Editorial

El reto de defender las instituciones para mantener la convive

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Sabíamos que pasaría de puntillas por determinados asuntos, algunos peliagudos, en un discurso que acostumbramos a ver casi 4 millones de españoles. Pero la neutralidad que está obligado a ejercer el rey Felipe VI en su papel de Jefe del Estado, no le impidió poner de manifiesto las preocupaciones, y temores, a los que se enfrenta un país amenzado no solo por una crisis económica derivada de una guerra en las fronteras de Europa, sino por una crisis institucional en el seno de nuestro territorio. Un fuego atizado por intereses electorales que están marcando, demasiado pronto, el debate en eso que solemos llamar «la plaza pública».

Así lo reflejó en su tradicional discurso de Navidad el monarca que hizo una llamada de atención interesante, «no dar por hecho todo lo que hemos construido», poniendo de manifiesto algo que percibimos todos en estas últimas semanas, la «erosión de las instituciones».

Lo que no suele hacer el rey es pisar el barro y señalar culpables en ese deterioro institucional, que no hace sino debilitar nuestro sistema democrático. Es «árbitro» solemos justificar, ya que no pude más que opinar, pero no decidir. Sin embargo, su opinión es esperada por muchos, salvo por aquellos que precisamente no entienden este país como la inmensa mayoría que lo habita, y que solo aspira a tener privilegios y no someterse a las mismas normas que el resto.

Pasó de puntillas pero dejó algunas cosas claras: el deterioro de las instituciones y el peligro que ello conlleva. Que socavar los pilares de nuestra democracia no puede traer nada bueno. Al contrario. Problemas de difícil resolución como la polarización de la política. O peor: de la sociedad. Y así lo dijo, que nuestro principal valor, después de una guerra civil como la que este país ha sufrido, nuestro principal valor es el de la convivencia. El haber conseguido que tras 44 años de Constitución, aquella que se redactó con visión de futuro y que aún a día de hoy sigue vigente, un país en el que la convivencia y la solidaridad sean las divisas que estén bordadas en la bandera de todos y cada uno de los territorios.

Hoy la pugna política, la que se vive en el Congreso y en el Senado, y por desgracia en el órgano judicial, está haciendo que todo aquello se tambalee. Inlcuso está haciendo que algunos duden de aquel logro, y pretendan sacar rédito de las posibles fisuras que pudiera tener, 40 años después.

El rey lo dejó claro. La situación no es fácil. Y los partidos políticos no están ayudando a enmendar la situación. La tregua que se han dado en estos días de fiesta no será suficiente para encauzar un panorama político en el que ya no se trata de la credibilidad de la política. Yo no es solo cuestionar la desafección del ciudadano con los dirigentes públicos. Se trata de defender los pilares democráticos que nos otorgan la libertad de elección o la separación de poderes. Los principales partidos políticos deberían ponerse de acuerdo al menos en eso.