Viaje a la Prehistoria

SPC
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De la mano de los personajes de la novela 'La Canción del Bisonte', el Errante, el chamán y el Autillo visitan las grutas y los senderos que pisaron los primeros humanos para mostrar un emocionante viaje a nuestro pasado

El patrimonio histórico artístico de España ocupa un lugar de privilegio en el mundo. Pero esa posición es todavía mas señera si de lo que hablamos es de ese patrimonio en cuanto a lo que a prehistoria se refiere. Entonces la cabeza tan solo puede disputárnosla Francia y diría que como mucho puede aspirar a empatar. La cuevas españolas y las expresiones artísticas conservadas en ellas, Altamira, El Castillo, Tito Bustillo, Cándamo solo pueden encontrar rival en algunas francesas como Chauvet, Lascaux, Trois Freres o Niaux , pero la península añade, además, sus yacimientos preneandertales y neandertales, como Atapuerca, El Sidrón y Pinilla del Valle, pues es aquí donde la especie se extinguió, y que están desvelando el pasado de toda la humanidad europea. Por si fuera poco a ello se añade también en nuestro país la eclosión del arte neolítico en todo el arco levantino y el desarrollo de la impresionante cultura dolménica que no tiene parangón. 

Cuando realizaba los trabajos de documentación para mi reciente novela, La canción del Bisonte, mi mejor y más placentera labor fue la de conocer o, en muchos casos, volver a visitar los enclaves paleolíticos y empaparme de su misterio, su espiritualidad y su emoción. Es por ello que ahora, más allá de invitarles a que lean el fruto de esos trabajos, que también, a lo que me atrevo es a alentarles a ese viaje maravilloso por ese patrimonio de inaudita belleza y altísima expresión artística que guardan nuestras cuevas paleolíticas. El viaje que en la novela realizan El Errante, el chamán y el Autillo, su aprendiz huérfano y que si ustedes quieren también emprender, aunque solo sea a algunos determinados lugares, estoy seguro que no les defraudara.

Sugiero para su comienzo empezar por el principio de la novela, que también es de secuencia y humanidad, por Atapuerca, que es al fin y al cabo donde todo comenzó. En esa Sierra está todo. Desde hace dos millones de años fue cuando debió asomar por allí el primer erectus africano, luego el Antecesor de la Gran Dolina, después los Hidelbergensis de la Sima de los Huesos, el neandertal de la Galería de las Estatuas y nosotros, los cromañón, en el Portalón de la Cueva Mayor, en el Paleolítico y en la Galería del Silex, ya en el Neolítico, una modernidad para el lugar de hace tan solo un puñadito de miles de años.

A Atapuerca sigo volviendo siempre, desde la primera vez que fui, en 1999, con Arsuaga y Pimentel, que era ministro y sigue siendo amigo. Y ahora más. Hasta han llevado bisontes, caballos paleolíticos, Przewalski y tarpanes, y uros cerca de allí. Están en Paleolítico Vivo en Salgüero de Juarros y está primavera una hembra de la manada de bisontes alumbró una cría, el primer nacimiento, y encima ¡niña! Un aliciente de visita más a los yacimientos y al Museo de la Evolución Humana de Burgos, el mejor del mundo sin exageración alguna, que guarda, exhibe y explica los descubrimientos y exhibe continuas exposiciones de relieve mundial. 

El viaje puede proseguir, sin salir aún de Burgos, a Ojo Guareña, otro gran complejo karstico de kilómetros de cuevas en donde un grupo de humanos dejaron impresas sus huellas de ida y vuelta en el barro para la eternidad. Ellos supieron retornar a la luz. Y desde Guareña hay que remontar la cordillera Cantábrica y llegar a las vertientes que dan al mar.

un manhattan paleolítico. Durante la glaciación, a -25 por ciento de temperatura media, el mejor lugar para vivir era a las orillas del mar, que por cierto se había retraído unos cuantos kilómetros de donde ahora golpea a los acantilados. La cornisa cantábrica se convirtió por ello en un lugar privilegiado, en el sitio de toda la Tierra donde más concentración humana había y donde mas innovaciones y adelantos se produjeron, entre ellas la impresionante explosión artística que hoy nos sigue dejando perplejos y asombrados y que hasta en nuestra soberbia nos negábamos a reconocer suponiendo que tales obras de arte no las podían haber realizado nuestros ancestros sin entender que en realidad éramos nosotros mismos hacía tan solo un parpadeo, pues eso es en realidad genética y evolutiva lo que dista de aquel ayer. Aquel territorio bien puede comparare con la isla de Manhattan y aquellos lugares, Monte Castillo, Altamira, Tito Bustillo, Candamo, Armintxe o Ekain son una eclosión vital y humana equivalente a la Nueva York actual. O sea la capital de toda una civilización.

