Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Dame tu fuerza, Pegaso

07/05/2022

Pocas bromas, pero los Caballeros del Zodiaco están más de moda que nunca por ese programa de espionaje que en la última semana hemos escuchado hasta en la sopa. Las búsquedas en internet sobre la serie de anime se han multiplicado entre los nostálgicos de todo lo que huela a años 90, que ya habían guardado en el trastero los manga de aquella emisión, que marcó a toda una generación, que despertaba al anime en aquellos primeros compases de la década.
Menos habitual resulta que suban las visitas en torno a lo relacionado con esa región mimada y quejica que es Cataluña. Una belleza de lugar que se empeña artificialmente en demostrar que no tenemos nada en común, con un empeño revanchista absurdo y plagado de cambios de relato en la Historia. Para ciertos ultras catalanes, Santa Teresa, hasta Steve Jobs si me apuran, nacieron y crecieron en Castelldefels… Qué hartazgo.
Cuando a un hijo lo malcrías, hay bastantes probabilidades de que te líe alguna trastada inolvidable, que te exija más de lo que merece, que te propicie disgustos de difícil resolución, que te ponga en evidencia o que, si en algún momento decides poner pie en pared, te diga aquello de que no sabes con quién estás hablando. Causa-efecto. 
Desde que el mundo es mundo, al menos para un servidor, lo que ocurre con esa parte del noreste de España parece tener muchísima más importancia que lo que sucede en todos los demás territorios de la piel de toro. Son lentejas. Y la realidad es que, el hastío es notable por esa circunstancia. Mira que hay gente increíble allí, ese triángulo territorial que cuenta con referentes en investigación, industria o desarrollo. Pero ese empeño por enfrentar no hace otra cosa que confirmar que Cataluña es la región más malcriada de España. Algo que los gobernantes de uno y otro signo conocen y propician, pero como con tantísimos otros problemas endémicos en nuestro país, resuelven mirando para otro lado. Yo lo llamaba la técnica Rajoy hace unos años, pero el actual inquilino de La Moncloa, no se queda atrás en dar largas a decidir. El día que saquemos a luz la escombrera en que se están convirtiendo cuestiones clave para nuestro futuro como el pago de las pensiones, la deuda o los compromisos postergados que se siguen renovando y que algún día nuestros hijos seguirán pagando a eléctricas, ese día será para echar a correr. Por cierto, no sólo empresas energéticas, otras grandes prestadoras de servicios también llamarán con la receta y los problemas crecerán. Como aquella otra serie de los 80 que, esa sí, era de mi cuerda. 
Regresando a Cataluña, estamos hablando de una comunidad autónoma eminentemente contribuidora al pastel global de nuestra economía -al César lo que es del César-, pero también es cierto que, como ocurre con esa otra mal llamada comunidad histórica que es País Vasco, ha contado con una cantidad de recursos muy superior al resto. Otra cosa es que lo hayan aprovechado. Esos dirigentes a los que se les coló el famoso Pegasus llevan años más preocupados por contar con su propia Hacienda, su propio CNI y la bifurcación de cuantos órganos mandanga se nos ocurran, que en atender a las necesidades reales de los ciudadanos. Las valoraciones de la triada clave que integran en toda administración pública Sanidad, Educación y Servicios Sociales, en Cataluña, suelen mostrar habitualmente demasiados rojos en los rankings que periódicamente se elaboran en nuestro país. 
El hecho de que se haya destapado ahora el caso del software espía, al parecer uno de los más complicados de detectar de cuantos existen en el mercado, da que pensar. La cuerda se tensa cada vez más, o eso nos dicen. Aunque, seamos realistas, dependiendo de la emisora que escuches o el digital que leas, tienes que creer una cosa o la contraria, porque parece que estamos en países diferentes, y hablo única y exclusivamente de España. Lo que no falla es aquello de que, a río revuelto, ganancia de pescadores. Y hay demasiada gente más preocupada en tirar la caña para disfrutar un poquito del ocio que para dar de comer a quienes les pagamos, en algunos casos, demasiado bien. Ya me entienden.