Una tradición que aguanta entre aires de modernidad

M.L.
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La matanza de Gotarrendura celebra su XV edición en un ambiente festivo en el que los vecinos y curiosos pudieron degustar los mejores productos sacados del cerdo

Una tradición que aguanta entre aires de modernidad - Foto: Isabel García

Con el avance de los tiempos, hay ciertas costumbres, arraigadas en la sociedad desde épocas inmemoriales, a las que les cuesta sobrevivir. La matanza es una de ellas. La producción en cadena y la concienciación sobre la vida animal –y el trato que el ser humano le da– han llevado a una mayor preocupación sobre el sufrimiento de los seres –cerdos, en este caso– que no casa del todo bien con tradiciones como la matanza. Sin embargo, en Gotarrendura la matanza aguanta. Dentro de las Jornadas de Recuperación de Tradiciones, que ya van por la quinceava edición, el Ayuntamiento de la localidad ha recuperado este rito que en la antigüedad servía para alimentar a familias enteras.

Al entrar en el municipio morañego, se respira de un modo indudable un ambiente festivo. En la plaza de Santa Teresa hay instalada una carpa, protegida por un cordón de plástico. Dentro, varias personas cortan jamón, despiezan a un cerdo, preparan caldos o pican carne. A su alrededor, niños, jóvenes y mayores contemplan, entre chatos de vino y botellines de cerveza, la labor. La banda de dulzainas ‘Aires de la Moraña’ da la nota musical al evento –y también la festiva, tocando temas como el Bella Ciao, pero con el estribillo cambiado a «resacón, resacón, resacón cón cón»– y la gente baila, haciendo hambre para la comilona que se dará sobre las 13:30 de la tarde y que ya se encuentran preparando varias personas en una barra situada junto a la carpa, donde varios leños se queman en distintas barbacoas que servirán luego para cocinar la carne.

Fuera de la plaza, hay un puesto de alimentación con un cartel que reza «Trabajo Solidario». En él se venden diversos dulces caseros que, según cuenta Raquel Martín, van destinados a recaudar dinero para Guatemala. El objetivo es llegar a 2.000 euros para entregar a 200 familias guatemaltecas paquetes básicos de alimentación con productos como arroz, aceite o frijoles. Hoy estaban en Gotarrendura por la matanza, pero irán recorriendo otros lugares para llegar a la cifra propuesta.

Más allá del puesto de Trabajo Solidario, se encuentra otra gran carpa donde diversos negocios venden pasteles, dulces y distintos productos de alimentación. Allí, Manuel Francisco Vicente, pastelero de un pueblo de Salamanca, nos cuenta que lleva años viniendo a esta matanza y nota una gran bajada de asistencia. Según dice, siempre ha vendido mucho en la matanza de Gotarrendura, pero esta vez se muestra pesimista. «No creo que saque para cubrir costes», afirma, mientras se lamenta por la despoblación y la decadencia de la vida rural, y reniega de los políticos como posibles solucionadores del problema.

No es el único que ve menos asistencia en esta edición. José Ignacio González ve «un poquito de menos gente», pero no cree que el descenso haya sido pronunciado.

Por su parte, Salvador López, «el de los marranos», como dicen en el pueblo, sí que está satisfecho: «yo la veo con bastante personal». Sí cree que puede que se vendan menos entradas para la degustación –el pasado año se despacharon 400 y, en el momento de hablar con él, las cifras iban por las 270–, pero lo achaca al puente. «La gente se lo está pasando bien, que es de lo que se trata», dice, satisfecho.

De eso y de comer cerdo. Sobre las 13:30 se formaron largas colas ante la barra y comenzaron a servirse platos llenos de torreznos, picadillo, chuletas y demás productos cárnicos. La gente los devoraba con fruición mientras la fiesta continuaba y la música seguía sonando. Tras la comida, se llevó a cabo el sorteo de una cesta de Navidad, y, después, los asistentes pudieron contemplar una exhibición de cetrería. Una jornada completa para saborear la tradición.