Ayanta Barilli: «Siempre me ha gustado más el pasado»

María Albilla (SPC)
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Las mujeres y los hombres deben evitar los abusos

Ayanta Barilli creció a la sombra de un Planeta, el que ganó su padre, Fernando Sánchez Dragó, en La prueba del laberinto, en 1992. Ahora son el único tándem padre-hija unidos por este galardón, ella como flamante finalista este año. Pero pese a la referencia paternal en la literatura, la escritora opta en Un mar violeta oscuro por las mujeres como referencia y como protagonistas. Cuatro féminas, su bisabuela, su abuela, su madre y ella misma, que tienen en común su relación con los hombres y en ser unas adelantadas a su tiempo. Barilli ha puesto mucho corazón en estas páginas que ha tardado en escribir cinco años y que componen un pasado que es el que ahora elige para ella, después de que los recuerdos y la realidad se desdibujaran en un relato ficcionado que, además, le ha servido de bálsamo. 

Primera novela y besa el santo quedando finalista del Premio Planeta. ¿Le impone?

Indudablemente, pero recibo las buenas noticias desde la calma. Me ha hecho muy feliz quedar finalista de este premio y quiero disfrutarlo.

También es la primera vez que un padre, Fernando Sánchez Dragó, en este caso, gana este premio y su hija queda finalista. ¿Cómo le ha influido su progenitor en su obra?

Ha sido total. Crecí con el mito de ganar el Premio Planeta porque lo mamé en casa. Igual que otras niñas sueñan con que les den el Oscar y ensayan su discurso ante el espejo, yo soñaba con que me daban este galardón. También tenía hasta el discurso hecho... aunque lo cambié.

Él no pudo parar de llorar en toda la noche...

No. Estuvo llorando hasta cinco días después. Fue así. Me dijo que era el mejor regalo que un hijo puede hacerle a un padre.

Este libro habla de cuatro mujeres: su bisabuela, su abuela, su madre y usted misma. Y todas tienen en común hombres que no las han sabido comprender.

Bueno, también hay hombres luminosos que son grandes compañeros a lo largo de estas líneas y que las aman y las entienden, pero es verdad que hay una parte que no. El amor está muy presente, pero yo perseguía contar la historia de unas mujeres que me pertenecen, que han cometido errores y aciertos que han llegado hasta mí. Quería entender de qué manera se pueden romper esos círculos que suceden también en otras muchas familias y que pueden resultar dañinos. 

¿Por qué era importante para usted contar su pasado para reconciliarse con el presente?

A mí siempre me ha gustado mucho más el pasado que el presente, y no digamos que el futuro, que nunca me ha interesado. Disfruto leyendo novelas y viendo películas ambientadas en épocas que no he podido vivir. De hecho, mi madre me decía que era una niña antigua y creo que es verdad. Pero es que es cierto que pienso que en el pasado están muchas de las respuestas que buscamos en nuestro presente. Además, hay otra razón. Tenía la necesidad de hablar con esas personas, muy queridas para mí y que habían muerto. Pensé que la única manera de sentarlas a mi lado era contar su historia y tener una larga conversación con ellas y ha durado cinco años.

¿Qué ha aprendido de ellas en esas charlas?

Todo. Nuestro árbol genealógico es un espejo muy interesante en el que mirarnos para entendernos.

¿Por qué cree que todavía hay muchas mujeres que siguen viviendo con hombres que no las aman?

Creo que hay mujeres que viven con mujeres que no las aman y también al revés. Las situaciones de pareja son extremadamente complicadas y muy íntimas que responden en muchas ocasiones a unos movimientos subterráneos que desconocemos. Cualquier mujer debe evitar cualquier tipo de abuso y los hombres también.

¿Ha encontrado alguna cosa en su pasado que hubiera preferido no descubrir?

Ahora, una vez cumplido el recorrido, estoy muy contenta de haber sabido todo. Una vez que hice acopio de la energía necesaria para enfrentarme a todo ese material que me habían dejado estas mujeres en forma de cartas, diarios e incluso una novela y poesías, me daba miedo... pero cuando ya me decidí a hacerlo no había nada que no hubiera querido saber. Creo que hay elementos comunes a todas las casas.

Ha escrito con mucha víscera, con mucha pasión...

Es cierto. He escrito este libro sin ningún pudor. No hay nada que haya obviado y eso responde a la necesidad de contarme primero a mí misma esa historia; luego, a mi gente querida y, finalmente, que llegara a un público lo más amplio posible.

¿Quizá en esa naturalidad es donde está la clave del éxito?

Esta es una historia llena de recuerdos. Los de los pocos que conocieron a estas mujeres, los que ellas dejaron por escrito y los míos propios. Pero no olvidemos que también he puesto toda mi imaginación, porque es una novela. 

¿Es posible que lo que de verdad pasó y lo que usted cree que sucedió se hayan convertido en un recuerdo único? 

Si te soy sincera, después de tanto tiempo, tengo ciertas dudas sobre cuál es la verdad y cuál es la ficción. Lo asumo como una versión. Y es la mejor, porque es la que me gusta a mí.

¿Ha sido balsámico escribir? 

Sin duda. Ha sido una especie de exorcismo que he decidido aplicarme con toda la crueldad que he sido capaz hacia mí misma.