La pluma y la espada - El marqués de Santillana

Primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritores


Íñigo López de Mendoza no solo fue un reconocido poeta, también fue uno de los hombres más poderosos de su tiempo y amigo fiel del rey Juan II

Antonio Pérez Henares - 14/11/2022

Íñigo López de Mendoza y de la Vega bien puede ser considerado la primera gran cabeza de un linaje que llenaría de nombres la Historia de España, los poderosos Mendoza. Otras grandes familias lo hicieron, pero en esta emerge con una gran fuerza un hecho diferenciador. Al poder, la política, la guerra añadieron un enorme impulso artístico. Considerados -sus cargos relevantes en la Italia entonces hispana y en Roma lo propiciaron- los introductores del Renacimiento en España, la prueba está bien a la vista en lo que fueron y aún son, en algunos casos, sus palacios, añadieron a su mecenazgo sobre el arte, la cultura y la ciencia, el ser ellos mismos destacados intelectuales y escritores señeros y hasta cumbres en determinadas circunstancias.

 Vinculados de manera indeleble a Guadalajara, los Mendoza se hacían descendientes del Cid y por ello y el Cantar se reivindicaban como señores de la tierra que él, más bien Alvar Fáñez, había corrido. Pero aunque allí estuvieran sus casas y el palacio familiar, desaparecido, y que sería luego sustituido por el actual y máxima joya de la ciudad, el de los Duques del Infantado, don Íñigo, había nacido el 19 de agosto de 1398 en Carrión de los Condes (Palencia) una de las propiedades de su madre.

 Sus antepasados ya estaban considerados entre los nobles del reino. El linaje, procedente de tierras alavesas hacía ya varias generaciones que se había establecido en las alcarrias y ostentado el título de señores de Hita y de Buitrago (Señor del Real de Manzanares), dos lugares, el uno entre la campiña y la alcarria de Guadalajara y el otro al pie de la sierra madrileña, unidos para siempre a su apellido. Su padre, Diego Hurtado de Mendoza, fue Almirante de Castilla, amén ¿como no? de poeta, como también lo había sido su abuelo Pedro. Sus parientes por parte materna, Pedro López de Ayala, su tío abuelo y tutor, Fernán Pérez de Guzmán, Jorge Manrique y Gómez Manrique, también compartían tales inclinaciones. Su madre fue Leonor Lasso de la Vega, la Rica Hembra, que por algo era así llamada pues era la propietaria de las Asturias de Santillana, o sea de buena parte del oriente más fértil de Asturias así como de los actuales valles cántabros de la Liébana, una de sus casa-fortaleza preside la hermosa villa de Potes, y otros vecinos.

El marqués de Santillana, primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritoresEl marqués de Santillana, primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritores Esas herencias, de rango y de riqueza, pasarían a él como Mayorazgo a la muerte de su hermano mayor y de su padre, cuando tan solo contaba seis años. Y hubo de ser su madre la encargada de defenderla pues el Almirante había tenido una hija de su primer matrimonio, doña Aldonza, que casada con el duque de Arjona se la disputaría durante largo tiempo, llegando a arrebatarle casas y tierras, pero primero Doña Leonor y luego él mismo las recuperarían tras muchas cuitas y diversos vaivenes.

Otra hermanastra, esta por parte de madre, Aldonza también de nombre, le disputaría también las heredades del Señorío de la Vega. Entre madre e hijo y aunque con mucho litigio de por medio y alguna prueba de fuerza lograron preservar íntegramente el patrimonio. Al casarse sin haber cumplido aún los 14 años con Catalina Suárez de Figueroa, hija del Gran Maestre de Santiago, su posición mejoró en mucho. Ella le daría una larga ristra de vástagos, diez en total, muchos de ellos nombres ilustres, entre los que destaca el Gran cardenal, Pedro González de Mendoza. 

Alto rango nobiliario

Íñigo López de Mendoza iba a dar después por su cuenta el salto cualitativo y comenzaría el ascenso a la cabeza de la aristocracia española. Un avance que hizo desde joven y por toda su vida de la mano de su primo, Fernando Álvarez de Toledo, el uno sería luego ya marqués de Santillana, el otro conde de Alba. Ambas estirpes alcanzarían después el más alto rango nobiliario. Duques del Infantado y Duques de Alba los otros.

 La infancia del futuro marqués transcurrió en buena medida en Carrión con su abuela, Mencía de Cisneros y luego pasó a formarse ya en el solar paterno de Guadalajara con su tío el arcediano don Gutierre que alcanzaría luego la mitra de Arzobispo de Toledo. Allí fue cuando trabó una amistad fraternal con el futuro conde de Alba, compañero de juegos y estudios, que mantendrían de por vida.

El marqués de Santillana, primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritoresEl marqués de Santillana, primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritoresPasando el tiempo le dedicaría su obra Bías contra Fortuna, en cuyo prólogo rinde tributo a ella y a aquellos tiempos:  «Ovimos unos mesmos abuelos e las nuestras casas siempre sin interrupçión alguna se miraron con leales ojos, sinçero e amoroso acatamiento, e lo más del tiempo de nuestra criança quassi una e en uno fue. Así que, juntamente con las nuestras personas, cresçió e se augmentó nuestra verdadera amistad». 

