Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Nadie es profeta en su tierra

08/05/2022

Esta frase bíblica que Jesús dijo en cierta ocasión, según el evangelio de san Lucas, con toda humildad me la quiero aplicar, pero con matices, y Dios me libre de cualquier comparación; y a lo mejor, tampoco viene a cuento. Pero me gustó la frase, según me explicaré a continuación y digo por qué, aunque solo me quede en visionario futurista o pseudorealista.
A finales del pasado mes de enero, escribí un artículo apocalíptico que titulé ¡¡¡AGUA!!!, profetizando que venía una espantosa sequía y que debíamos prepararnos. Han pasado los días, y aquello que intuía tan negro resulta que se ha convertido casi en el mejor año hídrico de la historia de Ávila; ha empezado a llover y a nevar, los embalses se han llenado a rebosar, el agua corre por ríos y regatos, hay charcos por todas partes, las praderas están verdes y los expertos pronostican para Ávila un buen año sin restricciones de ningún tipo; incluso, según el informe presentado al Ayuntamiento por la Comisión de Expertos, no debemos preocuparnos en muchos años, teniendo los embalses en superficie y los subterráneos del valle a nuestro servicio, pero para muchos años. No entro en la bondad de ese informe, ni siquiera comentarlo, pues no lo conozco. Pero dejando de ser profeta, sino simplemente realista por las experiencias vividas, Ávila sigue siendo deficitaria en agua, y así, no puede prosperar. Porque el agua es mas importante incluso que las comunicaciones, y todo lo que se haga por ello es garantizarnos un mejor futuro, donde el agua valdrá mas que el oro. Aunque no conozca ese informe, si me han llegado noticias por la prensa, de su elaboración durante dieciocho meses por los expertos, que títulos tienen, muchos y buenos, de especialistas en el tema. Pero hablar de una solución definitiva, es ser demasiado optimista, y el profesor de Ingeniería Hidráulica de la USAL, José Luis Molina, remacha diciendo que Ávila, es la provincia de España con menor garantía hídrica. Y esto ¿qué quiere decir? pues que no tenemos garantizado nada, solo para unos meses si la cosa sigue así, o volvemos a tener problemas. Un «pluviómetro» particular que teníamos los abulenses para saber si el año iba a ser bueno, era ver todavía a principios de junio, manchitas de nieve en lo alto de la Serrota. ¿Desde cuándo no la vemos así? Nos conformamos con medidas cortoplacistas, solo para salvar una legislatura, y el que venga detrás, que arree. Medidas propuestas de carácter «inmediato» serian, si llegaran al mínimo Serones y Becerril, el bombeo desde Fuentes Claras, también desde Las Cogotas, los acuíferos del Valle Ambles (los datos sobre perforaciones para regadío en la Moraña, son alarmantes, cada vez a mas profundidad, que quiere decir que agotamos los depósitos históricos y estos no se recuperan), y la utilización de las aguas de la depuradora, que nunca serán al cien por cien, puras ¿y utilizar las aguas del Adaja? No sé, habría que tener una visión de futuro mas ilusionante, mas decidida, mas progresista (pero ¿qué digo?) o Ávila cada vez será menos.
Otro tema municipal al que no veo que solucione nada, son las cacareadas escaleras mecánicas. Se inventaron para solucionar problemas de movilidad cómoda de «masas», no de tres o cuatro individuos, aunque se lo merezcan, pues no veo a nadie mas por ahí, escaleras que sirven en los grandes almacenes, o estaciones como Chamartín o Príncipe Pio, o para muchos turistas, como en Toledo o grandísimos desniveles ¿se ve algo igual en Ávila?
También me he atrevido a opinar sobre la repoblación de los pueblos despoblados, casi vaciados. ¿Quién pregona tanto el teletrabajo en el medio rural? ¿es que un ordenador va a arar, a sembrar, a recoger, a vigilar arroyos y caminos, a talar pinos, a…, a todo lo que siempre se consideró era la vida de un pueblo. Si ya se, que ya no es necesaria tanta gente para estas labores; que hay robots que podrían hacer alguna de esas cosas, dándoles las órdenes oportunas desde un ordenador en casita. Si ya sé que podría hacerse turístico, para urbanitas que quieren respirar de vez en cuando aire puro, pero sin cacareos de gallinas al lado, ni olores rurales, ni toque de campanas, con calles asfaltadas, luz pública de la buena, servicios médicos a cualquier hora, servicios de enseñanza de la buena, carreteras que no suelten chinazos ni polvo al pasar; vamos, una miniciudad, pero en el campo ¡que guay! Que no, que los tiempos son otros, y no hay gobierno de derechas, de izquierdas o mediopensionista, que arregle el vaciamiento. La concentración en núcleos mayores se impone, y llegará mas pronto que tarde. Y no es porque no nos guste el campo, la vida en la naturaleza, es que ya no somos los mismos, ni hacemos las cosas como hace un siglo.
Algún compañero comentarista habla de sus tres lectores. Yo también tengo mis tres lectores, que me leerán con cariño. Y punto. A lo mejor dentro de cien años, algún lector curioso mirará en la hemeroteca del periódico, y diga que cierta profecía se ha cumplido.