La tormenta perfecta

David Casillas
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Entre el 21 y el 23 de enero de 1996 las zonas de montaña de Ávila sufrieron un temporal de nieve de proporciones bíblicas que aisló pueblos, inutilizó carreteras, derribó árboles, cortó el suministro eléctrico y el telefónico

 Ya no nieva como antes… al menos como lo hizo los días 21, 22 y 23 de enero del cercano año de 1996, tres jornadas de climatología infernal en la provincia de Ávila que se saldaron con enormes daños materiales, ríos desbordados, carreteras cortadas, pueblos aislados, evacuaciones, rescates y una nada romántica vuelta al pasado autárquico en forma de cortes prolongados del suministro eléctrico y del servicio telefónico; lo único bueno es que, aparte de contarse algunos sustos que hubiesen podido acabar en tragedia, nadie sufrió daños de consideración.

El día 21 de enero, domingo, amaneció grisoscurocasinegro, dando continuidad a una larga noche sin descanso para un cielo con incontinencia. Un viento inusual azotaba el norte de la provincia, llegaba con idéntica fuerza hasta el centro y dejaba en la capital y su entorno una enorme cantidad de agua (en ocasiones en forma de nieve); pero lo peor ocurría en las sierras de Gredos y de la Paramera, donde el cielo se olvidó de que dejase de nevar y comenzaron a acumularse espesores del manto blanco de muchos centímetros, más de un metro en las cotas más altas.

En la capital, el río Chico, que una semana antes apenas corría, a punto estuvo de desbordarse y obligó a cortar el puente de Sancti Espíritu; el Adaja creció sin mesura y provocó inundaciones que hicieron necesaria la evacuación de nueve personas de una vivienda cercana al Soto, y la lluvia y la nieve, aliadas con el vendaval, provocaron daños en viviendas y roturas de árboles. A última hora del día el Ayuntamiento, como medida preventiva, decidió levantar las compuertas del azud de la antigua fábrica de harinas para bajar el nivel del Adaja y minimizar los daños de la crecida.

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