Fabiola Bartolomé es la tercera generación de carniceros de su familia, aunque ella, dice con modestia, sólo lleva tres años tras el mostrador de su céntrico establecimiento: una tienda renovada y con una imagen moderna en la que despacha productos de primera calidad.

Trabaja codo con codo con su hermano. Ambos decidieron darle una vuelta a la tienda tras la salida de su padre, José Luis, y ponerla a su gusto.

Con sólo 38 años,Fabiola apostó por Navalperal de Pinares después de haber trabajado en muchos sitios y de haber hecho, recuerda, muchos kilómetros de carretera. «Pero aquí se vive muy bien.Tengo mi casa a dos minutos andando, sales de trabajar y te puedes ir a dar un paseo antes de abrir de nuevo tu negocio y te parece que estás veraneando», plantea una de las grandes ventajas de vivir y trabajar en un pueblo.

«Y pude seguir con un negocio que ya estaba montado y que ya tenía una clientela. He podido seguir con algo que crearon desde jóvenes mis abuelos», plantea Fabiola, que si tiene que poner algo en el platillo negativo de la balanza habla de las durezas de los inviernos. «De lunes a viernes la gente que hay en el pueblo es la que hay. Y la gente mayor ya va comiendo poco, el médico les quita la grasa... Pero los fines de semana se compensa con la gente que viene de Madrid y los puentes y la Semana Santa te dan un empujón para seguir adelante»», reflexiona en alta voz Fabiola, que explica cómo elabora productos que ya elaboraban sus abuelos o su padre, como los adobados caseros, los lomos secos o las costillas semisecas.Sin olvidar los callos o la oreja guisada que elabora su madre y que siguen preparando en su trastienda, al igual que lo hacen con sus deliciosas empanadas. «Viene mucha gente de todos los tios a por eso, a por cosas nuestras», presume la carnicera.