«Ávila siempre está en el hondón y el cogollo de mi escritura»

David Casillas
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El escritor José Jiménez Lozano, natural de la localidad morañega de Langa, recibió ayer el título de Hijo Adoptivo de la ciudad de Ávila, cumpliendo lo que se aprobó en el Pleno del Ayuntamiento de la capital el pasado mes de mayo.

José Jiménez Lozano, entre Alicia García y Miguel Ángel García Nieto, con el título y la medalla de Hijo Adoptivo de Ávila. - Foto: David Castro

Se vistió ayer de gala el auditorio municipal de San Francisco, como lo hace en las grandes ocasiones, para recibir solemnemente al escritor José Jiménez Lozano y acoger el acto de entrega del título honorífico que le reconoce como Hijo Adoptivo de la ciudad de Ávila, en reconocimiento a «la estrecha vinculación de su obra» la capital, en la que ha tenido «una clara referencia cultural y vital, convirtiendo a la ciudad en uno de los grandes hitos de su universo literario, proyectándola y difundiendo su imagen y esencia que ha contribuido sin ningún género de dudas a prestigiar a Ávila desde el prestigio de un autor muy reconocido».

El acto, «sencillo y solemne», se abrió con  las palabras del secretario del Ayuntamiento, Francisco Javier Sánchez, que realizó una semblanza lírica del homenajeado, al hilo de la obra de un escritor para quien «Ávila ha sido siempre un referente, un espejo en el que se mira un autor fecundo y muy reconocido». De lo que ayer se trataba, añadió Sánchez, no era de «añadir un nuevo premio» a la trayectoria de Jiménez Lozano, sino de «reconocer su condición de abulense adoptivo y adoptado» de alguien para quien «Ávila siempre ha estado en su corazón y en su pluma».

Infancia. Tras recibir Jiménez Lozano el título acreditativo de su condición de Hijo Adoptivo de Ávila, de manos de Alicia García, consejera de Cultura y Turismo, y la medalla corporativa, de manos del alcalde, Miguel Ángel García Nieto, el escritor de Langa pronunció un discurso intenso en el que, tras agradecer de corazón el honor que se le hacía, hizo un repaso de la presencia que Ávila tiene en su escritura, una ciudad «cuya Muralla era verdad y resumía un mundo que podía volver a verse».

Aunque aclaró que «contadas veces hay en mi obra alusiones directas a Ávila o narraciones que tengan que ver con historias reales de la ciudad, y eso es así porque quien narra debe dejar su yo fuera». Pero las cosas, añadió, «son más complejas, y tengo que decir que Ávila siempre está en el hondón y el cogollo de mi escritura».

Apoyándose en los clásicos para ponderar sus argumentos, además de estableciendo paralelismos entre la escritura y otras artes, Jiménez Lozano insistió en que Ávila está presente en su obra de forma más simbólica que explícita, y por eso «mi escritura tiene de alguna manera peso y hechuras abulenses, aunque ambos estén reinventados, porque lo imaginario en mí se sienta sobre lo real, y lo real se hace imaginario y se transfigura».

Dejándose llevar más por la memoria que por la nostalgia, el autor de El mudejarillo vino a resumir su esencia abulense con una «conclusión sencilla y poderosa, la de que la patria y el arca de los tesoros de un escritor es su infancia, y aunque yo no viví aquí lo cierto es que Ávila entró en ella con periodicidad abundante» y por eso «mi yo creativo se asienta de alguna manera sobre sus raíces».

JiménezLozano, que tuvo un recuerdo especial para Jacinto Herrero, amigo, paisano y también Hijo Adoptivo de Ávila, aseguró que el título que hacer se le entregaba, «que me devuelve algo esencial de mi infancia y mi adolescencia», lo recibía «con honor y agradecimiento» y por eso «procuraré llevarlo con la dignidad que pueda».