Julio Collado

Sostiene Pereira

Julio Collado


El pito no piensa, embiste

29/11/2021

Me puso una mano en la espalda. Vamos, nena, bailemos. Se la aparté y retrocedí un par de pasos... No quiero bailar… Vamos, nena, te estoy sacando a bailar… Me sujetó los brazos a los costados en un abrazo férreo, me aplastó la cara con la suya y empezó a buscar mi boca con la lengua. Volví la cara y quise zafarme...Él era una camisa de fuerza. Quieres hacerlo -me dijo-. Sé que quieres. He visto cómo me mirabas. Estás hambrienta. Quieres hacerlo. Me eché a llorar. Ese ruido como de otro mundo hizo que me avergonzara en cuanto empezó a salir de mi boca. Me pareció verlo reverberar en el aire.
Me dio la vuelta con violencia, me tapó la boca con una mano y me siseó al oído: ¿Quién coño te has creído que eres? ¿Crees que puedes volverme loco y luego dejarme tirado? Vuelvo a recordar cada palabra. Se me han quedado grabadas en la conciencia. Me arrastró por el suelo. Perdí un zapato. Noté cómo se me caía del pie pero no lo vi. Le mordí la palma de la mano con tanta fuerza que me dolieron los dientes. Él gritó. Hasta ahí, estoy segura. 
Luego debí de estamparme. Él debió de estamparme contra la estantería. Me golpeé la cabeza. Caí. Me deslicé hasta quedarme sentada en el suelo… Esa pobre chica del suelo ya no formaba parte de mí...".
Sostiene Pereira que, mientras leía las cinco páginas de la novela Recuerdos del futuro en las que Siri Hustvedt, la autora, narra el intento de una violación, sentía un nudo en el estómago y una profunda desolación. Dejó la novela y paseó por la casa como noqueado. Irremediablemente recordó las noticias de estos días:  Los casos de violencia contra la mujer crecen un 10% en cinco años. Mientras el 74,2% de las chicas consideran que la violencia de ge?nero es un problema social muy grave, sólo el 50% de los chicos lo creen. Especialmente preocupante es el creciente porcentaje de chicos jóvenes que niegan la existencia de la violencia de género. En cuatro años, desde 2017 a 2021, el porcentaje se ha duplicado y se sitúa en el 20%. Es decir, uno de cada cinco adolescentes y jóvenes varones de 15 a 29 años cree que la violencia de género no existe y que es solo un "invento ideológico". También aumenta la opinión de que la violencia es inevitable, que es habitual y que, si es de poca intensidad, no supone un problema.
¿Cómo es posible, se pregunta Pereira, que pasen estas coas en el siglo XXI? Dice el filósofo francés A. Glucksmann que "El odio más largo de la historia, más milenario aún que el odio al judío es el odio a las mujeres". Ese odio o aversión o miedo o envidia debe venir, sostiene Pereira, desde las cavernas, desde las primeras manifestaciones  del hombre, ese "mono desnudo" como lo llamó Desmond Morris en 1967. Se ha ido fraguando en todos los campos hasta invadir las profundidades del alma y ha sido provocado por el ansia de posesión y dominio. Este fenómeno universal y permanente de desprecio y marginación de las mujeres que las ha hecho invisibles no es privativo de los hombres sino que contagió a las propias mujeres. De ahí lo difícil del cambio real. Fue el Feminismo, que arranca por primera vez de la Ilustración y que se expande en el s. XIX y el XX, el que con su solitaria y dura lucha ha ido dando la voz a las mujeres. Desde aquellas valientes sufragistas que exigieron el voto femenino hasta las actuales que protestan con sus pechos al viento como nuevas heroínas en busca de la libertad. Piensan muchos intelectuales que la mayor revolución del s. XX fue el descubrimiento de la píldora anticonceptiva en 1960. La posibilidad que dio a la mujer para decidir sobre su sexualidad, sus embarazos y su maternidad fue casi como salir de la esclavitud porque quitó al varón mucho poder sobre  el cuerpo de la mujer y su sexualidad. 
Así, se llegó al s. XXI con avances insospechados en leyes como la del de divorcio, el aborto y de igualdad. ¿Cuántas mujeres aparecían antes en los libros escolares de historia, literatura, ciencia, política, religión, economía...? Pero, queda mucho. Sólo hay que ver quiénes dirigen los bancos, las universidades, las iglesias, los partidos, los sindicatos, las patronales empresariales, la judicatura; quiénes hacen los peores trabajos y quiénes cobran menos, quiénes llevan el mayor peso de la casa y de la educación de los hijos. Este ninguneo histórico es la causa de la  violencia machista. Por eso, hay que mejorar las Leyes, la educación en igualdad y desenmascarar a los partidos y culturas misóginos. No puede ser que se siga culpando a las mujeres del comportamiento violento de los hombres-machos. Como Adán culpó a Eva y el violador culpa a la violada.