M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


Crear poesía

17/04/2022

Hay quienes escriben poesía porque ella los ha elegido. «La poesía es como un gato: ella te elije a ti», según Mónica Gabriel y Galán, poeta de lo cotidiano y de la quietud observadora y que hace unos días presentó en nuestra ciudad su último poemario, Con los ojos bien cerrados. Ustedes, también con los ojos bien cerrados, visualicen esta escena que fue real: un atril de madera macizo, una mujer que, como alto junco asoma cimbreante tras el micrófono, una voz suave de manantial claro que brota, sin las estridencias de un fatuo juglar, de la cueva sonriente de los labios, un pequeño espejo en el suelo y unas palabras entretejidas como razón, memoria y sueño poéticos. Esa magia nos la regaló Mónica haciendo poesía al presentar su libro.
«Hay tantas maneras diferentes de entender y amar la poesía como amantes de la poesía.» –Ana Jiménez–. Porque hay quien entiende la poesía como expresión lírica de la palabra, quien la entiende como experiencia, o como ejercicio lingüístico, o nuevas formas de usar el lenguaje, o quien la practica como forma de conocimiento, de comunicación, de emoción etc. Nadie se puede arrogar poseer el auténtico sentir poético y, a pesar de que poetas como Machado o Neruda estén muy alejados en la escritura el uno del otro, a los lectores de poesía puede que le gusten con la misma intensidad los dos y no tenga necesidad de percibir lo diferente que son sus mundos poéticos y se conforme –muy acertadamente- con disfrutarlos y encontrar en cada libro una voz diferente que acompase a su voz interior como lector. En Mónica no hay artificio, desamor, engaño, repetición, estridencia y otras muchas cargantes cualidades que caracterizan tanto poemario. Hay sinceridad y sencillez cuando dice que tiene dos procesos creativos: mirar la acacia por la ventana –en silencio– o seguir el vuelo de una mosca.
Es común decir que la poesía para nada sirve. Desde luego, pocos han sido y son aquellos que viven de ella y, en ese sentido, la poesía no da de comer, no sirve como sustento. Pero sí da aliento a la vida y, como decía Oscar Wilde –y Mónica lo recordó–, la poesía sirve para embellecer la vida. Y para agrandarla, comprenderla, amarla, descubrirla, transformarla… Sigo con las citas de Mónica, esta de Luis García Montero: «Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.» 
La poesía también es una forma de defensa del idioma y la palabra –una preocupación que Mónica expresó– y, por ello, es característica de evolución de lo humano. Ahora, que hay quien usa apenas cincuenta palabras para comunicarse –y así nos va–, la poesía es ceremonia de casamiento de experiencia, emoción, palabra y pensamiento. Nunca estáticos, siempre en crecimiento. Y es por eso que uno de los tres libros que ella elegiría para llevarse a una isla sería un diccionario, para seguir descubriendo nuevas emociones escondidas en cada palabra, para seguir escribiendo versos como estos: «¿Quién dio inteligencia al corazón?, pregunté bajando la escalera. / No obtuve respuesta. Lo intenté con un poema.»