Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


La moda también llega a las imágenes religiosas

18/10/2022

Es un dicho que todo el mundo entiende, "está de moda", cuando nos referimos a comportamientos, la forma de ser y estar de cosas y personas, que antes no era así, y de repente o no tan de repente, aparece un cambio y surgen imitadores, muchos, porque "está de moda" ¿Por cuánto tiempo? No lo sabemos, en este mundo cambiante, y solo basta echar una mirada al pasado, pues pocas cosas son estables y permanentes en el tiempo. Aunque la visión puede extenderse a muchos campos, no entramos a valorar si eso es bueno, malo o regular o que mas da, sino solamente en el hecho. Otra cosa es entenderlo, porque hay cosas que no se entienden. Perdón, no quiero generalizar, pue solo es mi visión y mi comentario. Por ejemplo, llevar los pantalones rotos, que ya se compran y se fabrican así, no lo he entendido nunca ¿Cómo surgió esta moda tan estúpida? ¿Por qué hubo tantos imitadores y los sigue habiendo? ¿Qué ventajas ofrece frente a unos pantalones intactos? Si esta moda fuera en los trajes, abrigos o ropa interior ¿se aceptaría lo mismo? Vaya usted a saber. La moda no hay que confundirla con el estilo, aunque a veces coincidan. La moda, que casi hemos reducido a "los trapitos", a la ropa, tiene los brazos mas largos, y abarca muchas mas cosas en nuestras vidas. Pero como estamos en un tema muy concreto, en la moda que llegó a las imágenes sagradas, muy particularmente a las Vírgenes, hablemos un poquito de ello.

El origen de las vírgenes vestidas, queda bastante confuso, cuando surgen investigadores con sus teorías que echan por tierra lo que creíamos y que era una deducción sencilla y fácil, como la siguiente. Parece ser que la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, allá a mediados el siglo XVI, tenía una camarera, la condesa de Ureña, que se encargaba, no solo de vestirla, sino también vestir a una imagen de la Virgen de la Soledad, un encargo personal de la reina al escultor Becerra, con los trajes y estilo de las reinas viudas de la casa de Austria. Y aquello gustó tanto, que se extendió como la pólvora por todos los rincones del reino. Se vestían todas las imágenes, unas veces con trajes suntuosos, otras no tanto, con vestidos ya usados y regalados por personas bien intencionadas, o trasformar un san Juan Evangelista en una Virgen por los vestidos que le colocaban, incluso hacer mascarillas para las caras de las vírgenes, unas sonrientes, otras tristes, según la época litúrgica. En aquel maremágnum tuvo que poner orden la iglesia con varios sínodos, para mantener el decoro obligado en una imagen, y también el exceso de joyas, cuando lo que se desea simplemente es venerar con el máximo respeto, al ser que representan. No obstante, al querer representar a la Madre de Dios, reina de los cielos, no olvidemos la palabra "reina", ya no se escatimó en nada: joyas, medallas, oro, mantos enormes, bordados riquísimos, coronas fastuosas, y si era procesional, andas de plata con muchos varales, cirios y baldaquinos.

Siempre han existido imágenes para vestir; incluso así se construyen ahora, las llamadas imágenes de candelero, solo un soporte de alambres y tablas, con unos falsos brazos articulados, para poderlos adaptar a la posterior vestimenta. Sin embargo, el paso de las imágenes románicas y góticas, tallas en madera, con sus vestidos tallados y pintados, a las imágenes vestidas donde solo se dejan ver la cara, completa o enmarcada con el rostrillo que cubre pelo y orejas, y las manos, fue un salto doloroso e incomprensible por los amantes del arte, aunque a los devotos piadosos de aquellas advocaciones marianas, era lo mas lógico según los tiempos ¡era la moda! pero ¡qué daño hicieron! Solo las imágenes chapadas con metales valiosos, como la Virgen de la Vega, de Salamanca, la del Sagrario, de Plasencia, de Toledo, de Ujué, y otras muchas, no se tocaron, pues ya estaban bien vestidas. Pero en las de madera, se quitó lo que sobrase y molestase para poder vestirla, funcionó el hacha, la sierra y la azuela, hasta dejar "el candelero" apropiado para poderla vestir sin problemas. Y esto pasó con nuestras imágenes de Ávila, la Virgen de Sonsoles, la de la Caridad, la de la Soterraña, y otras muchas, excepto las que conocemos como las ultimas adquiridas por varias cofradías, al estilo andaluz. Con alguna se ha querido recuperar su estado original, como la Virgen de la Soterraña, volviéndola neorrománica, con unos resultados discutibles, por lo que posiblemente no merezca la pena la vuelta a una imagen puramente románica, de los siglos XII o XIII, cuyo aspecto completo desconocemos. Y la moda llevó consigo otra constante, el apoderamiento de las imágenes por las mujeres, pues estimaron que los hombres no podían estar presentes en el momento de vestirla, con reglas muy rigurosas. Las camareras de la reina, llamadas en las imágenes camaristas, solo pueden ser mujeres, salvo alguna muy especial excepción a hombres.