La fura del campesino

M. Lumbreras
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El veterano grupo de teatro 'La Fura dels Baus' presenta en la capital 'Free Bach 212', un espectáculo rico en lo musical y en la puesta en escena en el que la compañía lleva a cabo una versión muy libre y moderna de la 'Cantata de los campesinos'

La fura del campesino - Foto: Isabel García

Cuando el telón se levanta, aparece un escenario sumido en la oscuridad y con una decoración parca en detalles: el espectador únicamente puede ver un clavicémbalo en la parte izquierda de las tablas en el que, de espaldas al público, un instrumentista espera. A la derecha, se eleva una mesa sobre la que reposa un sintetizador (me atrevería a decir que un ‘moog’) y una especie de máquina de mezclar cemento, y por la superficie se yerguen, salpicadas por allí y por allá, varias estatuas. De pronto, el clavicémbalo comienza a tocar el aria que da inicio al espectáculo. Cuando su parte termina, surge una forma proyectada en el telón del fondo: un violonista toca una suite, y su figura se va agrandando o empequeñeciendo según la música suena más forte o más piano.

La Fura dels Baus consiguió arrancar un largo aplauso del público abulense en la noche del miércoles en la explanada del Lienzo Norte. El veterano grupo de teatro presentaba en la capital su obra Free Bach 212, una adaptación libre de la Cantata de los campesinos, del compositor barroco Johann Sebastian Bach.

Teniendo en cuenta que los Veranos en la muralla es un festival de música, este redactor tenía curiosidad por ver cuál era la propuesta de estas leyendas del teatro vanguardista nacional (en esta ocasión, bajo la dirección de Miki Espuma –magnífico al sintetizador y al uquelele–) para que fueran incluidos en un cartel que cuenta con músicos archiconocidos como Estrella Morente o Los Secretos. Y es que la obra se trataba de un musical visionario en el que las piezas de Bach (interpretadas por el ‘ensemble’ Divina Mysteria) se funden con la modernidad aportada por el uso del sintetizador y los juegos de luces. Asimismo, en el telón de fondo se proyectaban también imágenes que se acompasaban con el tono de la música, un bailarín aportaba interesantes danzas y una cantaora le daba un toque flamenco que aportaba el grano de folckore nacional.

La Cantata de los campesinos fue una obra que Bach compuso en honor al superior de su libretista, el inspector de impuestos sobre el alcohol Christian Fiedrich Henrici, más conocido como Picander. ¿Se imaginan que los ciudadanos montaran una fiesta en honor a Cristóbal Montoro? Pues, más o menos, esta es la trama de la obra. 

Dos enamorados (mezzo soprano y barítono) expresan su opiniones y críticas sobre el recaudador de impuestos. Las piezas barrocas se desarrollan claras y limpias con la interpretación de los cantantes y el ensemble, formado por un violín, una viola, un violón y el clavicémbalo, y las melodías de Bach inundan la explanada del Lienzo Norte para el placer del público. 

Sin embargo, estamos ante un reinterpretación de vanguardia, y, tras una serie de piezas barrocas que trasladan a los abulenses al siglo XVIII, de repente se rompe la armonía. Las pantallas comienzan a proyectar una serie de imágenes psicodélicas en las que unas vacas cambian de color. El sintetizador entra rompiendo el esquema barroco que se había formado hasta el momento y trasladando las melodías hasta unos más cercanos años 70 que recuerdan más a Pink Floyd (esas imágenes de vacas que parecían sacadas del Atom Heart Mother, los sonidos del dinero, el sintetizador loco...) que a un salón dieciochesco. 

Esta va a ser la característica principal del show: la libertad creativa (por algo se llama la obra free –libre, en inglés– Bach) y la fusión entre diferentes géneros musicales y artísticos, aderezado todo ello con grandes dosis de crítica a una sociedad montada en torno al dinero.

Con varios puntos álgidos –especialmente esa gran mezcla entre la Folia de España de Bach con la letra, más bien rapeada por el barítono, de la canción Gimme the power de los mejicanos Molotov (que La Fura al completo aprovechó para tocar como bis), o la rareza del cante flamenco acompañado por los chirridos provocados por la rueda de la máquina de hacer cemento– la función acaba como una gran fiesta en la que la protagonista es la bebida que se suele utilizar para animar cualquier celebración: la cerveza.

Obra recomendable para todo aquel que quiera disfrutar de una buena velada musical –lo tiene todo; canciones de Bach (el primer bajista del rock), aires psicodélicos y amor a la cerveza–, esperamos que La Fura dels Baus siga muchos años haciéndonos disfrutar de espectáculos de tan alta calidad.