El Real Ávila cumplió con el trámite en un partido en el que fue de menos a más, en el que caminó por el alambre del desatino y el bistezo y terminó noqueando a un pobre Real Burgos de la mano de Issa, su jugador más efervescente, Rubén Ramiro, incansable como siempre y como nunca, y Marcos Caballero, que estrenó su casillero de goles como encarnado con un zapatazo por la escuadra. El tanto desquitó la mala tarde de los encarnados que, como ante el San José, amenazaron con uno de esos partidos totalmente prescindibles. Al final los cambios de Miñambres –que empezó jugando con siete defensas y terminó por dar salida a Edu, De Mesa y Rober en la segunda mitad– le dieron al partido una imagen distinta con la que pensar que ante el Cristo Atlético el próximo sábado o ante el Zamora el martes se puede esperar la mejoría de los locales.