La muerte del rey de Aragón, Martín el Humano, iba a influir de una manera decisiva en su vida, pues el hijo segundo del rey castellano, Fernando, el de Antequera, su sobrino por parte materna, iba a ser el elegido para ocupar el trono aragonés e Íñigo, partió con su séquito instalándose en la corte aragonesa. Fernando que había labrado su prestigio militar en las batallas contra los moros granadinos, a los que arrebató Antequera, había sido el corregente de Castilla a la muerte de su hermano mayor, Enrique III el Doliente, dado que su hijo Juan II tan solo contaba con un año de edad cuando este falleció. Los Trastámara, pues, eran los directos descendientes de Enrique II que tras haber dado muerte a su hermanastro Pedro I en Montiel, había provocado el cambio de linaje en la corona que ahora también se producía en Aragón. Trastámaras serían, pues, y primos, los luego Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Los Mendoza fueron siempre y a ello debieron en buena medida su ascenso, decididos partidarios suyos.

Ascenso en la corte

Al fallecer Fernando el de Antequera, el Mendoza permaneció y ascendió en la Corte de su hijo Alfonso V el Magnánimo. Y allí, el rey no solo lo era de Aragón, Valencia y Mallorca y Conde de Barcelona, sino también soberano de Sicilia y de Cerdeña y, posteriormente, de Nápoles. Por ello, el joven Íñigo no solo tuvo contacto con los poetas y la cultura occitana y provenzal sino que también comenzó a acceder a los clásicos del Humanismo itálico entre ellas las obras del gran Dante Alighieri. Particular impacto tuvo sobre él la lectura, incluso inició su traducción, de La Eneida de Virgilio. Un influjo, el italiano, que iba a mantener de por vida y transmitir a sus descendientes.

 Allí en Aragón había hecho gran amistad con los hijos del rey Fernando, los famosos Infantes de Aragón, el luego rey Alfonso V, María, casada con su primo Juan II de Castilla, otro Juan que sería a la postre también coronado pero él en Aragón, aunque antes fue consorte de Navarra como esposo de la reina Blanca, también como Juan II (padre de Fernando el Católico) , Enrique, duque de Villena y Leonor, reina consorte de Portugal, casada con Eduardo I. 

El marqués de Santillana, primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritoresEl marqués de Santillana, primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritoresDurante bastante tiempo Don Íñigo ligó su suerte a ellos pero manteniendo siempre, a veces en difíciles equilibrios, la lealtad al rey Juan II de Castilla. En Aragón nació su hijo primogénito, Diego Hurtado de Mendoza y Suarez de Figueroa, Duque del Infantado, y a pesar de que no faltaron desavenencias devenidas de las muchas contorsiones políticas, celebraría alborozado en un soneto la entrada triunfal del rey aragonés, Alfonso en Nápoles (1541) 

 Había regresado a Castilla para la coronación del nuevo rey (1422) y de inicio se vio envuelto en la enconada lucha entre el valido de Juan II, Álvaro de Luna y el más revolvedor de los Infantes de Aragón, Enrique.

 Se apoderaron incluso del rey niño, pero este logró escapar del cautiverio y además su hermano Juan, que tras la coronación de Alfonso V había vuelto a Castilla como señor de las grandes propiedades de la familia (no se olvide que su padre era el segundo hijo del rey Enrique III) se volvió contra él por esta acción y se unió a las tropas que eran leales a su primo. 

El marqués de Santillana, primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritoresEl marqués de Santillana, primera gran cabeza de un linaje de guerreros, políticos y escritoresSaldada con el triunfo del primero y la prisión del Infante aragonés, decidió retirarse a sus predios alcarreños y allí se mantuvo a la expectativa. En Guadalajara ya había nacido su sexto hijo, Pedro, el futuro Gran cardenal. 

 En el año 1429 se produjo la ruptura con los Infantes de Aragón. A pesar de su desconfianza con Álvaro de Luna, había vuelto a la Corte castellana el año anterior y le habían sido reconfirmados sus privilegios. El rey le confirma todos los privilegios y le encarga que acompañe a la infanta doña Leonor de Aragón, en su viaje y boda con el príncipe heredero de Portugal. Pero luego se produce, a instigación del Luna, la expulsión del Infante Juan, el más sensato y poderoso de los de Aragón y ello provoca que tropas navarro-aragonesas penetren en territorio castellano. 

Íñigo se niega a secundarle y presta juramento a Juan II dispuesto a participar en los combates. Es nombrado frontero en Ágreda. Durante un año permanecerá allí y aunque éxitos militares hubo pocos por ningún lado, quedó para los anales su desafío/arenga/brava contra los aragoneses. Poema de desafío en el que el caballero poeta anuncia altaneramente la victoria sobre el enemigo:

«No será grant maravilla, / pues tan çerca viene el mayo, / que se vistan negro sayo / navarros e aragoneses / e que pierdan los arneses / en las faldas de Moncayo. Aquello acabó finalmente en pacto, al fin y al cabo y de fondo eran cosas de familia y por tanto se arreglaban aunque eso no conllevara que a nada volvieran a estropearse». 

(Continuará)