Los lugares de imprescindible visita son muchos, pero entre ellos pueden elegir como destino Monte Castillo, en Puente Viesgo, o la Montaña Mamut de la novela, en el valle del Pas. Cinco cuevas, al menos, con arte parietal, se abren en las laderas del monte. En ellas están las primeras huellas artísticas de los cromañones, de hace más de 34.000 años y ahora sabemos desde hace unos meses, que también de los neandertal, de unos 40.000 años hacia atrás, como sucede en algunos grabados de la Cueva del Castillo. Junto a ella la inquietante La pasiega, Las Chimeneas, Las Monedas y La Flecha. El viajero va a recibir en ese enclave un impacto emocional tras otro, contemplando las manos impresas de nuestros ancestros, sus grabados y dibujos, sus alusiones al misterio de la vida y la fertilidad junto a las figuras de los animales con quienes compartían el territorio: bisontes, uros, ciervos, íbices, rinocerontes y el gigantesco mamut. 

No lejos esta el santa santorum, el esplendor magdaleniense, de Altamira, donde aquel genio de la pintura decoro la bóveda del santuario con los bisonte y los caballos aprovechando las propias protuberancias de la roca para darle un relieve tridimensional. Lo mejor de Altamira es que fue obra de una misma mano, de un mismo pintor, del mayor genio plástico de la antigüedad con permiso del otro, de su misma categoría, que milenios antes había creado el panel de los rinocerontes y los leones cavernarios en Chauvet. De parecido nivel y de retorno a España es el caballo Przewalski, emblema y tótem de la cueva de Candamo. 

No se quedan atrás muchas otras grutas que pespuntean todo el literal y se abren también a algunos valles asomados a las rías y ríos del interior. Les anoto de obligado cumplimiento Tito Bustillo en Asturias con un guiño a la narración que a una de sus figuras debe un largo pasaje. En sus paredes aparece grabada una ballena. Quise imaginar que el hallazgo de un cetáceo varado pudo ser un acontecimiento de tal relevancia, entre otras cosas proteína para muchos y en inmensa cantidad, que decidieran plasmarlo. 

Con esos guiños evocadores he querido jugar a lo largo de la narración, con las osamentas neandertales aparecidas en la cueva del Sidrón, cuyo ADN nos ha permitido saber tantas cosas, entre ellas la ya contada de que algo del suyo ha quedado en el nuestro y que no todo lo de la vieja estirpe se extinguió; en el enclave del Cabo Peñas los chamanes acuden a conjurar un temido retorno de la especie a la que se consideraba ya desaparecida y que parece haber vuelto a los bosques. 

los leones vascos. El león cavernario era el carnívoro más poderoso y temible al que aquellos humanos se enfrentaron. Con más de tres metros de largo y más de un de alzada de 1,5 metros, unas garras aterradoras y una potencia de mordisco y salto inigualable compitió por el territorio con el hombre. Pero los cromañones tenían el fuego y los venablos y podían matar a distancia. Sabían de la mordedura de la llama y de la herida que llegaba por el aire y se clavaba en el costado antes de que su zarpa pudiera alcanzar a aquel ser en apariencia débil que, eso sí, una vez bajo el león ninguna resistencia podía oponer. 

La piel de uno de esos impresionantes félidos ya había aparecido en una cueva cántabra, la de La Garma, conservada intacta, junto con los restos de sus tiendas clavadas en su vestíbulo, por un desprendimiento. Pues bien, una de esas tiendas había tenido como alfombra la piel completa de un cavernario. Pero donde se iba a encontrar su imagen presidiendo una gruta iba a ser en el País Vasco, en Armintxe, cerca del actual Lequeitio. Dos leones por falta de uno la señorean y es impresionante sobre todo la figura de uno de ellos, en posición de ataque. Pero otro hallazgo nos ha permitido conocer aún más y mejor al animal. Se produjo en la gruta de Arrikuz. También a causa de un desplome que lo aplastó se tiene hoy su osamenta al completo. Reconstruida con todo detalle permite apreciar su porte, poderío y vigor. Ambas reconstrucciones, ósea y al completo, pueden ahora admirarse en una exposición del Museo de la Evolución Humana en Burgos bajo el título Leones en la nieve, donde le acompañan cráneos de otras especies que compitieron con el hombre entonces, como el oso cavernario, el leopardo, la hiena o el kuon, un gran perro salvaje. Por cierto, el león cavernario hallado es en realidad una hembra, una leona. El macho, como sucede ahora con la especie actual, era mucho mayor. Para hacernos una idea vendría a ser como un metro y medio más que el más grande de los leones africanos. O sea que los 300 kilos los sobrepasaba con tranquilidad.

Junto al león, el MEH ha logrado traer y exponer también la singular pieza, una copia exacta, realizada con toda la precisión científica en Alemania del famoso Hombre-León, con el que el Errante muestra su rango en su paso por las cuevas vascas y cuando llega a la de Chauvet y a la de Trois Freres y reclama su condición de gran hombre espíritu de los primigenios hombres de los clanes del león.