"El error del árbitro no está concebido como un error humano"

Sergio Jiménez
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Después de trabajar durante un lustro como controlador financiero en Madrid, Gonzalo cumple su segunda temporada como asistente en el fútbol profesional, lo que le permite arbitrar en algunos de los estadios con más solera de España

"El error del árbitro no está concebido como un error humano" - Foto: David González

El fútbol es el deporte más practicado y mediático del mundo. Todos los niños y niñas han dado patadas a un balón alguna vez en su vida. Sin embargo, pocos pueden decir que viven gracias a trabajar en su afición de siempre. Y más en una provincia tan pequeña como Ávila. Uno de estos ejemplos es Gonzalo López de la Llave (Ávila, 1994) que empezó jugando en la sección de fútbol de la Casa Social Católica y que, en la actualidad, es uno de los 44 árbitros asistentes de LaLiga Hypermotion, la actual Segunda División española (otro abulense, Rodrigo Blázquez Sánchez, también está en ese grupo). No obstante, su vínculo con el arbitraje comenzó muy pronto mientras lo compaginaba con su labor como futbolista marcando goles para el club verderón. «Empecé con 13 años para sacarme un dinerillo. Lo compaginé durante cuatro años a la vez que jugaba en la Casa Social. Lo hacía en el fútbol formativo, porque no arbitraba ni siquiera partidos de juveniles», recuerda Gonzalo. Desde aquellos inicios hace ya 16 años hasta su situación actual ha pasado por un camino lento, pero seguro hasta entrar de lleno en el profesionalismo.

Porque Gonzalo hace dos años que abandonó su anterior trabajo como controlador financiero en una empresa de Madrid, que había sido su profesión desde que terminó su carrera universitaria. Ahora, al dedicarse en exclusiva al fútbol y al arbitraje tiene una vida totalmente distinta a la anterior, muy centrada en el deporte y en ver partidos. «Tenemos que estar muy bien físicamente, que es lo que demanda un encuentro de fútbol profesional. Tenemos que estar al 100% para acertar en las decisiones. Pero también hacemos mucho repaso de los partidos y de los equipos que vamos a dirigir próximamente. Los lunes suelo invertir unas 2-3 horas a revisar el choque del fin de semana anterior para analizar los errores y los aciertos que hayamos tenido», explica. Una labor de análisis que realiza, de manera telemática, con sus compañeros del cuarteto arbitral.

Gonzalo forma parte del equipo de Adrián Cordero Vega, colegiado cántabro con más de 175 partidos de experiencia entre Primera y Segunda División, a quien se unió cuando dio el salto a LaLiga Hypermotion. «Los árbitros principales eligen a sus asistentes, y ese equipo ya se queda conformado para toda la temporada, salvo en casos excepcionales por temas de territorialidades. Yo llevo estas dos temporadas con Cordero Vega. Para este año, se ha venido con nosotros un asistente vasco, cuyo árbitro principal descendió de Segunda y decidió venirse con nosotros», expone. Esa confianza que mantiene con Adrián provoca que, esta campaña, sea asistente número uno (el que se coloca en la banda de los banquillos), con lo que le toca lidiar junto al cuarto árbitro con los entrenadores y los cuerpos técnicos de los equipos.

Su nueva profesión permite a Gonzalo disfrutar de unos estadios y unos partidos que todos los apasionados de este deporte sueñan con vivir. Ha arbitrado en La Romareda, La Rosaleda, Riazor, El Molinón, un derbi asturiano en el Carlos Tartiere o Ipurua, el campo donde debutó en la élite. Ese es, quizá su recuerdo más bonito en el mundo del fútbol, junto con un encuentro en Balaídos entre el Celta B y la Cultural Leonesa (Segunda B) que supuso la despedida de su equipo arbitral de entonces.  «El día de mi debut den Segunda lo voy a recordar toda la vida. Fue un Eibar-Tenerife en Ipurua, un estadio entrañable, de un equipo históricamente ligado al fútbol modesto y de una localidad de 40.000 habitantes, que se había transformado en un campo de Primera División. Fue un partido de mucho nivel, porque los dos equipos habían disputado el playoff de ascenso la temporada anterior. No tengo ningún recuerdo malo de ese día, a pesar de que hubo una intervención del VAR, que se llevó con la mejor de las caras», rememora entre risas Gonzalo. Hasta alcanzar ese momento, ese sueño de la infancia, el árbitro abulense pasó por un proceso largo de muchas categorías. Empezó en la Segunda Provincial de Ávila y de ahí continuó por la Primera Regional madrileña, Tercera RFEF, Segunda B y Primera RFEF antes de alcanzar la élite del arbitraje nacional. 

