una charla informal con ella delante de un café confirmamos que 'la Rilo' es «el sol en cualquier día nublado», tal y como la definieron compañeros y pacientes y se reflejó en la candidatura ganadora. También destacaron de ella que era una «pequeña loquilla ingeniosa, divertida y noble», una «gran amiga y gran profesional que siempre sabe sacar una sonrisa a todo el que está a su lado» y una «buena compañera y mejor persona que es capaz de poner tu mundo del revés o darle un giro de 360 grados buscando que seas feliz». Y no seguimos reproduciendo todo lo que dicen de esta persona «única e inigualable» porque nos quedaríamos sin espacio para conocer lo que nos tiene que contar esta Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería (TCAE) que lo mismo se disfraza que se 'casa' con un residente o un compañero (con permiso de su marido), todo ello sin dejar de escuchar al paciente y a su familiar y sin dejar de realizar su labor, en su caso en la planta sexta del Hospital Nuestra Señora de Sonsoles de Ávila y, ahora, en el área de Quirófano del mismo centro.
Su aventura vital comenzó en La Toledana, a mediados de los 70, donde empezó una infancia feliz junto a sus 9 hermanos y unos padres «muy trabajadores». Cuenta que su padre viene de Robledillo y su madre de La Hija de Dios, y que tiene dos hermanos con discapacidad (tuvo un tercero que falleció) que «son adorables» y les hacen sentirse «privilegiados» por tenerles. Raquel estudió en el Pablo VI y en Las Nieves y después empezó a trabajar. Lo hizo en varios sitios, como en el Hotel Valderrábanos en verano, cuidando niños y después en la fábrica de cableado de Las Hervencias, donde estuvo algo más de diez años. Cuando cerró la fábrica, ya casada y en la baja maternal de su segundo hijo, tuvo que reciclarse y empezar de cero, lo que, paradojas de la vida, le acabó llevando a su verdadera vocación. «Decidí hacer el ciclo de FP de auxiliar de enfermería, que siempre me había gustado», y pese a lo que entonces le decía su madre, que la animaba a ponerse a trabajar, «me sirvió, y mucho». Desde entonces no le ha faltado trabajo y, lo más importante, encontró «la mejor profesión», la que le hace «feliz», algo que no todo el mundo puede decir. «Ahora no podría tener otro trabajo, lo amo, a parte de que, aunque no me guste decirlo, soy muy buena haciéndolo», señala con una sonrisa en el rostro.
Primero estuvo en la residencia Vistasol de Ávila, donde entró de prácticas y se quedó varios años, y después en la Diputación de Valladolid, en una residencia, donde también estuvo «fenomenal» y se sentía «en casa». Iba y venía en su propio coche desde Ávila todos los días, pero el viaje no le costaba. «Es verdad que las personas mayores me han gustado siempre mucho y estaba muy feliz», rememora, algo que, dice, le ha pasado en todos los trabajos. «Siempre he tenido muy buena suerte. Tengo que dar gracias porque en todos los trabajos he tenido a gente maravillosa que me ha apreciado y a la que he querido mucho, y en ese sentido soy muy privilegiada», comenta. De ahí pasó a la Diputación de Salamanca, donde «también estuve muy bien», aunque en este caso el viaje por la autovía se le hacía «algo más pesado». Llegó un momento en el que la familia le animó a encontrar trabajo en Ávila. «Me habían llamado de Sacyl pero siempre era para poco tiempo y nunca lo cogía, hasta que lo hice, y desde entonces no me he movido del hospital», relata. «Lo veo con perspectiva y pienso en cómo lo podía hacer, ahora lo veo inviable», nos cuenta mientras apunta que sigue siendo interina. «Habrá que echarle un poco de valor para ver si sacamos la plaza».

 

 

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