Julio Collado

Sostiene Pereira

Julio Collado


Por el cambio

07/11/2022

Sostiene Pereira que conserva, de aquellos años y de aquella fiesta, una rosa muy roja con música incorporada en una de sus hojas con el Himno de la alegría, un llavero con la palabra PAZ y la paloma de Picasso y un recuerdo imborrable de ilusión y de alegría. Se notaba en la calle. Se olía el crepitar de un tiempo nuevo. Un ansia de libertad para ahuyentar el miedo contenido durante mucho tiempo. Hace ya de aquello 40 años y, aunque diga el tango «que es un soplo la vida, que 20 años no es nada», va tan rápida la locomotora y es tan largo el olvido y tan frágil la memoria, que es bueno hacer un alto en el camino y mirar hacia atrás para conocer y no olvidar la historia. Y hacerlo sin ira valorando lo que se hizo bien y lo menos bien. Para no repetir los errores. Como cantaba Jarcha por aquel entonces: «Dicen los viejos que en este país/ hubo una guerra,/ que hay dos Españas que guardan aún/ el rencor de viejas deudas./ Dicen los viejos/ que este país necesita/ palo largo y mano dura/ para evitar  lo peor / pero yo solo he visto gente/ que sufre y calla, dolor y miedo,/ gente que solo desea/ su pan, su hembra y la fiesta en paz./ Porque hay libertad,/ sin ira, LIBERTAD/ y si no la hay, sin duda, la habrá/.  Guárdate tu miedo y tu ira ...». 
El 28 de octubre de 1982, se celebraron elecciones generales anticipadas, entre otras razones,  por la imposibilidad de aprobar en el Consejo de Ministros el anteproyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado 1983, la dificultosa tramitación de los Estatutos de Autonomía,  el agravamiento de la situación económica a consecuencia de la segunda crisis del petróleo, el recrudecimiento de las acciones terroristas de ETA que, en 1979 y 1980, marcaron el punto álgido de su actividad con 174 muertos, el «problema» vasco y catalán, el envenenamiento por la colza adulterada, la descomposición de la UCD y un clima de golpismo permanente. En este ambiente enrarecido y crispado, los comicios tuvieron un carácter histórico, ya que el Partido Socialista Obrero español (PSOE) consiguió una amplísima mayoría absoluta, ocupando 202 de los 350 escaños del Congreso, 134 puestos en el Senado y casi la mitad del total de sufragios válidos emitidos. Fue de hecho la primera ocasión desde la época de la Segunda República en que el PSOE ganaba unas elecciones generales y suponía la primera vez que lograba una mayoría absoluta a nivel nacional. Miles de personas se echaron a la calle para celebrar el histórico triunfo. 
No era para menos. Las elecciones de 1982 han sido consideradas por la mayoría de los historiadores como el final del proceso de transición política iniciado en 1975. En primer lugar, por la elevada participación, la más alta hasta entonces (79,8%), lo que revalidó el compromiso de los ciudadanos con el sistema democrático y demostró que la vuelta atrás, defendida por los sectores involucionistas no contaba con ningún respaldo. En segundo lugar, porque por primera vez se producía la alternancia política propia de las democracias, gracias al libre ejercicio del voto por los ciudadanos. En tercer lugar, porque accedía al gobierno un partido que nada tenía ver con la dictadura franquista. Era la plasmación tan largamente esperada del ansia de libertad en el amplio sentido del término; es decir, el poder salir del «encogimiento» y del miedo que venía desde la larga noche de la dictadura y que no terminaba de marcharse. 
El cambio vino por la creación de un sistema de salud pública para todos, la universalización de la educación, la potenciación de un Estado del Bienestar, el desarrollo de las infraestructuras del transporte, la modernización de la economía, la descentralización del poder (autonomías) y la apertura a Europa y al mundo.  Por eso, una de las frases que quedó para la historia fue aquella de Alfonso Guerra: «A España no la va a conocer ni la madre que la parió». Y a pesar de los errores, que los hubo, acertó. Conviene no olvidar aquellos logros, que siguen hoy vigentes, para contrarrestar con ánimos renovados los aires involucionistas que han vuelto de la mano de la extrema derecha. En España y en el mundo. 
Aquella alegría, aquella ola de aire fresco, aquel ansia de justicia, aquella ilusión por el cambio son llamas que siempre hay que mantener vivas. Como cantaba M. Ríos: «Es el tiempo del cambio/ el futuro se puede tocar». O aquello que tanto resonó en las calles: «Escucha hermano la canción de la alegría/, el canto alegre del que espera un nuevo día./ Ven canta, sueña cantando,/ vive soñando el nuevo sol/ en que los hombres/ volverán a ser hermanos...».