Ahora, Gonzalo está más expuesto que antes a la presión mediática que supone arbitrar en una categoría tan importante y profesionalizada como es LaLiga Hypermotion. Esto lleva emparejada la polémica que es tan habitual en el mundo del fútbol y que, desde la implantación del videoarbitraje (VAR) hace cinco temporadas, parece que se ha recrudecido todavía más. Pero él no cree que el arbitraje haya variado con respecto a la época previa al VAR. «Nosotros arbitramos igual que sin el VAR. Los árbitros y los asistentes toman las mismas decisiones. El único cambio son aquellas jugadas que pueden acabar en gol debemos dejarlas terminar para que el VAR pueda intervenir por si hay alguna acción digna de revisión. El arbitraje es el mismo. Lo que ha cambiado es la forma que tienen los espectadores y la prensa de concebirlo. No se conciben los errores de los árbitros ni del VAR», comenta. En muchos casos, esa polémica también surge a raíz de los cambios en el reglamento que se producen cada temporada. El más polémico que se ha introducido recientemente es el de la posición de fuera de juego cuando un defensa, al jugar un balón, puede habilitar a un delantero contrario. «La mayoría de los cambios que se producen se centran en puntualizar algunos aspectos más que modificaciones muy bruscas. Nosotros acatamos órdenes y las aplicamos en el campo. El problema surge cuando el público no entiende y tarda en asimilar esos cambios. Ahí es cuando comienza la polémica, porque los espectadores no se leen las reglas de juego», expone Gonzalo.

Desde tiempos inmemoriales, se ha visto a los árbitros como un elemento en el que centrar las iras de los aficionados al fútbol, muchas veces de forma injustificada e injusta. Y todo por culpa de sus errores. Por desgracia, no se toma la misma consideración con un portero que comete un fallo en un gol o con un delantero que lanza fuera un penalti que con un asistente que no señala un fuera de juego milimétrico. «El error del árbitro no está concebido como un error humano. Estamos concebidos como máquinas que no pueden fallar y que, cuando fallas, la gente piensa que lo haces a propósito en contra de su equipo. Pero no es así. Nosotros vivimos de esto y nos jugamos nuestro puesto de trabajo en cada partido, porque si cometo muchos errores seguidos, quizás la temporada que viene no puedo disfrutar de la categoría en la que estoy ahora», declara. Porque los árbitros y asistentes también ascienden y descienden de categoría, igual que los equipos de fútbol, algo que se olvida a muchos aficionados y periodistas deportivos.

Su profesión ha sido objeto de situaciones lamentables, dentro y fuera de los estadios. Insultos, agresiones, palizas,... Unos episodios muy feos que Gonzalo espera que se erradiquen del fútbol lo antes posible. Muchos de quienes sufren estas situaciones son árbitros de categorías inferiores o formativas que sufren las iras de los aficiones por asimilación con lo que ocurre en partidos de la élite. «Un chaval de 14 años que arbitra un partido de alevines es el primero que se equivoca, porque lleva muy poco tiempo en este mundillo. No se puede pretender que acierte siempre y sea tratado como un profesional cuando no lo es, igual que el resto de niños», justifica. Aboga porque la figura del árbitro sea más reconocida y porque se normalicen sus errores como los de cualquier otro elemento del fútbol. 

Gonzalo es un afortunado porque su hobbie se ha convertido en su profesión, que le permite dirigir en Segunda División. Pero claro, su ilusión es poder ascender algún día a Primera División y llegar en algún partido de Champions League, de una Eurocopa o de un Mundial. Pero prefiere mantener los pies en la tierra y disfrutar de una categoría tan bonita. «El nivel del arbitraje en España es excepcional, diría que nivel top-3 a nivel mundial. Creo que soy un afortunado por poder arbitrar en Segunda División y de vivir del fútbol y del arbitraje. Así que hay que mantener los pies en el suelo y disfrutar muchos años de esta división. Y si tiene que llegar el ascenso, será porque he trabajado mucho para conseguirlo», finaliza. Su trayectoria le avala para poder lograr esa ilusión más pronto que tarde. Gonzalo López de la Llave, Rodrigo Blázquez Sánchez, Rubén Peña Jiménez (futbolista de Osasuna) y Borja Jiménez Sáez (entrenador del Leganés). Cuatro nombres que sitúan a Ávila en lo más alto del panorama balompédico nacional.