Fernando Romera

El viento en la lumbre

Fernando Romera


Las barbas francesas

27/04/2022

De haberse dado el caso, en algunos gobiernos regionales (no pocos) de nuestro vecino del norte podría haber entrado el partido de Le Pen, si no gobernado. Me pasé la tarde del domingo viendo una cadena de televisión francesa y escuchando a los opinadores y politólogos de allá, muy parecidos en opiniones y modos a los españoles. Algunas cosas que llaman la atención: un rato antes de finalizar la votación, las encuestas daban un resultado más que aproximado a la realidad, al menos en la cadena que yo veía, apenas un par de décimas de diferencia con lo que finalmente resultó del escrutinio.  El Tezanos francés tiene mejor tino, parece. Preocupación y no poca había en la mayoría, no tanto porque Le Pen hubiera obtenido tan abultados resultados -llevan conviviendo con el entonces FN desde que en 2012 fuera tercera fuerza-  como por la fractura real que se está produciendo en Francia. Ya lo habrá leído quien más y quien menos y no voy a repetir lo que ya es consabido en España: hay un voto rural y un voto urbano que, hoy en día, está enfrentado. Creo que ya he comentado en algún que otro artículo que existe también una Francia vaciada, hecha de pueblos de donde se va el médico, el veterinario y hasta el bar echa el cerrojo y deja a los paisanos sin el vino y el café; y sin la tertulia, claro. Hasta hace algunos años sus habitantes cuidaban sus casas, mantenían los edificios históricos adecentados, veían llegar a sus residentes más o menos cada verano y sobrevivían más que dignamente con una agricultura y ganadería que era defendida y mucho, y, si no, que nos digan a los españoles hasta qué punto se defendía. Pero en estos años la escapada hacia las grandes ciudades es tan preocupante como en España y el campo se muere. Una buena parte de los «gilets jaunes», de los chalecos amarillos, está vinculada con el mundo rural o procede de él. En un país que dedica casi tres cuartas partes de su territorio a la agricultura, el daño que se está produciendo es mayúsculo. En el nuestro andan la mitad de sus ciudadanos con las manos en la cabeza por lo que ha ocurrido en Castilla y en León. Vox no es el Rassemblement National francés. Pero el marco de crecimiento en zonas rurales es el mismo. El mapa de la primera vuelta en las elecciones francesas marcaba una línea clara que dividía el este del oeste, prácticamente desde Picardie a Languedoc. Lo que más me ha llamado la atención, sin embargo, de todo lo ocurrido después del domingo e incluso la misma noche del domingo es comprobar cómo buena parte de los intervinientes en las tertulias post-electorales reclamaban, como primera medida, políticas de reunificación nacional. Es verdad que en las presidenciales francesas no hay que hablar de pactos ulteriores. Pero que, ante una situación tan preocupante para un país como es la división popular y política, y tras conocerse unos resultados electorales, se reclame una actitud de cohesión social no deja de ser envidiable. Por aquí andamos más o menos igual: el campo, salvo las grandes explotaciones del sur y levante, se deja morir, bajo la desidia y los incendios. Se prometen ayudas que no sirven sino para mantener la situación actual. Los pueblos se vacían y las pequeñas ciudades se dejan morir. Mirarse en el espejo francés, en la barbería del norte, no es descabellado. Otra reunificación nacional también está por hacer aquí, la de las Españas rural y urbana. De la primera se piensa en la segunda que es conservadora y carpetovetónica y que no tiene remedio. Así que se la deja morir para que no estorbe. En el sentido contrario, la gran urbe nos roba y quita el pan, que nos mira desde una altura moral más que reprochable. Y, siguiendo a don Antonio Machado, una le hiela el corazón a la otra. Siempre.