Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


El legado de los seres queridos

27/05/2022

seres queridos que ya se fueron! A todos, antes o después, nos ha tocado o tocará vivir la experiencia del duelo, de la ausencia de esas personas que de una u otra forma han marcado nuestras vidas. En el trajín diario de la vida rara vez nos planteamos que puede ocurrir que un día tengamos que seguir adelante sin ellos. Y, sin embargo, ese momento se hace presente y real. A veces de manera cruel, otras de manera esperada, pero siempre con el sello imborrable de la huella tan profunda que han dejado en nuestras vidas.
Es a partir del día después cuando comienza, poco a poco, a emerger el significado de una presencia que ya es ausencia. O, quizás sería mejor decir, de una ausencia que se transforma en una manera diferente de presencia: en el recuerdo de tantos momentos vividos, en lo grande e importante que ha sido para mi propia vida, en lo que me aconsejaría frente a nuevos problemas, en como me acogería en mis desahogos, en donde podríamos irnos de vacaciones… Pero también el vacío y el dolor de la ausencia, que tantas veces hace brotar las lágrimas, hay una alegría sutil, profunda, que habla de una presencia sanadora; de la certeza de haber vivido algo grande y hermoso, del privilegio de haber formado parte de su vida.
Cada persona somos un entramado único de sentimientos, sensaciones, emociones que modulan nuestra propia forma de ser y de sentir; y en donde brotan, tantas veces, las experiencias más profundas que marcan nuestras vidas.
 Y hay días, hay momentos, hay situaciones donde el recuerdo se intensifica y donde la emoción nos recuerda lo valioso de esa persona que ya se fue. Especialmente en el recuerdo de su cumpleaños u otras celebraciones que, de una u otra forma, reavivan la necesidad de recordar, de rememorar. Quizás, porque es una manera de hacer presente a esa persona (padre, madre, esposo, esposa, amigo, …), y percibir que, aunque de otra manera que no entendemos, sigue estando viva. 
Hoy yo no puedo no recordar al P. Rómulo Cuartas, fallecido el pasado mes de diciembre. Un día como hoy, 27 de mayo, estaríamos con todos los preparativos para celebrar su cumpleaños. Este año hubiera cumplido los 74.
El P. Rómulo nació en una vereda de Colombia (Yarumalito) en el seno de una familia sencilla, humilde y numerosa. Curiosamente su madre se llamaba Teresa de Jesús, quien seguramente se gozó al ver a su hijo entrar en el Carmelo fundado por Teresa. Y, ya desde el cielo, se gozaría cuando en 1994 fuera llamado a prestar sus servicios al Carmelo en el naciente Centro Teresiano Sanjuanista, entonces funcionando en una parte del convento de la Santa.
Y hasta el día de su nacimiento al cielo vivió en Ávila, entregado totalmente a la obra de Santa Teresa de Jesús, su otra Madre. Más de un tercio de su vida entregó a esta ciudad, siendo coartífice de una de las grandes obras del Carmelo de Teresa para el Nuevo Milenio: la ideación, creación, construcción y animación de la "Universidad de la Mística- CITeS". Durante los últimos 14 años fue subdirector y administrador, además de profesor y jardinero. Pero más allá de las tareas o trabajos, en él se encarnó el espíritu de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz en un estilo nuevo de vivir el Carmelo, con toda su riqueza y belleza, pero abierto a todos. 
Han sido más de 30 congresos internacionales los celebrados en estos tiempos, muchos encuentros interreligiosos y ecuménicos, miles de personas las que han ido participando en las diversas actividades y cursos, procedentes de todo el mundo. Y en todos ha dejado una huella que solo puede ser fruto del Espíritu que en él actuaba: acogedor con todos, cercano y sencillo. Y siempre con la máxima de romper fronteras, de superar divisiones, para aprender a vivir sin necesidad de cotos privados, convencido de que ello forma parte esencial del Carisma de Teresa y Juan. Rómulo me enseñó, entre tantas y tantas cosas, a convertir nuestra casa en casa de todos, favoreciendo siempre un espíritu de libertad, jovialidad, respeto y cercanía, una comunidad al estilo de Jesús. 
Y saber que todo esto ha tocado el corazón de tantísimas personas, ayudándoles también a vivir con más alegría y confianza, no es algo que se pueda olvidar. Por eso hoy quiero brindar por ti, Rómulo, por haber hecho del mundo un lugar un poquito más acogedor y evangélico; y porque el simple recuerdo de tu persona hace vibrar de armonía tantos corazones.